CAPÍTULO 115. El mayor de los riesgosGrayson respiró profundo, porque había estado actuando impulsivamente durante demasiado tiempo en su vida, así que lo primero que tenía que hacer en aquel instante era no dejarse llevar por la desesperación que sentía.—¿Dónde la tienes? —preguntó con inquietud, dándose cuenta de que aquella computadora quizás podría ser lo único que le salvara la vida—. No podemos darnos el lujo de perder ninguna evidencia, Kenneth —murmuró, y el gesto de su amigo fue de total acuerdo.—Lo sé. Escuché todo lo que pasaba en esa oficina, y créeme, en un momento sentí que se me subía el corazón a la garganta por ti —sentenció con más crudeza de la que hubiera deseado, pero tenía que ponerle los puntos sobre las íes a Grayson; de lo contrario, algo peor de lo que ya había pasado podría suceder—. Tal como están las cosas ahora, el ciberacoso que sufrió la hermana de Serena puede volverse contra ti. Ahora mismo es tu palabra contra la de Annabelle. Para empezar, ya sab
CAPÍTULO 116. Un blanco“Tú y yo tenemos que hablar”.Quizás la parte más escalofriante de todo era que esa frase venía de un hombre al que definitivamente no le gustaba hablar.Grayson se quedó estático frente a la puerta del ascensor mientras Renzo Viscontti lo miraba con una amenaza velada en los ojos, sosteniendo la puerta para que entrara. Respiró profundo porque la noche ya se prometía desastrosa, así que daba igual de dónde viniera la paliza; no cambiaba el hecho de que la iba a recibir.Subieron al ascensor, y Renzo pulsó el botón de su piso en el más absoluto silencio. Caminaron de la misma manera por el pasillo hasta su departamento, y Grayson entró a un espacio impecable, más limpio que un quirófano.En una esquina, una chica que debía tener alrededor de diecisiete años observaba a Renzo con ojos atentos, y luego cumplió cada una de sus órdenes sin despegar siquiera los labios.—Creí que Serena te había dicho que te alejaras de todo este asunto, especialmente que te alejara
CAPÍTULO 117. Una treguaAquella casa parecía un campo de destrucción, o, para actualizarlo un poco, una “Anger room” de esas donde la gente iba a romper todo lo que se le ponía por delante para desahogar su frustración.La cuestión era que no se trataba de ninguno de los dos casos, sino simplemente del departamento de Annabelle, quien parecía a punto de estallar de impotencia y frustración. Sentía una rabia profunda hacia su hermano, el hecho de que la hubiera expuesto delante de Serena había sido un golpe mayor de lo que quería reconocer, porque para cuando había llegado a su casa la maldit@ cuenta ya no le había permitido el acceso, como si alguien hubiera cambiado las claves desde la otra sesión.—¡Maldición! —gritó histérica porque él había sido el único que siempre había estado a su lado a toda costa durante toda su vida.Y ahora, por culpa de aquella mujer, parecía olvidar que ella era su hermana, y que era a ella a quien debía defender, no a la zorra de Serena Radcliffe.Alcan
CAPÍTULO 118. El inicio de la tormenta—Venía a verte a ti, no a él —sentenció Grayson con un suspiro, aunque era bastante consciente de que tampoco servía como una justificación convincente—. Si estaba en su departamento, fue solo porque me lo encontré a él primero, nada más —dijo, y todo lo demás que había hablado con Renzo prefirió guardárselo.—Muy bien —Serena se cruzó de brazos, dándole espacio para que se expresara—. ¿Qué viniste a decirme?Y en el mismo instante en que lo vio acariciarse el cabello con aquel gesto de estrés que ya le conocía tan bien, Serena supo que no había forma de que fuera una buena noticia.—Te dije que iba a entregarte la computadora de mi oficina con la cuenta... la cuenta desde la que acosaron a tu hermana —le dijo Grayson, mirándola a los ojos—. Pero no puedo hacerlo.—¡¿Disculpa?! —gruñó ella con incredulidad, porque si hasta el momento no había reclamado eso, era solo porque había creído que él cumpliría con su palabra.—No puedo entregarte la comp
CAPÍTULO 119. Entre la espada y la paredEra una idea triste, sin duda, porque la productora Blackwell había sido, desde hacía décadas, una de las mejores del Reino Unido, con cientos de éxitos a cuestas. Pero más que eso, era el legado del padre de Grayson, y Kenneth sabía cuánto valoraba su mejor amigo ese legado.Por desgracia, había fuerzas contra las que no se podía luchar, y la falta de solvencia era una de ellas.—¿Tienes algún consejo legal? —preguntó Grayson, frunciendo el ceño, y Kenneth hizo una mueca de impotencia.—No me gustaría que te declararas en quiebra, pero tal como están las cosas, no vas a tener otra opción; de lo contrario, perderás lo mucho y lo poco.—¿Qué quieres decir? —preguntó Grayson.—Bueno, podemos empezar con el hecho de que si te declaras en bancarrota, al menos podrás recuperar una parte, por mínima que sea. Aunque... —Kenneth no parecía muy dispuesto ni conforme con lo que estaba a punto de decir, pero sabía que tenía que hacerlo porque esa era la p
CAPÍTULO 120. Un excelente actorHabía tres hombres en aquel pequeño cuarto de urgencias, pero solo dos de ellos atacaron al mismo tiempo.—¡¿Estabas fingiendo?! —se espantó Grayson, avanzando hacia Percy.—¡Dime que es una maldit@ broma, Blackwell! —lo amenazó Aurelio—. ¡¿No tienes nada?! ¡¿No te pasó nada?! ¡¿No hay nadie a quien matar en el proceso?! —rugió, y frente a él aquel joven descarado, falto de vergüenza, decoro, pudor y todos los demás buenos y nobles adjetivos que se pudieran enumerar, esbozó una sonrisa pícara y provocativa.Percy se levantó de la cama y se restregó el brazo donde le habían puesto la vía, acercándose a ellos.—Para empezar, soy un excelente actor, mucho mejor que director, así que deberías estar orgulloso de cómo he aprovechado mis estudios —le dijo a Grayson, dejándolo mudo antes de girarse hacia Aurelio Viscontti—. Y para seguir, es absolutamente reconfortante escuchar que serías capaz de matar a cualquiera por mí, pero la respuesta es que no me pasó
CAPÍTULO 121. Otra opción sobre la mesaSi se miraba por el lado correcto, solo era una familia chismeando sobre un asunto ajeno que nada les importaba, pero como todo chisme, al fin y al cabo, provocaba curiosidad. Sin embargo, cuando se trataba de Serena y, en especial, de los Viscontti, aquello era lo más parecido a un concejo de guerra que alguien podía imaginar.Y, por supuesto, a la cabeza estaba Adriano Viscontti, que había bajado de su piso solo para revisar aquellos documentos con expresión severa y concentrada. Todos esperaban con calma a que terminara, y parecía que no se escuchaba ni siquiera el zumbido de una mosca hasta que Adriano cerró la carpeta y la lanzó de nuevo sobre la mesa del comedor.—Una porquería total —sentenció, y era lo que todos estaban esperando—. Ahora, ¿cuál era la pregunta sobre esto?—No es una pregunta, más bien una sospecha —dijo Serena, echándose hacia adelante en su silla—. Ya sabemos que el trato es una basura, pero lo que me llamó la atención
CAPÍTULO 122. Decisiones difíciles.Serena entrecerró los ojos porque, en el fondo, era muy evidente que Kenneth y Aurelio estaban cortados con la misma tijera. Los dos decían las cosas tan claras que dolían, pero a ninguno de los dos se les podía rebatir.—Creo que no se trata solo de dinero, creo que hay algo más. Por eso le dije a Percy que te pidiera que vinieras, porque nadie tiene más conocimiento de esa empresa que Grayson y tú —sentenció ella con seguridad—. Byron no quiere ayudarlo, solo se está aprovechando de la situación. Y puedes llamarme loca, pero tengo un sexto sentido que me dice que hay algo más detrás de esa propuesta.Kenneth frunció el ceño y respiró hondo antes de tomar asiento en uno de los extremos del sofá. Y Aurelio le lanzó una mirada a Percy cuando el chico se ofreció voluntariamente a servir un par de bebidas y le acercó una al abogado.—OK, posibles motivos. Número uno, el universal: dinero —enumeró Kenneth, tomando el vaso y levantando el primer dedo—. N