Capítulo cincuenta y nueve
Una segunda boda
*Cassandra Reid*
Entrelazo nuestras manos en busca de darle un poco de confianza y le dejo tomarse su tiempo para responder.
De todos los escenarios que imaginaba, este jamás se me cruzó por la cabeza.
—Me hice un examen de "ADN"... —confiesa por fin—, pero nunca me atreví a leerlo. Hasta el día de hoy permanece intacto, guardado bajo llave. En ese tiempo, me negaba a saberlo. Lo perdí todo, Cassandra y mis hijos fueron el ancla al cual me sostuve para continuar. A pesar del extraordinario parecido con su madre, Ella descongeló mi alma con una simple mirada. Para mí era mi hija y punto.
Aprieto el agarre sobre su puño para darle fuerzas.
»Fue la mayor víctima de la situación. Tanto mis hijos como yo fuimos heridos y aprendimos a sanarnos entre los tres.
Y bueno, aquí está. Sí se pudo. Ya solo falta el epílogo mis amores. Muchos besos y muchas muchas gracias. Espero que cumpla vuestras expectativas.
Capítulo sesentaUna depredadora sexual*Adriano Di Lauro*Me deleito en el exquisito sabor de sus labios, explorando cada espacio de su boca. No me importa que tengamos público o si mi conducta es inapropiada. Es nuestro momento, ella es mía y al mundo debe quedarle claro de una vez por todas.De solo pensar lo que hemos pasado las últimas semanas, vuelvo a temblar colérico. Estuvimos a nada de perdernos el uno a otro. Por un instante, dejé de escuchar su respiración y el miedo se instaló en la boca de mi estómago hasta calarme los huesos. Ahora no pienso quitarle el ojo de encima.Me separo unos pocos milímetros para aspirar el aroma afrutado de su cabello. Mi droga favorita.—¿Lista para abrir el baile, señora Di Lauro? —inquiero en un leve susurro, con mis labios rozando el lóbulo de su oído derecho.—No creo que pueda baila
Capítulo sesenta y unoDejar el pasado atrás*Adriano Di Lauro*¡Joder! ¿Qué se supone que haga con esta información?¿Mi mujer estará al tanto?Algo me dice que al menos la parte bonita de la historia sí la conoce. Después de todo, su amiga anda destilando amor hasta por los poros desde la aparición del Diablo Frost.Quiero preguntarle a Cassandra al respecto, pero temo estresarla con el tema y eso no es bueno para su estado. El objetivo de este viaje es darle un poco de calma después de la abismal tempestad que vivimos.Tengo demasiadas emociones contradictorias. De un momento a otro, mi peor enemigo se convirtió en el salvador de mi esposa. Debo reconocer que sin él no la hub
Capítulo sesenta y dosEl mejor sonido que he escuchado jamás*Cassandra Di Lauro*«Necesito verte»¿Necesita verme?¿Eso es todo lo que tiene para decirme después de semanas sin hablar? Mi marido sufrió un accidente que luego resultó ser un atentado, estuvo en coma, me secuestraron... No recibí ni un mensaje preguntando por mi estado ¿y ahora quiere verme?—No sabía que además de despreciable, eras hipócrita —arrojo con desdén—. ¿Qué sucede? ¿Te has levantado de buenas esta mañana y has recordado que tienes hija?—Cassandra...—¡Estuve a punto de morir! —corto su ridículo intento de discul
Capítulo sesenta y tres El mayor susto *Cassandra Di Lauro* Le han disparado... Podría jurar que la sangre deja de circular y se congela en mis venas. El aire me falta al punto de que no consigo oxigenar mis pulmones. Puedo sentir los latidos de mi corazón en mis sienes y va tan rápido que tengo miedo a que se detenga en cualquier momento. «Necesito verte», recuerdo su extraño tono en aquella llamada. La cabeza me palpita en tanto el líquido ácido viaja desde la boca de mi estómago hasta la garganta. Es una sensación extraña que no me gusta sentir, pero no sé como esquivar. Veo a mi marido gesticu
Capítulo sesenta y cuatro Quien siembra espinas no puede recoger rosas *Cassandra Di Lauro* Quiere verme, hablar conmigo. ¿De qué? Entre nosotros nunca ha habido una conversación amena. ¿Qué reclamos tendrá para darme ahora? «Necesito verte», la última llamada continúa reproduciéndose en mi cabeza como un viejo rollo de película. Estuvo a punto de morir... Creí que no volvería a verlo y ahora..., lo tengo frente a mí, con esos ojos tan iguales a los míos clavados en mí. «No puedo hacer esto» No estoy lista para enfrentarle. Me siento demasiado inestable para escucharle, para hablarle. Mi cerebro despierta del letargo gritando «huye» y eso es lo que hago. Salgo corriendo como si la vida se me fuera en ello.
Capítulo sesenta y cincoLa boda no boda (Primera parte?)*Cassandra Di Lauro*Contemplo mi figura en el espejo mientras cierro la cremallera lateral de mi vestido.No suelo lucir ropa roja, no es mi estilo y no me agrada del todo la forma en la que contrasta con el verde de mis ojos. Sin embargo, debo reconocer que este tono ciruela me sienta bien.Me coloco de perfil en busca de algún indicio sobre mi embarazo, pero mi vientre plano se mantiene igual.Ya quiero que crezca.—En esa posición resulta muy tentador acariciarte frente al espejo, cara —señala mi marido, queriendo ponerse de buenas, pero el cabreo que tengo no me lo quitará con palabras bonitas o ardientes.—Puedo salir para impedirte sucumbir a la tentación &mda
Capítulo sesenta y seisLa boda no boda (Segunda Parte)*Cassandra Di Lauro*Una pequeña capilla decorada con impresionantes hortensias y flores colgantes e iluminada con faroles rústicos, velas aromáticas y cadenas de luces diminutas dan forma al jardín; convirtiéndolo en un espacio mágico.El verdor del césped y del arbolado contrastan a la perfección con los columpios de flores y hojas.La alfombra roja comienza desde la entrada del jardín y se extiende hasta el altar. En cambio las sillas, de estilo clásico pero pintadas de gris metálico con cojines rojas, destacan entre la vegetación, a ambos lados del camino. Lo delimitan pequeñas macetas de flores del color que predomina en la decoración: el rojo pasión.Ostentoso y a la vez sencillo. Carina Fabri tiene buen gusto y ese mérito no se lo puede quitar nadie.Los
Capítulo sesenta y sieteUna puñalada directo al corazón*Adriano Di Lauro*Escondo una mueca de disgusto detrás del vaso en cuanto veo a mi amigo engullir el cuarto trago de un sorbo.No ha dicho una palabra, simplemente tomó una botella de coñac del minibar y se ha sentado a beber como si todo el alcohol del mundo fuera a terminarse esta noche.—¿Quién entiende a las mujeres? —abre la boca para hablar por primera vez en media hora—. ¿Por qué tienen que complicarlo todo? Donde yo veo verde, ellas ven limón, olivo, fluorescente, estampado... ¿Por qué las aguantamos?—Porque las necesitamos —intercedo su ridícula disertación en tanto aparto la bebida. Hoy no me apetece