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SOLO YO PUEDO TENERTE. Cuando Elara bajó las escaleras, Nathaniel ya estaba allí, apoyado en su auto con una postura que irradiaba una confianza que rozaba la arrogancia. Una de sus manos descansaba casualmente en el bolsillo de su pantalón, mientras que la otra sostenía un pequeño estuche de terciopelo. Él tragó saliva al verla acercarse. A pesar de que siempre había sabido que Elara era hermosa, esa noche ella estaba, sencillamente, impresionante. Su vestido abrazaba cada curva, curvas que él conocía perfectamente, un sentimiento posesivo y fiero se apoderó de él, y sus ojos se oscurecieron con la intensidad del deseo. Elara, por otro lado, estaba consumida por una nerviosidad que hacía temblar ligeramente sus manos. Era la primera vez que asistía a un evento de tal magnitud, y la primera vez que salía con Nathaniel en un contexto tan formal. Las mariposas en su estómago parecían estar en pleno vuelo acrobático, y con cada paso que daba hacia él, sentía cómo su corazón amenazaba co
UN JEFE CELOSO. ―¿Así que tú eres la hermosa secretaria de Nathaniel? ―pregunto el hermoso hombre de ojos tan oscuros como la noche. Elara hizo lo posible por mantenerse calmada, pero era casi imposible cuando se estaba frente a un hombre como él. De repente, con un movimiento fluido y seguro, la hizo girar y luego la sujetó de nuevo por la cintura. Elara sorprendida por la precisión del giro, se encontró de repente muy cerca de él, respirando su aroma amaderado. Ella no pudo evitar estar impresionada; era una sensación nueva, excitante y desconocida. Nunca había salido con nadie más, excepto Nathaniel, pero Elara estaba segura de que este podría considerarse uno de los más atractivos que vería. Su cabello negro brillaba bajo la luz dorada de las lámparas de cristal, su barba perfectamente recortada enmarcaba un rostro que podría hacer suspirar a cualquier corazón. Sus ojos negros e insondables parecen esconder secretos que solo él conocía. Sí, definitivamente era el tipo de hombre
UN JEFE CELOSO (II)Elara salió del salón del banquete, maldiciendo a Nathaniel por ser un estúpido. Había aceptado bailar con Zayd simplemente por no avergonzarlo. Y él, en cambio, la trataba como si deliberadamente hubiera buscado bailar con el empresario.De repente, su muñeca fue agarrada con fuerza y se giró solo para encontrar la mirada enojada de Nathaniel.―Suéltame ―exigió forcejeando con él.―No intentes hacer un espectáculo y sígueme. ―gruño.Antes de que Elara pudiera negarse ya estaba siendo arrastrada hacia la caseta del jardín del hotel.―¿Quieres caminar más despacio? Llevo tacones, recuerdas.Nathaniel se detuvo y miró sus pies, los tacones de cinco centímetros ahora estaban enterrados en la grama. La agarró y un momento después la cargó sobre su hombro.―¿Qué…? ¡¿Qué estás haciendo?! ¡Bájame!―¿No querías ayuda? Bien, estoy ayudándote. Ahora vamos.Nathaniel no dijo nada más y caminó casi a zancadas hacia la caseta.―¿Puedo saber al menos a donde me llevas?―Ten calm
ROSAS ROJAS. Nathaniel entró en la oficina, su mirada habitualmente firme se suavizó por un momento al ver el ambiente de trabajo tranquilo. Pero entonces, vio un gran ramo de rosas rojas en el escritorio de Elara y su buen humor se esfumó. Su semblante cambió instantáneamente, los músculos de su mandíbula se tensaron mientras se dirigía hacia el escritorio de Margarita. ―¿De dónde han salido esas flores? ―le preguntó a Margarita que ya había llegado. ―Oh, llegaron esta mañana para Elara. Las recibí por ella, pero… Antes de que Margarita pudiera terminar, Nathaniel ya había agarrado la tarjeta. Sus ojos la recorrieron rápidamente y leyó el mensaje: “Para la mujer más hermosa: espero que estas rosas te hagan sonreír” ―Maldito ―gruño por lo bajo y apretó el papel en su puño. La ira se dibujó en cada línea de su rostro. ―Margarita, quiero que tires este ramo ahora mismo. ―Pero, señor, no puedo hacer eso… ―la secretaria estaba asombrada ―Son para Elara y… ―¡Yo doy las órdenes aq
CASATE CON ELLA.La oficina de Nathaniel, con sus paredes de cristal y una vista impresionante de la ciudad, estaba impregnada de un aire tenso.―Las pérdidas son significativas, Nathaniel ―empezó uno de los abogados, ajustándose las gafas. ―Y eso no es todo. También estamos obligados a cubrir los gastos médicos de los heridos en el incendio.La preocupación en el rostro de Nathaniel se intensificó, sus cejas se fruncieron y su voz tembló ligeramente al preguntar.―¿Cuánto tiempo tenemos para prepararnos?El otro abogado, una mujer con postura firme y mirada directa, respondió sin rodeos.―No mucho. Las demandas comenzarán a llegar pronto. Es un caso claro de negligencia por parte de la empresa.Al oír ‘negligencia’, Nathaniel sintió cómo la sangre le hervía. Se levantó bruscamente, sus manos golpearon la mesa con fuerza, haciendo temblar los documentos a su alrededor.«¡Maldita sea Julián!» Pensó furiosamente. «¡Si hubiera estado al tanto del mantenimiento de las máquinas, nada de es
INVITACION A CENAR. Cuando Elara llegó a su departamento, encontró a su amiga mirando fijamente su laptop. ―¿Qué hay tan interesante en la computadora? ―preguntó. Sara estaba con la boca abierta y Elara rodó los ojos antes de ir a ver qué era tan especial. Se quedó perpleja al ver que su amiga estaba buscando el nombre de Zayd. ―¿Qué rayos, Sara? ¡¿Por qué está el nombre de Zayd en G****e?! ―exclamó. ―Sencillamente perfecto ―susurro la chica con aire soñador. ―Eres imposible. ―se quejó Elara mientras cerraba la computadora. ―¿Por qué? ¿Qué tiene de malo? ―replico Sara mientras volvía a encenderla ― Tenía que saber si el papacito ese era como me lo describiste. Sara se puso de pie y sostuvo los hombros de su amiga. ―Elara, déjame decirte que eres una chica con suerte. Tener un pretendiente así no le pasa a cualquiera. Es árabe, rico, guapo, sexy, y te dará el mejor sexo de tu vida. ¡Demonios, me excité de solo pensarlo! Elara se apartó de su amiga y suspiró. ―En primer lugar,
EL NOVIO SE HA IDO. ―¡Nathaniel, querido, debes estar emocionado! ―exclamó su Regina con una copa de champán en la mano. ―¿Dónde irán de luna de miel? El desinterés en sus ojos era fácil de ver. ―Todavía lo estamos pensando ―respondió Nathaniel, sin una pizca de emoción. ―Quizás Europa… o algún lugar tropical. ―Victoria se inclinó hacia él, su mano encontrando la suya sobre la mesa. ―Cualquier lugar será perfecto, siempre y cuando esté contigo. Su cercanía lo abrumaba, y el cuerpo de Nathaniel se tensaba de solo imaginar estar con Victoria de luna de miel. Su mente se negaba a cooperar y lo llevaba a imaginar a cierta mujer de cabello castaño enfundada en un mini traje de baño. Se la imaginó sonriéndole y la forma en que sus ojos se iluminarían mientras veía el océano. Pero su destino era otro y no había nada que pudiera hacer. ―Y después de la boda, ¿ya han decidido dónde vivirán? ―insistió Regina, ajena al conflicto interno de su hijo. ―Sí, esta semana veré algunas casas en
EL NOVIO SE HA IDO (II) En el baño, Elara tomó varias respiraciones para tratar de tranquilizar su corazón. Y de repente el sonido de la puerta cerrándose con fuerza hizo que se girara. Sus ojos se encontraron y en los de Nathaniel había una ira que amenazaba con estallar. ―Elara, ¿quieres explicarme qué demonios haces con ese imbécil? ―Hola, Nathaniel, no esperaba verte aquí. ―dijo ella con indiferencia, y sin intenciones de responder su áspera pregunta. ―Responde ―exigió él dándole una mirada intensa ―Estás disfrutando mucho tu nueva compañía, por lo que veo. Elara alzó los labios en una sonrisa deliberada y se cruzó de brazos. ―Muy atento por lo que veo; sin embargo, no olvides que estás aquí con tu prometida. El comportamiento de Elara era como echar fuego a la gasolina, Nathaniel dio un paso amenazante haciendo que ella retrocediera. ―No me gusta verte con él. ― sentenció ― ¿No fui claro la última vez? ―Y yo también fui clara ―ella mantuvo la mirada desafiante ―no tienes