No sé cuánto tiempo ha pasado, pero aquí estoy, cumpliendo con mi palabra. Hoy se reanuda esta historia que me estremece el alma, espero que continúen disfrutándola, así como yo lo sigo haciendo. Gracias por la espera, chicas...
Zahar…Lo único que podía procesar mi mente ahora era que, sí, podía sentir los fluidos de Kereem entre mis piernas mientras caminaba, y en vez de darme vergüenza, solo me entusiasmaban más.No tardé en llegar a la oficina de Víctor cuando di los toques, y su voz áspera me alertó un poco.—Adelante.—Disculpa si interrumpo —me asomé y lo vi con el teléfono en su oreja y negó para decir algo por lo bajo.—No, entra, ya estaba terminando.Di un asentimiento, pero no me senté.—Siento decirte que me voy, pero debo arreglar asuntos. Le enseñé la empresa al señor Abdalá y traté de ponerlo al día. Alessia también se ofreció a…—Siéntate un momento, Ana.Intenté decirle que no era posible, lo menos que quería era ver a Kereem aquí en cinco minutos.—Víctor, por favor…—Solo será un minuto —tomé la aspiración, caminé y me senté en la silla mientras mis mejillas se pusieron rojas—. ¿Estás bien? Estás tan tensa que solo puedo pensar lo peor. Desde que llegó ese tipo tú…—Estoy bien —lo corté—.
Zahar…La noche transcurría lenta, envuelta en un silencio que pesaba sobre mi pecho como una losa. Kereem estaba a mi lado, o yo estaba encima de él, desnuda y con sus manos en mi cintura, mientras sus dedos se esparcían por mi espalda.Me había prometido no derrumbarme, no hacer de esta despedida un lamento, pero cada segundo que pasaba, cada respiración entrecortada, me recordaba que en cuestión de horas él ya no estaría aquí.No quería que se fuera.—Zahar… —Su voz era un susurro grave, cargado de una emoción que rara vez dejaba ver.Lo miré, tratando de grabar en mi mente cada detalle de su rostro. Sus ojos oscuros, su mandíbula tensa, sus labios que tantas veces me habían marcado con su devoción.—Cuídate más de la cuenta —me pidió, acariciando mi mejilla con ternura.—Siempre lo hago —susurré, aunque mi voz sonó quebrada.Él deslizó sus dedos por mi cuello, bajando hasta entrelazar su mano con la mía.—Queda mucho camino —murmuró—. Esto apenas comienza y no subestimo a mis enem
Kereem…El aire del aeropuerto definitivamente fue una mezcla de humedad y asfalto caliente, algo que me decía que, era real que estaba en Riad. Al bajar del jet privado, tomé un segundo para inhalar profundo, dejando que el peso de mi regreso cayera sobre mis hombros. No era la primera vez que volvía de algo importante, pero esta vez era diferente. Había dejado a Zahar, y la impotencia que tenía, no podía describirla.Saber que no todo lo podían controlar mis manos, y que mis ojos no estarían encima de ella todo el tiempo, me jodía la existencia.Ajusté mi chaqueta, caminé en pasos firmes hasta la camioneta y visualicé que Asad estaba tenso.—No, y no, y si digo que las jodidas líneas no se mueven de su espacio, no se mueven —lo escuché decir, y cerré la puerta.Había tenido más tensión de la habitual estas últimas semanas, ambos presentíamos que algo grande se avecinaba, y era evidente que mi salida, les daría un poco de tiempo y estrategia a los enemigos.Pero no podía quedarme aq
Kereem…A veces trataba, pero no podía. Se había hecho más fuerte, se había hecho increíblemente insoportable de sostener, y sobre todo de tolerar. Tenía que retirar sus manos, lo necesitaba porque sencillamente no podía respirar.Era sofocante, alarmante y extremadamente insoportable esta sensación que se había vuelto un martirio.Así que me retiré de su toque, mientras trataba de mantener la compostura. Odiaba que ella hubiese dicho lo del atentado. Ahora solo podrá observar cómo Janna me miraba con el ceño fruncido, mientras sus labios estaban una línea tensa. La habitación, que segundos antes había sido un santuario de paz, ahora se sentía sofocante.—¿Qué ataque? —repitió Janna con una voz firme mientras sus ojos buscaron respuestas en mi rostro.Solté un suspiro y le dirigí una mirada fugaz a Sanem antes de responder.—No fue nada grave. Una emboscada en la carretera, pero estamos bien. Lo resolvimos rápido.Sanem me sostuvo del brazo con fuerza.—No minimices lo que sucedió, Ke
Zahar…Tecleé de forma perezosa ajustando los últimos movimientos y coloqué el auricular en mi oreja sin encenderlo.En la pantalla apareció toda la información, solo porque había configurado mi rostro frente a ella, así que di un bostezo, porque eran las dos de la mañana. Miré mi taza de café vacía y me levanté, mientras escuchaba como el aparato iba sincronizando todo.Miré la cafetera viendo cómo la línea de café comenzaba a llenar la taza, y volví a bostezar hasta que un clip en mi oído me indicó que la sincronización había terminado.La diferencia horaria entre Londres y Riad era de tres horas, así que ahora mismo, eran las 11 de la noche, es esa parte del mundo.“Localizando los puntos”Escuché por el auricular y sonreí. Si no era Asad, Kereem tenía el auricular. Me pregunté si también le faltaba el sueño, y moría por saber qué hacía en este preciso momento.“Zona de peligro”Mi ceño se frunció y mi corazón dio un leve pinchazo. Tomé la taza de café llena y volví a la computador
Kereem… El auricular se apagó, la conexión se cortó y yo me quedé con esas dos palabras ardiendo en mi pecho. No había espacio para el amor en la guerra. Pero ella y yo nunca seguimos las reglas, así que sonreí y apreté mi brazo al que solo tenía una rozadura de bala. —Llamaré a un médico a que lo revise —y no refuté a Asad porque debía tener todo de mí para todo lo que estaba enfrentando. Subí por el ascensor a la suite, y me metí en la ducha, dejando que el agua amortiguara toda la impotencia que tenía. No es que la noticia de Sanem me haya tomado por sorpresa, tenía gente trabajando tras de ella, pero no sabía que había tenido una muestra de mi parte de esta forma. Era lo que más me fastidiaba, y necesitaba aclarar la situación lo antes posible. No creía en sus palabras, pero su firmeza solo hastiaba. Cuando ya salí a la habitación de la suite que había sido de Zahar y yo, estaba un médico encubierto que solo revisó mi brazo y algunos signos vitales únicamente para decir lo q
Kereem…Podía ver sus ojos agrandados, y sobre todo sorprendidos. Pero estaba seguro de que si seguía mi instinto, llegaría un punto sin retorno, y eso es lo que Sanem y yo teníamos.Algo que no podía volver a ser de ninguna manera.Mis ojos debían estar en todas partes, y ya no era una opción confiar.—¿Qué quieres decir? —le sonreí.—Si es mi hijo, es mi hijo. Punto. No tiene discusión.Noté cómo su rostro se iluminó, como si el peso de sus preocupaciones se hubiera desvanecido. La sensación de triunfo la embriagaba, y una sonrisa de satisfacción se dibujó en su rostro.Me imaginé que pudiera pensar que me tenía justo donde me quería, pero estaba jugando un juego, y ella no sabía que estaba dentro de él.De un momento a otro se movió, caminó hacia mí con ilusión, pero la frené de golpe con mi palma extendida en su clavícula. Incluso ella se tambaleó, y dio dos pasos hacia atrás.La mirada brillosa cambió repentinamente y negué.—No te equivoques —dije con voz baja, pero lo suficient
Terceros…Naim recibió el mensaje de Emré, y frunció su ceño.Tenía que estar a una hora reunido con él y Kereem fuera del palacio, y mirando su reloj, sabía que estaba a tiempo.Solo estuvo a punto de hacer una llamada, cuando sintió que la puerta se estrelló y alguien entró con la respiración entre cortada.Sanem estaba llena de lágrimas, y su aspecto daba mucho que decir.—¿Qué ocurre?—Kereem está loco —con largas zancadas, él se acercó tomándole la cara con fuerza.—No más que tú. ¿Qué dijo ahora?—Ahora lo dice abiertamente, ¿puedes creerlo? —Naim restregó sus dedos en las mejillas para quitar sus lágrimas.—¿Exactamente qué dijo?—Qué ama a esa maldit@… ¡Naim! Ella es un maldit* cáncer.—Tu mente lo es. Te aferras a algo que no tiene sentido —Sanem negó.—No lo entiendes…—Lo entiendo todo. Contrataste a una mujer, y enviaste una muestra de Kereem para engendrar un hijo de ustedes dos en ella.Sanem apretó la mandíbula, a pesar de que encontraba refugio en Naim, no podía decirl