Capítulo cuarenta y cuatro
La Caja de Pandora
*Enrico Falconi*
Contemplo su gesto adusto y maldigo en voz baja entre resoplidos. Un día... Un jodido día es lo que ha durado la paz. ¿Por qué con Ella Di Lauro todo tiene que ser así?
—Estoy esperando una respuesta, Falconi —exige con los brazos cruzados al mismo tiempo que repiquetea el suelo con uno de sus tacones—. ¿No me has oído?
—¡Ten un poco de paciencia, mujer! —exclamo fastidiado en tanto me paso una mano por el rostro—. ¿Así va a ser siempre esto, Stella? ¿Aprovecharás cada oportunidad que tengas para dudar de mí?
—No me vires la tortilla y habla ya —exige imponente
Capítulo cuarenta y cincoUn cachorro en medio de bestias*Stella Di Lauro*No sé cómo reaccionar.Es un compendio de sensaciones novedosas que me dominan.Justo por cosas así no quería una relación con nadie y siempre me he cuidado de no involucrarme en historias amorosas. Cuando conoces algo íntimo de alguien, es el principio del fin.El fin de mi libertad, de la suya. Aunque no puedo negar que también es el inicio de algo para lo que no sé si esté preparada, pero desde luego sí dispuesta a averiguarlo.Por el tono del play boy y su reserva respecto al tema en la última hora, puedo deducir la importancia que tiene la señora parada frente a nosotros para él. No necesito indagar demasiado para entender que me
Capítulo cuarenta y seisBlanco, negro y gris*Stella Di Lauro*Una enorme pelota se forma en mi garganta y me detengo a mirarle como si la vida se me fuera en ello.Él se entrega... a mí. Millones de emociones corren por su expresión y yo puedo ver cada una de ellas. Nunca me había sentido tan abrumada por tener alguna clase de poder.Se supone que somos las chicas quienes nos entregamos, sobre todo en casos como el nuestro donde el hombre la persigue hasta lograr seducirla. Sin embargo, aquí estamos, Enrico está poniendo su fe, sus esperanzas y su corazón en mis manos, arriesgándose a darse de bruces contra la pared y llevarse un buen chichón.Me parece algo increíble
Capítulo cuarenta y siete Escapada *Stella Di Lauro* Suelto un largo resoplido cuando escucho los ruiditos extraños. Sin siquiera alzar la vista soy consciente de que está registrando todo. Así es ella, mi tía Leah es demasiado curiosa y atrevida y eso la ha metido en más de un problema. —Con esa postura pareces una copia de tu señor padre —me señala con una de sus cejas enarcadas. —Pues muchas gracias —le doy una sonrisa forzada. —No era un cumplido, cariño —aclara con descaro antes de sentarse en el sillón frente a mi escritorio. Si no tuviera tanto trabajo... juro que me escaparía con Enrico. Apuesto a que esta noche volarán los dardos en una cena especial—. Entonces, por ahí me ha dicho un pajarito que tienes novio. —Por pajarito te refieres a Cassandra Di Lauro, me imagino —expongo con la voz cargada de sarcasmo. —Has atrapado al soltero más codiciado del momento —añade ignorando mi mal humor—, siempre supe que estabas destinada para grandes cosas. —¿Dejarse conquis
Capítulo cuarenta y ocho Escapada (Segunda Parte) *Stella Di Lauro* Enrico tiene la capacidad de asombrarme siempre. No tengo idea de cómo demonios lo hace, ni siquiera sé si lo planifica, pero el resultado es el mismo: termino alucinando por su arte para darme sorpresas. —¿La Princesa de Acero tiene miedo...? —bromea mirándome desde su súper moto BMW negra. Examino el monstruoso aparato con detalle, temiendo partirme la crisma como me monte ahí. Sin embargo, después reparo en la figura completa de su conductor y.... alucino. ¿Por qué los chicos malos lucen todavía más sexis en infernales motos? ¡Joder, es la leche! Todo en él es erótico, tan guapo, tan macho, tan poderoso como la máquina que le sostiene.
Capítulo cuarenta y nueveQuien me busca, me encuentra*Stella Di Lauro*En silencio y sin despegar mi mano de la suya, lo acompaño hasta la pista aérea. Me encuentro sentada sobre su regazo con la cabeza apoyada en su hombro y me niego a salir de ahí, en vista de que no sé cuándo podré volver a disfrutar de su cercanía, de la calidez de su piel, o de los pequeños besos que deja en mi cabeza mientras dibuja círculos con los dedos en mi espalda desnuda.Cada vez que le he preguntado mientras nos vestíamos a toda prisa, ha evadido el tema de manera deliberada, así que por el momento, he dejado de insistir. Sin embargo, aun estando a oscuras, puedo percibir que el asunto es bastante serio.No pensé
Capítulo cincuentaUna trampa*Stella Di Lauro*Por más que intento centrarme en el ordenador, me resulta imposible. Simplemente no puedo apartar la vista del móvil, esperando que la pantalla se ilumine como si se tratara de un milagro.—Venga, Falconi —murmuro impaciente—. ¡Joder! ¿Por qué leches no me llama?Desde ayer en la tarde que me envío un escueto mensaje que decía “Esto está complicado, pero lo solucionaré. Te echo de menos", no sé nada de él y me fastidia. Me fastidia tanto como me desconcierta, porque me he acostumbrado a tenerle pululando a mi alrededor.En un intento por poner todo de mi parte y aparcar este asunto hasta que r
Capítulo cincuenta y uno Un hombre muerto *Stella Di Lauro* Un exorbitante olor a alcohol inunda mis fosas nasales y abro los ojos de pronto. Sin embargo, la luz daña mis ojos al mismo tiempo que una punzada ataca mis sienes y vuelvo a cerrarlos. —Ella —escucho la voz de mi hermano mayor a unos metros de distancia—. ¿Ella me oyes? ¿Qué te sientes? —Fede —mi mano se mueve con lentitud a mi frente y masajeo la zona a la vez que parpadeo varias veces para lograr enfocar la vista—. ¿Por qué todo me da vueltas? —Te has desmayado —mis sentidos se van aclarando poco a poco hasta que consigo divisarle frente a mí, justo al lado de una Cassandra Di Lauro con cara de angustia y más pálida que una hoja de papel—. Ten —me extiende el algodón con alcohol antes de comenzar a examinarme. Yo por mi parte, me dejo hacer todavía en mi letargo—. ¿Almorzaste bien? Mi silencio le da la respuesta y de forma automática, mi madre jadea. —¡Dime que no has vuelto a saltarte las comidas, Ella Di Lauro! —
Capítulo cincuenta y dosLas apariencias engañan*Stella Di Lauro*El vino cae al piso y mancha la pulcra alfombra al mismo tiempo que se escucha el sonido del cristal al fragmentarse.—Bueno —el muy cretino se ríe mientras se limpia la sangre en la comisura de la boca con la yema de los dos—, está claro que no esperaba esa reacción.—Entonces eres es un iluso —bufo con una despectiva sonrisa—. ¿Cómo te atreves a siquiera intentar coaccionarme? Tú, un insecto insignificante, ¿te crees capaz de meterte con el último Falconi y encima, presionar a una Di Lauro?—Os creéis mucho por vuestros apellidos.&md