Protección

—En algo si tienes cien por ciento de razón — presioné la cuchilla en su piel y un fino hilo de sangre brota de sí—. Ella nunca será tuya. De eso no lo dudes —dejé ir su cuello y regresé al maletín, sacando de su interior un tipo hacha, pero más pequeña y de fácil manejo.

El recuerdo de su llanto y la forma desesperada en la que pedía ayuda se reprodujo en mi mente una y otra vez. Estaba listo para avanzar de tortura y darle el merecido que corresponde por poco hombre. Ahora solo quería que sufriera en carne viva una a una de las lágrimas que ella derramó.

Habiendo cortado toda su ropa con la misma hacha, propiné cortes pocos superficiales a propósito mientras estaba en el proceso. No estamos hechos de nada; en realidad, nuestro cuero no es suficiente para protegernos de ningún tipo de dolor. Con tan solo un simple roce la piel

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