Mis amores los demás capítulos, saldrán un poco tarde, estoy en una consulta médica.
CONFRONTACIONES. CLUB OLIMPO. —¿Te vas de viaje con ella? —preguntó Daniel, dándole un sorbo a su whisky. —Sí, por negocios —respondió Nathaniel, sin mirarlo. Daniel alzó una ceja, su escepticismo pintado en una sonrisa sarcástica. —Sí, claro, trabajo. ¿Por qué mejor no admites que quieres irte con ella para estar solo? Además, es París, la ciudad del amor. Por primera vez, Nathaniel no se mostró enojado ante la insinuación de su amigo. En el fondo, sabía que había algo de verdad en sus palabras. No solo era un viaje de negocios; quería llevar a Elara consigo, quería mostrarle París, disfrutar de la ciudad a su lado, vivir un momento especial. Se rio de sí mismo al darse cuenta de cómo habían cambiado sus prioridades, imaginándose, paseando por el canal Saint-Martin con ella. —Necesito que me hagas un favor —dijo, desviando la conversación. —¿Otro? A ver qué desea, el amo —bromeó Daniel, con una sonrisa burlona. Nathaniel soltó una carcajada profunda y sincera. —No es mucho,
AVIÓN PRIVADO. Elara observó el pequeño aeródromo con el ceño fruncido, claramente desconcertada. ―Oye, ¿esto qué es? No parece el aeropuerto de siempre. Nathaniel se inclinó hacia ella y le regaló una de esas sonrisas que siempre le revolvían todo por dentro. ―Vamos a volar en privado esta vez. Elara levanto una ceja. ― ¿Privado? Eso suena... excesivo, ¿no cree? Nathaniel le hizo un guiño y luego le apretó la nariz. ―Es más cómodo y, además, sin ojos curiosos, ¿qué más podemos pedir? Ella lo miró, tratando de leer sus intenciones. Todo esto era nuevo, y aunque la sorpresa la había golpeado primero, la curiosidad empezaba a tomar su lugar. Nathaniel salió del coche y le dio la llave al encargado con una confianza que le decía que ya lo conocía. Y antes de que Elara pudiera siquiera tocar la manija de la puerta, él ya la estaba abriendo por ella. Le extendió la mano, no como un caballero de alta alcurnia, sino como alguien que conocía bien el significado de un gesto sencillo.
BIENVENIDOS A PARIS.Nathaniel y Elara finalmente habían llegado a París. Elara, con una sonrisa que apenas cabía en su rostro, estaba emocionada por explorar cada rincón de la ciudad de la luz. Pero cuando Nathaniel la llevó no a un hotel, sino a un piso de lujo con vistas a la Torre Eiffel, su alegría se mezcló con sorpresa.― ¿Por qué aquí? ―preguntó, girando en el centro del salón amplio, sus ojos bailando de una pared a otra.―No te preocupes por eso, ―dijo Nathaniel con una sonrisa tranquila y un brillo juguetón en sus ojos. ―Solo disfruta.Y con esa sencillez en su tono, le dio un beso que pareció robarle el aliento a Elara. Un beso que prometía aventuras en las calles empedradas de París.―Esta noche saldremos a cenar, ―le susurró, alejándose un poco para ver su reacción.Ella asintió, aun flotando, en ese pequeño espacio donde el tiempo se detuvo con su beso. ― ¿Y tú qué harás?―Tengo algunas cosas que hacer, ―dijo él, recogiendo su chaqueta y dándole una sonrisa que Elara n
CENA ROMÁNTICA. Elara se deslizó en el asiento de cuero suave de la limusina, su corazón latiendo con la promesa de una noche inolvidable. El chófer cerró la puerta detrás de ella y el vehículo se deslizó por las calles iluminadas de la ciudad. Mientras los edificios pasaban, ella solo podía pensar en Nathaniel y en la sorpresa que le había preparado. La limusina se detuvo frente a un restaurante que parecía sacado de un cuento de hadas. Con una fachada elegante y acogedora, el restaurante tenía vistas directas a la Torre Eiffel, cuyas luces titilaban como diamantes en el cielo nocturno. Nathaniel estaba allí, esperándola con una sonrisa que le robó el aliento. ―Bienvenida a 'La Vue Enchantée', ―dijo él, ofreciéndole su brazo. Elara le devolvió la sonrisa y se dejó guiar al interior del restaurante, donde una mesa apartada con vistas perfectas los esperaba. Cada detalle era perfecto: velas centelleantes, pétalos de rosa esparcidos sobre la mesa, y una botella de vino francés esperan
ENAMORADA DE ÉL (+18) Nathaniel deslizó sus manos por la figura de Elara y acunó sus nalgas y en un movimiento rápido la cargo, ella gimió por la sorpresa y luego ambos se dirigieron a la habitación principal. Ninguno de los dos rompió el beso, sus lenguas seguían jugando y pequeños gemidos de placer brotaban de Elara. Nathaniel la dejó caer en la cama y ella le dio una mirada que él estaba seguro jamás olvidaría. ―Nat, por favor… ―ella suplicó contoneándose y jugando con sus pechos a través de su vestido. ―Joder, Elara, eres la visión más hermosa. ―murmuro admirándola. Ella curvó sus labios ahora rojos en una sonrisa. ―Ven… ―susurro de vuelta. ―… ámame. Nathaniel gruño, complacido y se inclinó para deslizar sus manos lentamente a través de sus piernas, era un movimiento lento, pero cargado de deseo, Elara cerró los ojos disfrutando de la sensación de sus manos ásperas sobre su piel. Él subió su vestido hasta su cintura y se embebió del espectáculo ante él. La mini tanga de e
BAJO SU HECHIZO (+18) ―Por favor, no te detengas. Nathaniel subió a través de su cuerpo y acuno su rostro para mirarla a los ojos. ―Nada me haría detenerme ―dijo con voz ronca ―No tienes idea de lo mucho que te deseo Elara. Ella sonrió y jugo con su cabello. ―Tómame. ―susurro, rodeando sus caderas. Nathaniel movió sus caderas y deslizo dentro de ella, con su boca rozando sus labios. Había sido el único hombre en la vida de Elara, el único que había sentido su coño apretarse por primera vez. Y estaba decidido a ser el único hombre que la tendría. Tomando su boca en un beso profundo y cargado de posesividad, se empujó hacia delante y se tragó su gemido mientras la llenaba. Nathaniel se estremeció como nunca, sintiendo como su coño se apretaba alrededor de su polla. Elara Vance era su ángel en la tierra. ―Eres mía ―le susurro al oído ―. De nadie más. ―Tuya. Sus ojos se encontraron y ambos brillaban de amor, Nathaniel estaba irremediablemente bajo su hechizo y ahora supo que lo
ALIANZAS OSCURAS. Mientras la luz del sol matutino se refleja en las aguas del Sena, Nathaniel y Elara caminan cerca del río, con las manos entrelazadas, mientras eran seguidos de cerca. Él se detuvo de repente y la abrazo. ―Cuando era niño, las cosas eran complicadas en casa. ―dijo mirando el agua ―Era como nadar contra la corriente. Elara lo abrazo más fuerte ofreciéndole una sonrisa. ―Pero mira hasta donde has llegado, eres un gran empresario. Él le dio una mirada tierna y beso ligeramente su sien. Elara sintiéndose abrumada por su ternura, cerro los ojos y se permitió disfrutar, pero de repente la realidad la golpeo de nuevo. ―Nathaniel, ¿qué pasará cuando volvamos a Chicago? ―lo miró fijamente ―Quiero decir… Él se quedó en silencio por un momento, causando que Elara temiera haber cruzado una línea. Pero entonces él sonrió ampliamente. ―Elara, tú no eres solo alguien con quien estoy. Eres mi amor. ―su mirada azul profunda se clavó en ella, haciendo que el corazón de Elara
CREANDO RECUERDOS. ―Nat, ¿a dónde me llevas? ―preguntó Elara entre risas, su voz danzaba en el aire salino de la Riviera Francesa. ―Ya verás, ―dijo él― solo no hagas trampa. Ella apretó su mano con cariño y lo siguió sin resistencia. Hoy marcaba su último día en Francia y Nat había prometido cerrar su estadía con broche de oro. La reunión con los inversionistas había sido un éxito rotundo, y habían decidido regresar al piso para celebrar, entregándose el uno al otro en una noche que prometía ser eterna. Elara se sentía flotar en un sueño del que temía despertar. Sin embargo, la realidad acechaba con la luz del amanecer. Pronto regresarían a Chicago, y cada uno volvería a su antigua vida. No había arrepentimiento en el corazón de Elara, solo la determinación de guardar esos recuerdos, de atesorarlos para los días en que la ausencia de Nathaniel fuera insoportable. Elara había tomado una decisión: una vez que Rose estuviera recuperada, dejaría su puesto. Se iría lejos, tal vez fuera