UN PACTO CON EL DIABLO. CAPÍTULO 17. La tradición familiarKenneth se miraba en el espejo como si quisiera arrancarse el cabello. El atuendo del siglo XVIII, con la casaca ajustada y las medias blancas, lo hacía ver como si estuviera a punto de protagonizar una obra de teatro ridícula. ¡No podía creer que tuviera que estar así días completos delante de… un montón de gente! Pero lo peor no era el atuendo en sí, sino todo lo que se marcaba en el área de la bragueta.¡Y Dios era testigo de que él jamás había sido pudoroso, pero aquello era como ir ofreciéndolo por delante…! ¡Muy ofrecido!—¡Esto es una maldit@ broma! —exclamó, agitando las manos frente al espejo—. ¡Mírame! ¡Parezco un noble de carnaval... con un paquete de exhibición!Leny, apoyada en el marco de la puerta, lo observaba con una sonrisa traviesa.—Oh, Kenneth, querido... no es solo que pareces un noble de carnaval. ¡Es que lo luces a la perfección! —dijo, soltando una risita mientras sus ojos se desviaban descaradamente h
UN PACTO CON EL DIABLO. CAPÍTULO 18. Problemas de corséKenneth pestañeaba despacio mientras intentaba mantener la compostura al cruzar el umbral de la posada, pero la combinación de cerveza, el dolor en su trasero y la risa incontrolable de Leny no lo ayudaban en lo más mínimo. Ambos estaban más que pasados de copas.—¡Por Dios, Kenneth! ¡Camina derecho! —se burló Leny, aunque ella misma estaba tropezando y usaba a Kenneth de muleta—. ¡Parecemos dos piratas borrachos!—Eso es porque ¡somos! dos piratas borrachos —respondió él, mientras la ayudaba a subir las escaleras, sin dejar de reír.—¡Y encima los dos usamos tacones! —se carcajeó Leny y Kenneth miró sus zapatos con hebillas y en efecto, tacones.—¡Ah, qué vida tan miserable esta de los nobles de pacotilla! ¡Que alguien me traiga más cerveza y unas almohadas para sentarme!Llegaron a la habitación, y fue justo entonces cuando Leny se dio cuenta del pequeño problema: con tanta tela, vuelos y cintas, su vestido parecía una trampa m
UN PACTO CON EL DIABLO. CAPÍTULO 19. Los problemas de ser…—¡Ay, por Dios, mamá, no es para tanto! —gruñó Leny, todavía jadeante, mientras Kenneth intentaba, sin mucho éxito, ayudarla a sentarse decentemente en el carruaje.Las miradas escandalizadas de la familia no se hicieron esperar, pero ella no estaba de humor para explicaciones diplomáticas.—¡¿Qué están mirando?!—¡Que esa no es forma de presentarse, primita! —se adelantó una de sus primas, abanicándose y Leny puso los ojos en blanco mientras se bajaba del carruaje.—¡No seas payasa, solo me estaba ahogando con el maldito corsé!Entre el resto de la familia se intercambiaron miradas nerviosas, pero la tía Louise soltó una carcajada para despejar la tensión, y a pesar del rostro severo del duque, era más que evidente que estaba haciendo hasta lo imposible por no soltar la suya.—¡Por Dios, si eso pasa todo el tiempo en estos trajes ridículos! ¡Deberían inventar algo más práctico! ¡Algo así como un brasier! —exclamó Louise, sacu
UN PACTO CON EL DIABLO. CAPÍTULO 20: Una cómplice perfectaLeny y Kenneth se alejaron del bullicio del palacio del barón, a través de un estrecho sendero que apenas conocían los sirvientes. La propiedad era enorme, y casi toda el área era guardada celosamente por la familia, en especial las edificaciones más viejas que, aunque se habían desechado desde hacía muchos años, seguían teniendo un alto valor histórico y sentimental para ellos. A cada paso que daban, el sonido del viento y los pájaros reemplazaba las voces lejanas de quienes seguían charlando.Kenneth miraba a Leny con curiosidad mientras caminaban, en algunos momentos le parecía la chica sexi y terriblemente poderosa de la mesa de póker de Las Vegas, y otras era la duquesita loca que bebía una jarra de cerveza y se ahogaba con un corsé, y no tenía ni idea de que esa noche solo sería el inicio para que conociera a una mujer muy diferente.—¿A dónde me llevas? —preguntó con una sonrisa curiosa—. ¿Estamos huyendo temporal o de
UN PACTO CON EL DIABLO. CAPÍTULO 21: Fuego en el aguaEl vapor se levantaba alrededor de ellos mientras Kenneth volvía a besarla. A lo mejor estaba completamente loco, pero después de todas las tensiones de los últimos días, aquel maldito estuche con tres condones era como tener las llaves del paraíso por partida triple.—¿Tienes idea de lo que me haces? —gruñó rompiendo uno de ellos mientras su boca volvía a devorar la de Leny y permitía que toda aquella excitación lo dominara.No podía negar que aquello de que lo llamara “verdugo” lo había puesto por las nubes en un solo segundo, y aquella visión de Leny mordiendo sus labios, disfrutando al sentirlo tan cerca, aquel tacto sus manos deslizándose por su espalda desnuda… Todo aquello era como detonador gigante para él.—¿Qué te hago? —susurró ella con tono provocador, entrecerrando los ojos mientras lo desafiaba—. ¿Qué te hago, Ken?—Me vuelves loco, joder —gruñó él mientras su boca bajaba hacia su cuello y sus dedos recorrían la curva
UN PACTO CON EL DIABLO. CAPÍTULO 22. Secretos de familiaMientras Leny se vestía sin prisas para regresar a la casa, Kenneth no podía quitarse de la cabeza lo que ella había dicho sobre los encuentros de amantes en esos baños termales. Algo en su comentario había despertado una insaciable curiosidad en él. Así que se quedó allí, paseando la mirada por las viejas paredes de piedra, frotándose la barbilla con aire distraído. Leny, que ya estaba ajustándose el corsé, lo miró de reojo y soltó una carcajada.—¿Qué haces? —preguntó ella mientras se ajustaba los cordones—. ¿En serio estás buscando nombres grabados en piedra?—¡Oye, no es tan descabellado!—Ken, he estado aquí mil veces, no hay nada interesante. Solo leyendas antiguas y mucho vapor caliente.Pero él seguía dando vueltas, inspeccionando cada rincón con más atención de la que ella esperaba.—¡Eso es porque nunca te has tomado el tiempo de buscar como un abogado! —replicó con tono burlón, hasta que se acercó a una de las paredes
UN PACTO CON EL DIABLO. CAPÍTULO 23. Un estúpido insensible.Leny estaba en shock. Las palabras de las cartas seguían resonando en su mente, como si cada frase escrita por su madre con ese otro hombre fuera un eco que no podía detener. Se levantó bruscamente, sus manos temblaban mientras recogía las cartas una por una, metiéndolas en el pequeño cofre con movimientos torpes.—¡Leny, espera! —gritó Kenneth, viéndola apresurarse de vuelta al palacio del barón como si estuviera a punto de huir—. No puedes simplemente salir corriendo. Tienes que calmarte.—¡Calmarme! —repitió ella, casi en un grito—. ¿Cómo demonios se supone que me calme después de esto? ¡Mi madre engañó a mi padre! ¿Y si yo…? ¡No, no puedo ni siquiera pensarlo!Con el cofre en las manos, salió corriendo de la torre sin mirar atrás, y Kenneth la siguió porque la prioridad era evitar que hiciera alguna estupidez.—¡Leny, por favor! —rogó mientras la alcanzaba—. ¡Detente!Finalmente, a mitad del camino, justo antes de llegar
UN PACTO CON EL DIABLO. CAPÍTULO 24. Un hombre con ¿suerte?El recorrido continuó, pero ya nada era lo mismo. Leny se había encerrado en un silencio gélido, tan impenetrable que ni Kenneth, con toda su elocuencia, sus bromas o sus protestas por su trasero magullado lograba romper.El traqueteo del carruaje, que antes era apenas un murmullo de fondo mientras bebían y se quejaban juntos, ahora parecía un martilleo constante. Ella se mantenía apartada, mirando siempre por la ventana como si algo fuera de esas polvorientas carreteras le ofreciera consuelo; pero ni una sola palabra escapaba de sus labios.Kenneth suspiraba, inquieto. Le dolía verla así, pero tampoco sabía cómo arreglarlo. Le había hablado del “lado bueno” porque en su cabeza, como abogado, siempre había una salida. Pero quizás se había dado cuenta demasiado tarde, de que los problemas para alguien como ella no se podían abordar de la misma manera que para cualquier otro mortal.Al llegar a la posada esa noche, el ambiente