Capítulo cuarenta y ocho Escapada (Segunda Parte) *Stella Di Lauro* Enrico tiene la capacidad de asombrarme siempre. No tengo idea de cómo demonios lo hace, ni siquiera sé si lo planifica, pero el resultado es el mismo: termino alucinando por su arte para darme sorpresas. —¿La Princesa de Acero tiene miedo...? —bromea mirándome desde su súper moto BMW negra. Examino el monstruoso aparato con detalle, temiendo partirme la crisma como me monte ahí. Sin embargo, después reparo en la figura completa de su conductor y.... alucino. ¿Por qué los chicos malos lucen todavía más sexis en infernales motos? ¡Joder, es la leche! Todo en él es erótico, tan guapo, tan macho, tan poderoso como la máquina que le sostiene.
Capítulo cuarenta y nueveQuien me busca, me encuentra*Stella Di Lauro*En silencio y sin despegar mi mano de la suya, lo acompaño hasta la pista aérea. Me encuentro sentada sobre su regazo con la cabeza apoyada en su hombro y me niego a salir de ahí, en vista de que no sé cuándo podré volver a disfrutar de su cercanía, de la calidez de su piel, o de los pequeños besos que deja en mi cabeza mientras dibuja círculos con los dedos en mi espalda desnuda.Cada vez que le he preguntado mientras nos vestíamos a toda prisa, ha evadido el tema de manera deliberada, así que por el momento, he dejado de insistir. Sin embargo, aun estando a oscuras, puedo percibir que el asunto es bastante serio.No pensé
Capítulo cincuentaUna trampa*Stella Di Lauro*Por más que intento centrarme en el ordenador, me resulta imposible. Simplemente no puedo apartar la vista del móvil, esperando que la pantalla se ilumine como si se tratara de un milagro.—Venga, Falconi —murmuro impaciente—. ¡Joder! ¿Por qué leches no me llama?Desde ayer en la tarde que me envío un escueto mensaje que decía “Esto está complicado, pero lo solucionaré. Te echo de menos", no sé nada de él y me fastidia. Me fastidia tanto como me desconcierta, porque me he acostumbrado a tenerle pululando a mi alrededor.En un intento por poner todo de mi parte y aparcar este asunto hasta que r
Capítulo cincuenta y uno Un hombre muerto *Stella Di Lauro* Un exorbitante olor a alcohol inunda mis fosas nasales y abro los ojos de pronto. Sin embargo, la luz daña mis ojos al mismo tiempo que una punzada ataca mis sienes y vuelvo a cerrarlos. —Ella —escucho la voz de mi hermano mayor a unos metros de distancia—. ¿Ella me oyes? ¿Qué te sientes? —Fede —mi mano se mueve con lentitud a mi frente y masajeo la zona a la vez que parpadeo varias veces para lograr enfocar la vista—. ¿Por qué todo me da vueltas? —Te has desmayado —mis sentidos se van aclarando poco a poco hasta que consigo divisarle frente a mí, justo al lado de una Cassandra Di Lauro con cara de angustia y más pálida que una hoja de papel—. Ten —me extiende el algodón con alcohol antes de comenzar a examinarme. Yo por mi parte, me dejo hacer todavía en mi letargo—. ¿Almorzaste bien? Mi silencio le da la respuesta y de forma automática, mi madre jadea. —¡Dime que no has vuelto a saltarte las comidas, Ella Di Lauro! —
Capítulo cincuenta y dosLas apariencias engañan*Stella Di Lauro*El vino cae al piso y mancha la pulcra alfombra al mismo tiempo que se escucha el sonido del cristal al fragmentarse.—Bueno —el muy cretino se ríe mientras se limpia la sangre en la comisura de la boca con la yema de los dos—, está claro que no esperaba esa reacción.—Entonces eres es un iluso —bufo con una despectiva sonrisa—. ¿Cómo te atreves a siquiera intentar coaccionarme? Tú, un insecto insignificante, ¿te crees capaz de meterte con el último Falconi y encima, presionar a una Di Lauro?—Os creéis mucho por vuestros apellidos.&md
Capítulo cincuenta y cuatroContra el reloj*Stella Di Lauro*—Ella —giro sobre mis pies para enfrentarme a mi exasperado hermano mayor—, estoy esperando una respuesta.En este preciso instante se parece tanto a papá que me causa escalofríos.—Yo... —mi voz se escucha extraña y la respiración se me corta apenas abro la boca—, necesito que conduzcas, Federico, porque no creo que esté capacitada para hacerlo.Él se remite a avanzar en silencio hasta acortar la distancia entre los dos y tomarme de los hombros para barrer mi cuerpo con sus ojos azules oscuros como los de nuestro padre.—Te conozco desde que naciste —murmura con
Capítulo cincuenta y cincoUna reunión familiar caótica*Stella Di Lauro*Me he vestido para él. Todo lo que adorna mi cuerpo es solo para él, incluso he resaltado mis ojos con cosmético azul para profundizar el de mis ojos y me he puesto un vestido ajustado y más corto de lo que acostumbro para mostrar mis piernas, esas que tanto dice que le fascinan. Le echo mucho de menos y ver a mi hermano mayor haciendo el idiota con la vista fija en mí no me ayuda.Me sigo poniendo de los nervios cada vez con más intensidad y sé que acabaré explotando pronto. En la casa parece que hay una maldita comunión, llena de gente. ¿Desde cuándo nuestra familia es tan grande?La verdad es que con los años no ha hecho más que aumentar y si a eso sumamos las fulanas que se han traído los cuatro jinetes del Apocalipsis, podría afirmar que hay media Florencia en la enorme mesa que han montado en el jardín. Sin embargo, quien a mí me interesa no está. Yo le necesito a él.—¿Quieres decirme qué rayos te suce
Capítulo cincuenta y seisTe he echado de menos*Stella Di Lauro*Giro sobre mis pies en modo automático y sin siquiera dar un paso, me arrojo a su cuello. —Estás aquí —la emoción es evidente en mi voz y me percato de que estoy llorando cuando siento la humedad en mi piel. ¿Pero qué me pasa? ¿Desde cuándo me pongo tan sensible? No suelo comportarme de esta forma, pero simplemente no puedo evitarlo. Demasiadas cosas están sucediendo a mi alrededor y encima, con él lejos. —Supongo que eso responde mi pregunta —comenta con sorna antes de besarme la cabeza. —¡Dios! Estás aquí —sollozo al mismo tiempo que trato de contener los hipidos. Entonces, él toma mi cabeza entre sus manos y me obliga a levantarla para fundir nuestros labios en el más devastador de los besos. —Estoy aquí, princesita —murmura contra mi boca entre beso y beso, pero sin separarnos en ningún momento— y no pienso ir a ningún lado. Te amo, ¡por un demonio! ¡Te amo tanto, joder! —Y yo te necesito. De repente, sien