Capítulo cuarenta y seis
Colapso
*Cassandra Reid*
Los ojos me arden a más no poder, siento cada músculo de mi cuerpo agarrotado y el frío no desaparece hasta calarme los huesos. La jaqueca y mi rebelde estómago tampoco ayudan.
Se los han llevado. Mis niños...
Por más que intento contener las lágrimas, me resulta imposible. Han pasado dos horas desde que recuperé la consciencia, el mismo tiempo que llevan Fede y Ella desaparecidos. Ni la policía ni los guardias encuentran pistas, nadie ha llamado pidiendo rescate y aunque Adriano acostumbra a mantener la cabeza fría, comienza a perder la paciencia. Es como si la tierra se los hubiese tragado.
Alguien me roza el hombro y pego un salto de forma automática—. Cariño, est&aa
Capítulo cuarenta y sieteLo que una vez nos unió, ya no existe*Adriano Di Lauro*Me revienta que se la lleven sin decirme nada en absoluto.Es mi mujer, soy quien paga por este hospital y los idiotas no me dicen qué demonios pasa.¿De qué me sirve tener tanto poder si lo principal escapa de mi control?El personal sanitario me excluye, me margina y me aparta de mi esposa como si tuvieran todo el derecho, como si ellos sintieran por ella más que yo o si les doliera lo que le pase como me duele a mi.Es absurdo, esto comenzó siendo un trámite, un negocio más, un medio para un fin... Ahora todo se ha complicado.Hace días me pidió que la dejara ir y... debería hacerlo.Hubo un tiempo donde sentí que el hielo construido a mi alrededor no iba a de
Capítulo cuarenta y ochoFrustración e ira*Cassandra Reid*Lo ha roto. Ha roto el contrato. ¿Qué significa esto? ¿Se acabó? ¿De verdad va a dejarme?—Pregúntalo, cara —demanda una vez más en tanto mi cuerpo comienza a temblar—. Vamos, ¿por qué dudas tanto?—Porque no quiero recibir la misma respuesta —respondo por fin en un hilo de voz—. No me hagas esto, por favor. Has destruído lo que nos mantenía unidos.—Te equivocas, cara —se acerca a mí sin apartar sus ojos de los míos—. Me he deshecho de las ataduras que nos limitaban —toma mi barbilla con sus dedos con extrema delicadeza, como si temiera romperme&mdash
Capítulo cuarenta y nueveNuestros*Cassandra Reid*Llego a la habitación furiosa y cierro dando un sonoro portazo. Luego, pateo la misma puerta. La sangre me hierve de manera irracional y no puedo controlarlo.Mi marido no tarda en alcanzarme—. Cara... —intenta acercarse con cautela, pero se detiene al ver mi gesto.¿Será posible que haya sido capaz de intimidar al Magnate de Acero?—La próxima vez que alegue tener algo que decirte, ¡escúchame! —profiero con un tono agudo.—Está bien —responde de manera escueta. Luego, vuelve a tratar de llegar hasta mí.—No te atrevas a tocarme —advierto con una ceja enarcada—. Estoy
Capítulo cincuentaApariciones y accidentes*Cassandra Reid*Miro nuestras manos entrelazadas sumida en un profundo silencio. Los sucesos del día de ayer continúan pululando en mi cabeza. Me siento como si estuviese viviendo en una realidad alternativa.Emito un pequeño suspiro antes de dibujar una amplia sonrisa en mi rostro.—¿Estás bien? —su pregunta me toma por sorpresa y levanto la cabeza de su hombro para encararle.—¿Por qué no iba a estarlo? —me tomo el atrevimiento de robarle un húmedo pico—. Estoy estupenda.Creo que nunca había sido tan feliz.—Quiero llevarte a cenar esta noche —cambia de tema de buenas a primeras.
Capítulo cincuenta y unoEn comaLos cristales de las ventanas de mi oficina refractan las luz de manera exquisita sobre mis piernas en tanto miro a la nada y ese simple contacto hace que piense en lo perfecta que luce mi mujer sobre ellas.Es exactamente esa asociación la que me lleva a pensar en lo enamorado que estoy de Cassandra y en lo mucho que pienso luchar por hacerla feliz.Resulta impresionante todo lo que ella ha creado dentro de mi, lo que me hace sentir y lo que me da la vida. Se ha vuelto la razón de mi existencia y mis hijos han terminado de construir a su lado la familia que pensé nula para siempre.Durante esos instantes en los que creí perderla, que la vida me amenazaba con su ausencia, comprendí cuánto significaba para mí. Entonces, me hizo descongelar el iceberg que un día fui.Ya nada ni nadie me la podrá quitar... Hoy Cassand
Capítulo cincuenta y dosRegreso al pasado y despertar*Cassandra Reid*Debo volver a sentarme para no caer. ¿Por qué nos sucede esto? ¿Es que nunca podremos tener una vida en paz? ¿Qué le digo a mis hijos? ¿Y si no despierta?«No», detengo el pensamiento con rapidez.Va a estar bien. Tiene que estar bien.—Podréis pasar a verlo por cinco minutos —nos comunica el jefe—. Luego solo uno de vosotros se puede quedar con él.—Yo me quedaré —puedo ver el recelo y las protestas ahogadas en el resto de los presentes, pero mi tono imperativo no da espacio a réplicas—. Podéis pasar primero —indico a los padres y el mejor amigo de mi esposo—. Yo esperar&eac
Capítulo cincuenta y tresAtentado*Adriano Di Lauro*Alguien ha intentado matarme...Se han atrevido a desafiarme y destruiré al causante.El agarre sobre mi mano se debilita y giro hacia mi esposa de manera automática—. ¿Cassandra? —la veo llevarse una mano a la frente antes de desplomarse—. ¿Cara? Llamad a un médico —palmeo sus mejillas, pues no ha perdido del todo la consciencia—. Cara...—Estoy bien —murmura—. Solo... un poco mareada.La cabeza me duele y siento los músculos agarrotados, pero eso no me impide sostenerla para luego recostarla sobre la cama en mi lugar.Mi madre le extiende un vaso de agua, el cual ella acepta de buena
Capítulo cincuenta y cuatroRegreso a casa*Cassandra Reid*Mis amigas tratan de distraerme, pero me resulta imposible. No puedo dejar de pensar en el accidente, Adriano en coma, el atentado...Demasiada información. Intento no dejarme vencer por el estrés, pues es lo menos que necesitamos en este momento. Sin embargo, la angustia instalada en mi estómago no se irá hasta que encuentren al culpable.Soy consciente de que mi marido me sacó de la habitación para hablar sobre ello con el detective y siendo sincera, lo prefiero así. Le he hecho una promesa y si escucho algo acerca de la investigación, no la cumpliré.Un chasquido frente a mis ojos me saca de mis divagaciones y doy un pequeño saltito.—Cómetelo todo —exige mi mejor amiga con una actitud muy parecida a la de mi esposo—. ¿Pero qué sucede con vosotras dos? —ahora se dirige a Wendy también—. Estáis en la Luna.—Alguien ha intentado mata