ENZO
Me encontraba en mi Penthouse observando como una de las chicas de servicio me sirve un trago, llevaba cerca de dos semanas de mal humor, los negocios con mi socio mayoritario estaban yendo bien, pero Boss me estaba irritando y las empresas Smith no dejaban de joder queriendo dominar mis territorios, pero lo que más me tenía de tan mal humor era el hecho de que no haber tenido tiempo para follar un buen culo o coño.
Estaba al tanto de la información que Preppy me había conseguido de Lea, pero no era suficiente, ya había investigado a su familia y su historial médico y académico, hacía tres meses que no estaba actualizado pero con eso me bastaba. La deseaba, carajo, anhelaba entrar en ella y follarla, escucharla gemir mi nombre mientras bombeaba en su interior.
LEA —Santísima m****a —gritó Alana observando con detalle mi apariencia, tomando el lugar de una madre orgullosa de su hija. Mis ojos están fijos en la chica que está frente a mí, veo mi reflejo en el espejo y se siente como si la persona que era con la imagen que mostraba, fuera totalmente una desconocida. —No soy yo —digo en tono apagado pese a que al final no me resultaba tan desagradable mi aspecto esta noche. —Vamos, no seas aguafiestas, te ves encantadora, mira esas tetas —Alana bromea señalando mis pechos—. Tendrás a más de uno a tus pies esta noche. Frunzo el ceño. —Sabes bien que no me importan los ch
Caminamos hasta donde se encontraba mi amiga, justo cuando dijo: —Vamos, te enseñaré las tetas si nos dejas pasar. Mi expresión es de completo horror cuando la escuché decir eso, pero me congelé cuando uno de los tipos le dio un codazo al que estaba a su derecha y ladeando la cabeza me señaló. —¿Por qué no mejor nos enseña las tetas tu amiga? —el tipo levanta las comisuras en dirección al cielo. —Lo siento, ella está fuera del mercado, como pueden ver tiene pareja —responde Alana señalando con un dedo la mano de Dylan entrelazada con la mía—. Ah, y está embarazada. El rostro de los tipos es todo un poema, tengo que recurrir a morderme la lengua para no reírme en sus caras, Dylan
CORBAN Dos segundos más escuchando sobre malditos vestidos de novia, y yo mismo le haría un favor al mundo, pegándome un tiro en la cabeza, llevaba más de cinco horas en la estancia principal de la familia Valantine, fingiendo interés y colocándome la máscara de felicidad con sonrisa galante incluida. -¡Nuestra boda será la gran boda del año! -Ana dejó la Tablet sobre la mesilla de cristal y en la que estábamos viendo sus estúpidos vestidos. -¿Por qué no mejor me das un beso? -le ronroneo al oído con toda la intención de excitarla y follar, hacía más de tres meses que no lo hacíamos, porque sí, la realidad era que aunque salía con Lea, al mismo tiempo estaba con Ana. -No podemos, en cualquier momento llegará papá
LEA Al salir del baño después de esperar una larga fila de siete chicas oliendo a alcohol y con el pintalabios barato o el rímel corrido, regreso a la barra, en donde Dylan me suplica ayuda con la mirada al verse atrapado por los brazos de una rubia bajita con minifalda y un top fosforescentes. —Por fin —dijo en tono solemne. —Siento la tardanza —mes disculpo capturando toda la atención de la rubia. —¿Y tú quién eres? —la mini Barbie barata se dirige hacia mí con una mirada más que mortífera pero no me dejo intimidar. —Vengo con él ¿no es obvio? —paso de ella y tomo el brazo de Dylan para marcharnos. Lo que me
ENZO Los deseos que sentía por asesinar a Preppy iban en aumento al ver que la chica de ojos azules que me había prometido, no era más que una puta bien pagada, con voz chillona, tetas operadas y por la vista que me daban, podía asegurar que estaban más duras que mi verga cuando pensaba en Lea. Sus labios inyectados en lugar de parecer sexys y atractivos, parecían más bien dos pedazos de carne inflamada. Estábamos en una de las mesas en la zona VIP, y ya pensaba claramente en tirarla por el barandal o hacerlo yo mismo. —Entonces yo le dije ¡Oh no, mis tetas son reales! ¿Quién cojones te crees? —Ríe como una idiota—. ¿Quieres que te la mame o qué? La muy perra se remoja los asquerosos labios y luego se atreve a pon
LEA Las enormes paredes de todo el club, parece que laten con el pesado ritmo de la música tecno que enseguida se escucha, Enzo recurrió solo a chasquear los dedos y enseguida un par de gorilas con los cuellos tatuados, vinieron y recogieron al tipo asqueroso que me había besado, aun siento nauseas pero estaba más inquieta por el hecho de haberme encontrado con el tipo raro del restaurante, en especial cuando no ha dejado de mirarme. Las personas poco a poco se dispersaron volviendo a lo suyo, cosa que agradezco infinitamente. —Hola —susurra y siento un escalofrío recorrer mi espina dorsal cuando noto su cercanía. —Hola —mi voz suena tan débil, que me cuestiono enseguida si acaso ha escuchado la palabra que salió de mi boca como un jodido alarido.
Me quedo en silencio, estaba claro que mi mejor amiga estaba empecinada en emparejarme con el tipo raro con olor a peligro, y buscar excusas para salir de ese sitio solo hace más notoria mi cobardía, tal vez si tomaba un trago sin alcohol con él, se daría cuenta de que no valgo la pena conocer y me dejaría en paz, regresaría a casa y dormiría plácidamente en la cama de mi amiga. —Vale, supongo que un trago no me caería nada mal —suelto con resignación. —Lea... —comienza a decir Dylan pero Alana lo jala del brazo atrayéndolo hacia ella. —Nos vemos después, y si le haces algo a mi amiga, me importará una reverenda m****a, te buscaré hasta el culo del mundo y patearé las bolas —amenaza Alana antes de desaparecer entre la gente que baila al ritmo de la música.
Siento que el aire que retenía poco a poco se drena de mis pulmones, sus ojos van directos a mis labios y se remoja los suyos. —A la m****a todo, tengo que hacerlo —la palma de su mano hace contacto con mi mejilla y chispas saltan a nuestro alrededor. Está a punto besarme, lo sé, lo siento. Estás embarazada, recuérdalo, no le puedes hacer eso. —No lo hagas —pido con voz ronca, débil e inestable. Enzo no me escucha, solo me lleva hasta el sofá caro que estaba colocado a un costado de las paredes de la oficina. Me recuesta y él se coloca encima de mí. —Si gritas, lo pagarás muy caro, Lea Davis.
Último capítulo