Capítulo cincuenta y cuatro
Contra el reloj
*Stella Di Lauro*
—Ella —giro sobre mis pies para enfrentarme a mi exasperado hermano mayor—, estoy esperando una respuesta.
En este preciso instante se parece tanto a papá que me causa escalofríos.
—Yo... —mi voz se escucha extraña y la respiración se me corta apenas abro la boca—, necesito que conduzcas, Federico, porque no creo que esté capacitada para hacerlo.
Él se remite a avanzar en silencio hasta acortar la distancia entre los dos y tomarme de los hombros para barrer mi cuerpo con sus ojos azules oscuros como los de nuestro padre.
—Te conozco desde que naciste —murmura con
Capítulo cincuenta y cincoUna reunión familiar caótica*Stella Di Lauro*Me he vestido para él. Todo lo que adorna mi cuerpo es solo para él, incluso he resaltado mis ojos con cosmético azul para profundizar el de mis ojos y me he puesto un vestido ajustado y más corto de lo que acostumbro para mostrar mis piernas, esas que tanto dice que le fascinan. Le echo mucho de menos y ver a mi hermano mayor haciendo el idiota con la vista fija en mí no me ayuda.Me sigo poniendo de los nervios cada vez con más intensidad y sé que acabaré explotando pronto. En la casa parece que hay una maldita comunión, llena de gente. ¿Desde cuándo nuestra familia es tan grande?La verdad es que con los años no ha hecho más que aumentar y si a eso sumamos las fulanas que se han traído los cuatro jinetes del Apocalipsis, podría afirmar que hay media Florencia en la enorme mesa que han montado en el jardín. Sin embargo, quien a mí me interesa no está. Yo le necesito a él.—¿Quieres decirme qué rayos te suce
Capítulo cincuenta y seisTe he echado de menos*Stella Di Lauro*Giro sobre mis pies en modo automático y sin siquiera dar un paso, me arrojo a su cuello. —Estás aquí —la emoción es evidente en mi voz y me percato de que estoy llorando cuando siento la humedad en mi piel. ¿Pero qué me pasa? ¿Desde cuándo me pongo tan sensible? No suelo comportarme de esta forma, pero simplemente no puedo evitarlo. Demasiadas cosas están sucediendo a mi alrededor y encima, con él lejos. —Supongo que eso responde mi pregunta —comenta con sorna antes de besarme la cabeza. —¡Dios! Estás aquí —sollozo al mismo tiempo que trato de contener los hipidos. Entonces, él toma mi cabeza entre sus manos y me obliga a levantarla para fundir nuestros labios en el más devastador de los besos. —Estoy aquí, princesita —murmura contra mi boca entre beso y beso, pero sin separarnos en ningún momento— y no pienso ir a ningún lado. Te amo, ¡por un demonio! ¡Te amo tanto, joder! —Y yo te necesito. De repente, sien
Capítulo cincuenta y sieteReacciones equivocadas*Stella Di Lauro*Miles de emociones pasan por su expresión y como ya es habitual, me las transmite como si fuéramos uno solo. —Enrico... —¡Enrico ni una hostia! —me corta con brusquedad—. ¿Pero dónde tenías la cabeza, joder? —Bueno, ¿y qué querías que hiciera? —cuestiono con las cejas arqueadas, sintiendo cómo la rabia va tomando forma en la boca del estómago. —No lo sé —rezonga haciendo un ruidito extraño con la nariz—, tal vez llamarme, no ir ¡o incluso avisar a tu padre! —No tuve tiempo... —¡Y una mierd@, Ella! —comienza a pasearse de un lado a otro como bestia enjaulada—. Fuiste hasta él con los ojos cerrados, sin decirle a nadie, ¡exponiéndote! ¡¿Por qué?! —¡Por ti! —bramo en el mismo tono—. Dawson tiene documentos de la empresa firmados por ti. Transacciones ilegales, cuentas ficticias, lavado de activos, ¡todo para condenarte! —¡Son falsas! —¡Lo sé! —me acerco a él con cautela—. Lo sé, pero en ese momento no pude pensa
Capítulo cincuenta y ochoUna locura y un soborno*Cassandra Di Lauro*Mi mejor amiga comienza a dar órdenes como militar y lo que me resulta imposible de creer es que hasta Fede le obedezca divertido. —Vosotros dos tenéis que convencer al play boy reformado —indica a mi hijo y a Kristine. —¿Y quién convence a la fiera de mi hermana? —cuestiona él—. Porque te aseguro que se va a negar en rotundo. —De eso nos encargamos tu madre y yo —responde la modelo—. Ahora id a incorporaros a la plática para yo poder llevarme al piloto. —Leah, espera, ¡Leah! —la tomo por el hombro para detenerla—. ¿Qué vas a hacer? Me estás asustando. —Tú ve al camerino y prepara el set de maquillaje —ignora mi pregunta de manera deliberada—, que tenemos que hacer magia en diez minutos. —Leah, nos podemos meter en un buen problemón por esto —aclaro con gesto severo—. ¡Nos pueden demandar! —Es una bromita de nada —chasquea la lengua sin darle la importancia que en realidad tiene su ocurrente idea—. Hablaré c
Capítulo cincuenta y nueveSomos uno*Stella Di Lauro*Trato con todas mis fuerzas de seguir las instrucciones del equipo, pero me resulta imposible deshacerme de mi rigidez y de los temblores involuntarios. Sobre todo cuando tienes un compañero con mala cara y negado a cooperar. —¡Corten, corten! —el director exclama exasperado antes de acercarse a nosotros—. A ver, chicos, ¿no se supone que sois novios? —No lo sé —la boca se me queda abierta de par en par al escucharle—, a mí las relaciones monofuncionales no me van. —¿Monofuncionales? —pregunto en un hilo de voz con el estómago revuelto. —¿Cómo se le llama a una relación en la que cada cual va por su lado? El plató se sume en un profundo silencio al mismo tiempo que yo abro y cierro la boca varias veces sin encontrar las palabras. Entonces, inflo el tórax haciendo un ruido extraño y bastante audible al inhalar. —¡Te acabas de inventar ese término! —le señalo indignada. —Pero define muy bien lo que tenemos, ¿no crees? —se ma
Capítulo sesentaLa estrategia*Stella Di Lauro*Leo las líneas una y otra vez, buscando la trampa, el fallo, lo que sea... Cualquier indicio que juegue a nuestro favor, pero es inútil. Por más que reviso las facturas y los documentos no encuentro nada que salve a mi novio de la guillotina. Quien hizo esto sabe muy bien cómo hacerlo. —Enrico... —alzo la vista para verle frente a mí—, ¿estás seguro de que no firmaste estos papeles? —Completamente —vuelve a responder él con toda seguridad—, es mi firma, pero yo no la puse ahí. —Tal vez alguien te la ha jugado, Falconi —salta mi padre. Los tres llevamos horas encerrados en su despacho junto a mi tío Pietro, buscando la mejor solución para este desastre—. Tal vez depositaste tu confianza en la persona equivocada y firmaste con los ojos cerrados. —Yo no me permito errores como esos, Di Lauro —refuta mi chico con una postura igual de desafiante que mi progenitor—. Leo todo lo que firmo, no soy un principiante y la reputación que me pr
Capítulo sesenta y unoMi peor pesadilla*Stella Di Lauro*Un jodido documento de cesión de acciones. ¡Joder, se ha vuelto loco! —¡De ninguna manera! —exclamo de forma repentina—. Bueno, ¿es que se te han soltado los tornillos con tuercas y todo? —Ella... —¡Ella ni hostias! —le corto de sopetón—. ¿Te has vuelto loco? —¿Puedes escucharme? —adopta una postura determinada muy parecida a la mía—. Es una medida de seguridad. En caso de que ocurra algo inesperado, las acciones estarán protegidas. —¿Regalándolas a alguien más? —bufo—. ¡Por Dios! ¡Este es tu patrimonio! —Y por ello debo asegurarlo —replica—. Esta es la vía más conveniente, Ella. —Muy bien, entonces dáselas a Lucas o a Paola!—Ya lo he hecho —responde con rapidez—. Las acciones han sido divididas entre vosotros tres, siendo tú la socia mayoritaria. —¿Por qué yo? —¡Porque te quiero! —explota, dejándome muda del tiro—. Eres mi compañera, mi mujer y lo más importante que tengo en la vida. —Enrico... —la veracidad de sus
Capítulo sesenta y dos (Primera parte) Corazón de Cristal*Stella Di Lauro*Las piernas me flaquean al mismo tiempo que un par de esposas cubren las muñecas del hombre que amo y entonces, reacciono. —¡No! —me tiro a su pecho, negándome a dejarle ir. —Ella... —¡No! ¡No os lo vais a llevar! —Estaré bien —asegura él un susurro antes de besarme la frente—. Lo prometo.Volteo a verle y apenas me da tiempo a besarle antes de que se lo lleven como si fuera un criminal. Mamá tira de mi mano y me envuelve entre sus brazos en tanto sollozo sin parar. Lo suben al auto de la policía frente a mis ojos sin que pueda hacer nada y eso es peor. —¡Ella! —escucho el gemido de mi madre cuando las piernas se me debilitan, arrojándome al suelo. Reconozco el aroma de mi hermano mayor, quien me sostiene a tiempo de evitar la caída y me sube a un coche. Soy consciente de que hablan conmigo, pero yo no distingo ninguna voz, ninguna palabra palabra, ninguno de los golpes que me dan buscando hacerme reac