CAPÍTULO 62. Una confianza perdidaGrayson estaba alterado y eso se notaba mucho, como también se notaba que su paciencia estaba llegando al límite.—No puedo prometerte que será la última vez que te citen —murmuró detrás de ella, y Serena se sobresaltó al verlo apoyado en la puerta de la habitación—. Pero sí te prometo que será la última vez que te presentarás —le aseguró—. Porque después de mañana, pase lo que pase, te irás con Meli, te irás con esas identidades nuevas que conseguí para ustedes, y te alejarás de todo este desastre, porque ya tengo que reconocer que esto no parece tener un final cercano.Serena apretó los labios, pero no estaba dispuesta a discutir. Había algo que estaba activando todos sus instintos, y no iba a cuestionarlo.—Está bien —accedió. Y lo único que obtuvo a partir de ahí fue el abrazo de Grayson, que la llevó a la cama, y la inquietud con la que al otro día volvieron a la ciudad.Dejaron a Meli al cuidado de Karina y se dirigieron a aquel juzgado, donde
CAPÍTULO 63. Depredadores...Era una locura, una maldit@ locura, pero no tenía más opción y Serena lo sabía. Aquella frase de "Es mejor malo conocido que bueno por conocer" no podía aplicarse allí, porque por desgracia sus “malos conocidos” eran terribles, y el peor de todos ahora tenía el arma más potente que cualquiera podía tener contra ella: información sobre su hija.Serena respiró hondo mientras se sentaba detrás del volante del auto de Karina y se alejaba a toda velocidad hacia el centro de la ciudad. Si hubiera estado un poco menos asustada, quizás se habría dado cuenta de que un par de autos la seguían, pero tenía demasiada adrenalina corriendo por su cuerpo; así que al llegar solo fue capaz de caminar lo más erguida posible hasta el restaurante donde Aurelio Viscontti le había dicho que la esperaría.Y, en efecto, apenas dio su nombre en la entrada, la llevaron a un reservado donde él ya la estaba esperando.—Señorita Radcliffe —saludó, tendiéndole la mano y estrechándola.E
CAPÍTULO 64. La pregunta del millón.Grayson no sabía exactamente qué sentir. Había llegado al departamento de su hermana listo para tener con ella la peor de las conversaciones, pero solo lo recibió uno de los abogados.—¿Dónde está Anabelle? ¡Quiero hablar con ella! —demandó furioso, pero el abogado se negó rotundamente—. ¿Disculpa? —gruñó Grayson, sin poder creerlo.—Su hermana no se siente bien ahora mismo.—¡Mi hermana tiene muchas maldit@s explicaciones que darme! Y usted también, ¡así que no se haga el idiota! —vociferó Grayson—. Usted sabía que Serena tenía una hija y mi hermana también. ¡¿En ningún momento consideraron informarme que iban a mencionarlo en el juicio?!—Y usted también lo sabía, pero, para serle franco, su hermana no confiaba en que no estuviera de parte de esa mujer —replicó el abogado con tranquilidad.—¡La única razón por la que “esa mujer” declaró fue para ayudarla! —espetó Grayson, furioso.—O para ayudarse a sí misma. La verdad es que no lo sabemos; nuest
CAPÍTULO 65. El asesino de tu hermana.Un disparo le hubiera dolido menos. Una bomba estallando justo bajo sus pies la hubiera impactado menos.Serena simplemente retrocedió, separando los labios mientras sus ojos se llenaban de lágrimas, no sabía si era por la sorpresa o por aquella sensación de que no podría respirar nunca más.—¡No es cierto... no es cierto! —gritó con desesperación, pero frente a ella, el rostro de Annabelle seguía impávido, y eso no era lo peor de todo.Lo peor era ver tantos rasgos similares entre ella y esa primera versión de Grayson que había conocido antes de que la contratara.—¿No es cierto que mi hermano quiere vengarse de ti por todo lo que me hicieron? —espetó Annabelle, levantando una ceja llena de sarcasmo—. ¡Ay, por favor! ¡No me digas que eres tan ingenua! Las pruebas estaban ahí, él te lo dijo cada vez, eso me consta porque mi hermano no tiene secretos conmigo. ¡Siempre supiste que quería vengarse de ti! ¡Siempre supiste que yo quería vengarme de ti
CAPÍTULO 66. Una bestia silenciosaY no era porque estuviera embarazada, o al menos Serena no tenía ninguna constancia de que así fuera. Era la verdad, eran las náuseas, era el dolor de saber que había traiciones profundas y miserables a las que apenas se podía sobrevivir. Y eso fue lo que la hizo inclinarse hacia un lado y vomitar sobre la alfombra porque no podía contenerse.Las lágrimas salían de sus ojos como ríos imparables y el cuerpo le temblaba al punto de que el celular se le cayó más de una vez de las manos mientras intentaba marcar aquel número."Serena" fue la única palabra que escuchó del otro lado.—Por... por favor, ¿puede...? Necesito... necesito... —Ni siquiera era capaz de hilvanar una idea completa de lo horrorizada que estaba, pero al parecer Aurelio Viscontti no necesitó que lo hiciera.—Yo me ocupo —fue su única respuesta antes de colgar la llamada.Serena corrió a toda prisa hacia el baño y lo abrió. Tomó a Meli de los brazos de Karina y la estrechó contra su pe
CAPÍTULO 67. ¿De verdad se fue?No podía explicarlo, pero el primer y único instinto de Grayson Blackwell fue poner a Serena detrás de él. No entendía por qué forcejeaba, quién demonios se había metido en la mansión, por qué habían roto una pared de su casa, y mucho menos por qué aquel hombre se bajaba con la furia reflejada en el rostro, seguido de una media docena de tipos armados.—¡Enrico, la niña! —fue la única orden que se escuchó, y Grayson abrió los ojos espantado.Pero al primer movimiento que intentó hacer en su dirección, el puño del mismísimo Aurelio Viscontti se estrelló contra su mandíbula tres veces seguidas, a una velocidad inimaginable, hasta mandarlo al suelo de un tirón.—¡Meli! —fue la única palabra que el señor Viscontti dirigió a Serena, y la muchacha ni siquiera se molestó en limpiarse las lágrimas antes de correr hacia la niña y tomarla de los brazos de Enrico—. ¡A la camioneta, ahora! —fue su siguiente orden, mientras alguien le pasaba una pistola y Aurelio ap
CAPÍTULO 68. Fuera de la realidad.Si era honesta, Serena tenía que reconocer que no sentía nada. Tenía el cerebro embotado y el corazón le latía demasiado rápido, mientras su único instinto, el único que le quedaba, era abrazar a Meli, que lloraba en su regazo. El trayecto hacia el aeropuerto fue una agonía, pero ella no podía hacer otra cosa que estrechar a la niña contra su pecho y tratar de calmarla.Serena solo fue capaz de reaccionar cuando Aurelio le acercó aquel bote de gomitas de oso que enseguida llamó la atención de la nena.—Dale una —fue lo único que le dijo—. Son para el mareo, pero la van a poner a dormir.Por suerte, Serena ya conocía aquellas gomitas y no tenía ni palabras para agradecer que el italiano hubiera estado pendiente incluso de algo como eso. Hizo que Meli se comiera una y, apenas quince minutos después, cansada y somnolienta, la pequeña se acurrucó sobre su hombro y se quedó dormida.Solo entonces Serena sintió que sus labios comenzaban a temblar, y Aureli
CAPÍTULO 69. Il DiávoloSerena ni siquiera sabía qué decir, pero era evidente que en aquella casa, incluso personas a las que no conocía la estaban esperando con ilusión.—¡Uy, yo voy a llevar a esta princesa! —exclamó la mujer, cargando a Meli con más cariño que si hubiera sido su propia abuela y haciéndole un gesto a Gray para que la siguiera, porque obviamente el labrador no se había despegado de la niña ni nadie había insistido en que lo hiciera—. Ven, bonito, tú también, vengan que tengo sorpresas para los dos.Serena no podía estar más sorprendida, pero apenas la muchacha joven intentó tomar su bolso para ayudarla, ella negó.—No hace falta, de verdad no pesa nada, solo... ¿Me puedes decir dónde está el baño, por favor? —le pidió en un susurro, y la muchacha le hizo un gesto para que la siguiera.—Moon no habla —le explicó a Aurelio, y la chica solo sonrió—. Además, ella casi nunca está aquí; solo viene cuando a mi hermano Renzo se le ocurre aparecerse, así que eso significa que