LEA
Las enormes paredes de todo el club, parece que laten con el pesado ritmo de la música tecno que enseguida se escucha, Enzo recurrió solo a chasquear los dedos y enseguida un par de gorilas con los cuellos tatuados, vinieron y recogieron al tipo asqueroso que me había besado, aun siento nauseas pero estaba más inquieta por el hecho de haberme encontrado con el tipo raro del restaurante, en especial cuando no ha dejado de mirarme. Las personas poco a poco se dispersaron volviendo a lo suyo, cosa que agradezco infinitamente.
—Hola —susurra y siento un escalofrío recorrer mi espina dorsal cuando noto su cercanía.
—Hola —mi voz suena tan débil, que me cuestiono enseguida si acaso ha escuchado la palabra que salió de mi boca como un jodido alarido.
Me quedo en silencio, estaba claro que mi mejor amiga estaba empecinada en emparejarme con el tipo raro con olor a peligro, y buscar excusas para salir de ese sitio solo hace más notoria mi cobardía, tal vez si tomaba un trago sin alcohol con él, se daría cuenta de que no valgo la pena conocer y me dejaría en paz, regresaría a casa y dormiría plácidamente en la cama de mi amiga. —Vale, supongo que un trago no me caería nada mal —suelto con resignación. —Lea... —comienza a decir Dylan pero Alana lo jala del brazo atrayéndolo hacia ella. —Nos vemos después, y si le haces algo a mi amiga, me importará una reverenda m****a, te buscaré hasta el culo del mundo y patearé las bolas —amenaza Alana antes de desaparecer entre la gente que baila al ritmo de la música.
Siento que el aire que retenía poco a poco se drena de mis pulmones, sus ojos van directos a mis labios y se remoja los suyos. —A la m****a todo, tengo que hacerlo —la palma de su mano hace contacto con mi mejilla y chispas saltan a nuestro alrededor. Está a punto besarme, lo sé, lo siento. Estás embarazada, recuérdalo, no le puedes hacer eso. —No lo hagas —pido con voz ronca, débil e inestable. Enzo no me escucha, solo me lleva hasta el sofá caro que estaba colocado a un costado de las paredes de la oficina. Me recuesta y él se coloca encima de mí. —Si gritas, lo pagarás muy caro, Lea Davis.
Tonta, tiene novia, es obvio, un tipo tan apuesto como él jamás tomaría en serio a alguien como yo. Pongo mis manos sobre su pecho y lo empujo, y Enzo, de mala gana empuja una última vez sobre mí, y luego se levanta. Me acomodo el vestido y recojo de manera humillante, la poca dignidad que me queda. —Tengo que irme —musito dirigiéndome hacia la puerta. Enzo asiente pensativo. —No olvides que el Lunes entras a trabajar, cuando llegues hablaremos de tu sueldo y... No le doy tiempo a seguir hablando, abro la puerta y enseguida entra una rubia de ojos azules, me mira por debajo del hombro cuando pasa y me regala un ligero empujón.
MOLLY Me pierdo totalmente en la foto que yace sobre mis manos, los recuerdos me abordan y tengo la necesidad de gritarle al mundo lo m****a que ha sido mi vida, al haber nacido bajo el yugo de una familia llena de criminales y mafiosos. Pero sobre todo, la culpa por haber abandonado y engañado a mi mejor amigo, con el chico que ahora era dueño y señor de mi corazón. Hace tiempo que no tengo contacto con Enzo, no desde la vez en la que me encontró follando en mi habitación, con Manson, mi actual pareja y mi futuro prometido. Enzo y yo habíamos sido amigos desde siempre, nos hicimos novios porque había que intentarlo para ver si lograba llegar más lejos nuestra relación, pero la realidad fue que no, al menos no de mi parte, porque justo cuando creí que Enzo era el am
LEA Los ojos desorbitados de Enzo hacen que me congele, en especial porque luego de conectar con su gélida mirada, observó con terror el arma que se cierne sobre su mano, no tiembla cuando le apunta a Corban; quien llegados a ese punto, parece que la sangre se ha drenado de su rostro, la palidez de sus facciones e inmovilidad de su cuerpo, me confirman que está en estado de shock. ¿Por qué Enzo tenía un arma? ¿Tenía algún permiso para aportarla? ¿Habrá escuchado todo? Las preguntas acribillan y adormecen mis sentidos, mientras me obligo a entender la situación en la que me había emitido en una sola noche. Pobre de ti, bebé, tienes una madre con la palabra "Peligro inminente" en la frente. —Enzo ¿qué haces aquí? —logró articular pero me encojo al saber que s
ENZO La rabia me consume, siento que cada célula de mi sistema explota en mil pedazos que jamás podrán volver a reconstruirse. Lea sacaba mis peores demonios, pero al mismo tiempo me hacía sentir vivo y solo por un segundo, un miserable segundo, olvidaba que era el jefe de una de las mafias más sangrientas del país, la cabeza por la que todos estaban detrás. Desde que me comporté como un jodido puberto con ella, dentro de mi oficina, tocándola e intentando follarla sin hacerlo realmente, no había podido sacarla de mi cabeza, tuve que abofetear y correr a la rubia chillona por interrumpir y mezclar la palabra "cariño" en el mismo enunciado con mi puto nombre. Después de verla salir, quise olvidarme de toda la m****a con alguna puta, pero al localizar a Lea con aquel tipo; Corban Smith, mis planes cambiaron, en especial
LEA El silencio se había llenado de aire hostil y abrumador, había olvidado lo agotador que era entablar alguna conversación con Corban. Claro que antes no lo veía porque estaba enamorada de él. —No sé por dónde empezar, esto es difícil para mí —se afloja la corbata. —Tal vez puedes empezar por decirme por qué te empeñas a hablar con los muertos —ironizo. —¿De qué hablas? —frunce el ceño. —Corban, deja de jugar al idiota, que la última vez nos diste una patada en el culo, a tu hijo y a mí, argumentando que no arruinara tu fantástica relación con Ana Valantine —exclamo sin poder retener mi vomito verbal—. ¿O acaso ya olvídate todo? Me dijiste que si nos volvíamos
LEA No sé cuánto tiempo llevamos encerrados en aquel sitio que huele a sangre y sudor, pero mis piernas comienzan a acalambrarse y las arcadas que no dejo de sentir cada diez minutos, se hacen más notorias pero me rehúso a vomitar frente a Corban, quien no deja de quejarse y caminar de un lado a otro, pateando cualquier cosa que se encuentre en su camino, desde una lata, hasta un pedazo de periódico. A lo lejos veo una enorme mancha de sangre seca, y siento el miedo recorrer mi sistema cuando comienzo a preguntarme de dónde proviene. —Esto es tu culpa —Corban se apresura a decir, incapaz de ocultar su estado de reciente enfado ante esta situación. —¿Disculpa? —no le presto la menor atención a esa voz en mi cabeza que me dice que lo asesine—. ¿Y por qué se supone que