Anastasia.—Es precioso, Ani… parece un angelito… —Sonreí mirando a Alex, mientras Irina acariciaba el rostro del pequeño Mikhail.Hoy estaba cumpliendo apenas ocho días de nacido, y realmente había olvidado el dolor que pasé cuando estuve todo un día entero con dolores en el hospital.Había sido complicado adaptarme a esta nueva vida, a veces, no quería despegar los ojos de él, no quería que durmiera lejos de mí, ni tampoco dejaba de colocarle el dedo en la nariz, cuando dormía sin mover una sola fibra de su cuerpo.Tuve un parto complicado. Mikhail pesó cuatro kilos, y yo era pequeña, y si no fuera porque necesitaba ver por este chico e Irina, y sobre todo a esa mirada negra que se desesperó cuando me vio tan complicada, me hubiese rendido a la primera.Mikhail Kozlov era el nuevo integrante de nuestra familia, era más dormilón que comelón, e Irina era su admiradora número uno.—Quiero tener unos cinco Mikhail… —miré a Alex después de su comentario.El embarazo era una cosa, pero el
Irina. —¿Estás segura de que vendrá? —me giré hacia Sonya, mi mejor amiga de la preparatoria, y recogí mi cabello mirándome al espejo. Cada vez, y era a menudo que hablaba de Damien, se me hacía un nudo en el estómago. Ya tenía tres años sin verlo en persona, y si no estaba siendo demasiado extrema, me asfixiaba su falta. No podía negar que había un día que no dejara un mensaje para él, tampoco que al menos una vez por semana, nos hiciéramos una videollamada, Damien siempre mantenía el contacto conmigo, pero sentía que estos tres años, algo había cambiado en nosotros por la distancia. Aún no podía asimilar que se hubiese ido ese día en que había llorado a mares por su partida repentina, pero ahora que regresaba, y no sabía por cuanto tiempo, solo sentía que todo era una constante vibración nerviosa en mi existencia. Solté el aliento, y me miré al espejo, este vestido tampoco me gustaba. No me gustaba mucho el azul. —Estoy segura de que vendrá… me lo dijo, y nunca me miente… —le a
Irina.El día, finalmente había llegado.Durante desde que comenzó este 13 de agosto, llegaron los regalos. Mi hermana me premió con unas horas de spa para relajarme antes de la fiesta.Arreglaron mis uñas, y agregaron cantidad de aceites a mi piel. Me llevé a Sonya para hablar con ella durante la jornada, y aunque revisé el teléfono en algunos momentos, no tuve noticias de Damien, ni de cómo iba su viaje.Había escuchado a Alex que Damien llegaría justo para la celebración, y me hice la propia tonta para parecer que no había escuchado y que la noticia no me afectaba.El mayor esfuerzo lo hacía por Ani, ella siempre me recalcaba que Damien era parte de nuestra familia, y yo nunca desmentí que era un hermano para mí.A eso de las siete de la noche comenzaron a maquillarnos, Ana vino personalmente a la habitación a decirnos que no colocaran mucho, y me gustó el resultado fresco, pero que a la vez me hacen más mujer frente al espejo.Colocarme el vestido requirió de dos chicas que vinier
Irina.Mi mente no podía dejar de dar vueltas.Había entrado en una sesión de fotos, y las personas estaban llenando mi caja de sobres y algunos regalos que dejaban en la mesa, recibí muchas felicitaciones y halagos, pero yo no podía dejar mi mente tranquila.Y para cuando giré hacia la pista, Damien ni Sonya estaban allí.No sabía cómo manejar la situación ni qué pensar. Intenté distraerme hablando con algunos amigos y disfrutando de la fiesta, pero mi mirada siempre volvía hacia todos los lugares como si lo buscara desesperada.¿Dónde estaba?—¡Oye! ¿Y nuestra foto? —pasé un trago cuando Sonya llegó mi lado, y el fotógrafo comenzó a disparar en nuestra dirección.Intenté sonreír con naturalidad, pero en lo que pude, le pregunté. —¿Terminaste de bailar hace poco? —ella negó sonriendo.—Claro que no… apenas me dejó con la media canción… parecía apresurado… ¡Oye! ¡Es guapísimo! ¡Dios mío! ¿Puedes ver mis babas? —sonreí por inercia y luego levanté la vista.—Quería hablar con él… se su
Irina. Mi mente no podía dejar de dar vueltas. —Te daré unas clases… aprenderás conmigo… —Damien encendió la camioneta, y me sonrió. —¿Eso quiere decir que te quedarás? Él me miró por un momento, y luego se giró para comenzar a andar. —Aún no lo sé… tengo algunas cosas… Tomé el aire, y miré mi vestido. La parte de mi pecho aún estaba agitada, pero de cierta forma me sentía inmensa cuando Damien era el que estaba a mi lado. Aunque llevábamos tres años sin vernos, cada momento a su lado me hacía sentir como si el tiempo no hubiera pasado, como si todo siguiera siendo igual entre nosotros. Pero, al mismo tiempo, notaba un aura diferente en él, una madurez y una seguridad que me intrigaban. Y de alguna manera, quería saber todo de él. —¿A dónde vamos? —Damien sonrió por un momento y luego aceleró. Me puse el cinturón enseguida, pero luego mi boca se abrió cuando nos dirigimos directo al campanario, más grande de Moscú, que se llamaba, “Iván, el grande”. —Damien… ¿Qué haces? Esta
Irina. Mi mente daba vueltas intentando entender lo que acababa de suceder con Damien. Aquel beso inesperado había sacudido mi mundo, y la rapidez con la que todo se desarrolló me hizo sentir abrumada. No podía negar que había sentido una conexión especial con él, pero también había experimentado miedo y confusión. Llegamos de vuelta a la mansión, y Damien apenas pronunció palabra en todo el camino. Bajé de la camioneta con la mirada perdida, sin atreverme a mirarlo a los ojos. La vergüenza me embargaba, pero también una sensación de haber arruinado algo valioso. Yo tenía la culpa. Dentro de la casa, la tensión era palpable. Pero lo peor, es que mi hermana, Ana, estaba en bata en la sala dando vueltas, y nada más entramos me miró con horror. —¿Irina? —Su pregunta fue apenas un susurro, y sentí que las ganas de llorar me invadieron—. ¿Qué ocurre? —su mirada fue hacia la tira de mi vestido mientras mis labios temblaron. —Yo… —Damien se adelantó para explicar, pero negué. —No pasa
Irina. 8 años después… —Es básicamente lo que trato de organizar… pero sé que no es tu mundo… —sonreí ante lo que dijo mi hermana, y miré a todas partes. Decir que Anastasia Kozlova era una empresaria exitosa, era quedarse corta. Ella había manejado las empresas de Alexey a la perfección todos estos años, y aunque esta empresa donde me estaba desenvolviendo ahora llevara mi nombre, solo era por un cumplido. Y un regalo de mi hermana en el pasado. Además, ni siquiera me gustaban los números. Me pregunté si mis padres estuvieran vivos, ¿hubiese podido escoger este mundo?, pero sabía la respuesta, y era un NO gigante. Así que de cierta forma le daba gracias a mi hermana por ser un poco más abierta a mis ideas y porque al lado de Alex, ella había abierto un poco más su mente. Comencé en la universidad con la visión del diseño de modas, pero inmersa en ese mundo, una cosa llevo a la otra, y luego le di una idea a mi hermana para explorar son sus tantos millones. Por supuesto, me gradu
Irina.El auto se detuvo frente a un moderno edificio de cristal y acero, sede de una importante revista de moda. Conocía muy bien Moscú, incluso algunos estados de Rusia, pero este edificio, había sido creado hace unos tres años atrás, cuando esta revista se posicionó en los primeros lugares y ganó un debut imparable.No sé por qué a última hora se había cambiado el lugar del encuentro, se suponía que iba a verme con Yelena Petrova, la gerente general de esta revista, en un café elegante.Sin embargo, me bajé del auto, y anuncié mi cita modificada en la entrada.—Bienvenida… La señora Petrova la espera… piso veinte.Asentí, me sentía un poco nerviosa, escalar algunas metas que me había propuesto siempre me ponía ansiosa. Y ser modelo de esta revista, haría que incluso mi rostro fuera internacional.Así que no podía cometer errores.Al ingresar a la planta veinte, fue recibida por una chica muy elegante con un vestido negro, quien se presentó muy educadamente, y luego me llevó hacia u