¡Awwww! Sinceramente estoy necesitando un galán de estos. Hahahahah. ¡Besos!
BAJO SU HECHIZO (+18) ―Por favor, no te detengas. Nathaniel subió a través de su cuerpo y acuno su rostro para mirarla a los ojos. ―Nada me haría detenerme ―dijo con voz ronca ―No tienes idea de lo mucho que te deseo Elara. Ella sonrió y jugo con su cabello. ―Tómame. ―susurro, rodeando sus caderas. Nathaniel movió sus caderas y deslizo dentro de ella, con su boca rozando sus labios. Había sido el único hombre en la vida de Elara, el único que había sentido su coño apretarse por primera vez. Y estaba decidido a ser el único hombre que la tendría. Tomando su boca en un beso profundo y cargado de posesividad, se empujó hacia delante y se tragó su gemido mientras la llenaba. Nathaniel se estremeció como nunca, sintiendo como su coño se apretaba alrededor de su polla. Elara Vance era su ángel en la tierra. ―Eres mía ―le susurro al oído ―. De nadie más. ―Tuya. Sus ojos se encontraron y ambos brillaban de amor, Nathaniel estaba irremediablemente bajo su hechizo y ahora supo que lo
ALIANZAS OSCURAS. Mientras la luz del sol matutino se refleja en las aguas del Sena, Nathaniel y Elara caminan cerca del río, con las manos entrelazadas, mientras eran seguidos de cerca. Él se detuvo de repente y la abrazo. ―Cuando era niño, las cosas eran complicadas en casa. ―dijo mirando el agua ―Era como nadar contra la corriente. Elara lo abrazo más fuerte ofreciéndole una sonrisa. ―Pero mira hasta donde has llegado, eres un gran empresario. Él le dio una mirada tierna y beso ligeramente su sien. Elara sintiéndose abrumada por su ternura, cerro los ojos y se permitió disfrutar, pero de repente la realidad la golpeo de nuevo. ―Nathaniel, ¿qué pasará cuando volvamos a Chicago? ―lo miró fijamente ―Quiero decir… Él se quedó en silencio por un momento, causando que Elara temiera haber cruzado una línea. Pero entonces él sonrió ampliamente. ―Elara, tú no eres solo alguien con quien estoy. Eres mi amor. ―su mirada azul profunda se clavó en ella, haciendo que el corazón de Elara
CREANDO RECUERDOS. ―Nat, ¿a dónde me llevas? ―preguntó Elara entre risas, su voz danzaba en el aire salino de la Riviera Francesa. ―Ya verás, ―dijo él― solo no hagas trampa. Ella apretó su mano con cariño y lo siguió sin resistencia. Hoy marcaba su último día en Francia y Nat había prometido cerrar su estadía con broche de oro. La reunión con los inversionistas había sido un éxito rotundo, y habían decidido regresar al piso para celebrar, entregándose el uno al otro en una noche que prometía ser eterna. Elara se sentía flotar en un sueño del que temía despertar. Sin embargo, la realidad acechaba con la luz del amanecer. Pronto regresarían a Chicago, y cada uno volvería a su antigua vida. No había arrepentimiento en el corazón de Elara, solo la determinación de guardar esos recuerdos, de atesorarlos para los días en que la ausencia de Nathaniel fuera insoportable. Elara había tomado una decisión: una vez que Rose estuviera recuperada, dejaría su puesto. Se iría lejos, tal vez fuera
ERES SOLO UNA AMANTE. Elara empujó la pesada puerta de cristal del hospital y entró en el estéril y familiar ambiente. El olor a antiséptico y la luz blanca la golpearon con recuerdos de visitas pasadas, pero esta vez, su corazón latía con la emoción de compartir su reciente viaje a Francia con Rose. Subió apresuradamente las escaleras, y al llegar a la habitación de Rose, sus ojos encontraron la figura cansada pero sonriente de su hermanita. ― ¡Rose! ― ¡Elara! ―la niña le dio la más hermosa de las sonrisas. ― ¿Cómo está mi pequeña? ¿Me extrañaste? ―Sí, aunque Sara vino a visitarme muchas veces. ―Bueno, ¿adivina? Te traje algo de mi viaje. ― ¿En serio? ¿Qué es Elara? ¡Muéstramelo! La pequeña estaba impaciente como cualquier niño de su edad. Y Elara abrio su bolso y le mostró una hermosa lámpara de noche con la forma de la torre Eiffel. De hecho, Nathaniel la había escogido para ella, pero Elara omitiría esa parte. ― ¡Wauu! Es hermosa, Elara. ― ¿Te gusta? ―Mucho. Ahora tengo
CELOS MATUTINOS. Nathaniel salió del ascensor con la respiración contenida, esperando ver a Elara en su lugar habitual. Sin embargo, su espacio estaba vacío, y un nudo se formó en su estómago. La incertidumbre le carcomía por dentro, pero antes de que pudiera dejarse llevar por la ansiedad, la voz de Margarita lo devolvió a la realidad. —Nathaniel, ¿buscas a Elara? Fue a la cafetería hace un momento —dijo con una sonrisa tranquilizadora. Un suspiro escapó de sus labios mientras asentía con un simple. —Gracias, Margarita. Entró en su oficina y la puerta se cerró tras él con un clic sordo. En su escritorio, el itinerario del día lo esperaba junto a una taza de café ya sin calor. Nathaniel frunció el ceño y murmuró un “demonios” cargado de frustración antes de caminar hacia su silla y sentarse pesadamente. Dio un sorbo al café, haciendo una mueca al probar el amargor que confirmaba sus sospechas: Elara estaba molesta por la noche anterior. Apoyó los codos en el escritorio y se llevó
NO LO QUIERO VER RONDANDOTE.Elara desvió la mirada, sus mejillas teñidas de un rubor que no podía ocultar.—Nathaniel… estamos en la oficina —susurro.Él sonrió y asintió hacia las ventanas oscurecidas.—¿Nathaniel? —replicó él con un tono burlón—. ¿Ya no soy Nat?Inclinando la cabeza aún más cerca, susurró en su oído, su aliento caliente contra su piel.—Nadie puede vernos, Elara. ―Los labios de Nathaniel rozaron la piel de su cuello, provocando un escalofrío involuntario en ella. —Pero estoy tentado de decirle a Jordán Díaz que eres mía.Elara lo miró, su expresión una mezcla de sorpresa y reproche.—No soy tuya, tú y yo…La mandíbula de Nathaniel se tensó, una reacción instintiva a sus palabras.—Parece que hay algún tipo de malentendido —dijo, y presiono su cuerpo contra el de ella mientras una mano se enredaba en su cabello, obligándola a sostener su mirada. —Parece que no has entendido todavía, mi amor. El hecho de que hayamos regresado no cambia nada entre nosotros, no es así c
UN NUEVO CORAZÓN La sala de operaciones estaba impregnada de una luz azulada y fría, los monitores emitían un zumbido constante, y el aire estaba cargado de una tensión palpable. Adrián, con la mirada fija en la caja conservadora que contenía el corazón destinado a Rose, se perdió en sus pensamientos, reviviendo la conversación que había tenido la noche anterior. «― Dr. Bennett, piénselo, obtendrá mucho dinero y nadie se dará cuenta, solo tiene que alegar que el corazón no sirvió, esas cosas pasan. Adrián apretó el teléfono con fuerza y pregunto bruscamente. ― ¿Quién eres? ―Quién soy no importa, lo que sí debe importar es que puede obtener mucho dinero, más del que jamás imagino. Solo tiene que trasplantar el corazón equivocado, así de fácil. ― ¿Por qué? ¿Qué ganas con eso? ―Lo que yo gano es asunto mío, Dr. Bennett. Ahora dígame, ¿quiere el dinero o no?» Había dicho una voz masculina desde el otro extremo de la línea telefónica. Al principio, Adrián había pensado que se tratab
SANA Y SALVA.Los segundos pasaron como horas hasta que el monitor mostró señales de recuperación. El corazón de Rose comenzó a latir con más fuerza, recuperando un ritmo más estable. Adrián y el equipo continuaron la operación con renovada urgencia, conscientes de que cada momento era precioso. La habilidad del especialista y la rápida respuesta del equipo médico habían superado la complicación, pero la operación aún no había terminado.Con manos estables y una concentración absoluta, trabajaron en silencio, comunicándose con miradas y gestos mínimos. Finalmente, después de horas que parecieron eternas, el nuevo corazón estaba en su lugar, latiendo con fuerza en el pecho de Rose.Adrián permitió que un suspiro de alivio escapara de sus labios mientras observaba los signos vitales estabilizarse en el monitor.―Hemos terminado. ―dijo el especialista, permitiendo una pequeña sonrisa de satisfacción.Adrián asintió, sabiendo que habían dado a Rose una nueva oportunidad en la vida. A pesa