Confesión

CAROL

Desperté con la suave caricia en mi mejilla; Kilian esbozó esa sonrisa tan dulce y atractiva que hace siempre a mi corazón latir desmesurado. Se ve muy cansado, pensativo y hasta preocupado, sus ojos lo delatan con gran facilidad. El dolor en mi pierna es manifiesto, pero no voy a negar que el medicamento hace su buen efecto en mi cuerpo. Me quejé al tratar de sentarme un poco en la cama y notar que una de mis piernas aún estaba colgada.

—No te muevas, conejita — me tomó por los hombros y volvió a acostarme con suavidad—. ¿Cómo estás?

—Me siento mucho mejor — traté de sonreír, pero su expresión me decía que no me creía absolutamente nada.

No sé cuántas veces soñé que el fuego me consumía en segundos y por completo. Parecía tan real que, ni siquiera pude descansar como se debía, pero entonces ahí estaba su suave y segura voz dándome calma y cuidándome hasta de mi propio subconsciente. Est

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