Ukara sabía lo que debía hacer, el conocimiento ancestral de su linaje de brujos lo había preparado para este momento, aunque nunca pensó que sería a Kalila a quien marcaria como suya, pero es que no había comparación entre lo que sentía por Jana y lo que Kalila le hacía sentir, Jana fue la compañera que la diosa le asigno, sin embargo, Kalila, era a quien él había escogido. Con manos temblorosas pero decididas, Ukara se inclinó sobre Kalila, sus ojos la observaron llenos de una ternura infinita, e incluso se tomó el tiempo de acariciar el rostro que para Ukara era el más bello del mundo entero y la humana solo podía suplicar con la mirada que al fin ese brujo del cual ella se había enamorado desde niña, la marcara como suya.— Kalila. — susurró, con la voz cargada de emoción. — Voy a salvarte. — juro como quien jura que luego de una tormenta sale el sol. — Pero para hacerlo, necesito tu permiso. — claro que sí, Ukara jamás volvería a hacer algo sin el consentimiento de Kalila, nunca
Nuriel decidió ir a paso de hombre de regreso a la cabaña que era su hogar, pues era consciente que si bien Kalila estaba mucho mejor, sus hijos necesitarían toda la fuerza que la joven pudiera reunir para una recuperación plena, pues eran bebés sobre naturales, por lo que decidió que lo más seguro para la humana, era que él la cargara, y llevara en brazos, su cuidado era tal que el cuerpo de Kalila apenas y se mecía con cada paso, algo que la joven agradecía interiormente, pues estaba exhausta, con sus ojos cerrados, intentaba adentrarse en un sueño, que la hiciera olvidar lo vivido, pero eso parecía algo inútil, pues su mente no encontraba sosiego, el dolor por la reciente pérdida de su padre, Asher, la asaltaba sin tregua, estrujando su corazón.— ¿Por qué tuve tan poco tiempo para conocerlo? — se lamentaba interiormente Kalila, mientras las lágrimas silenciosas rodaban por sus mejillas y sus compañeros hacían todo lo posible por simular que no lo notaban, ahora que al fin la había
Kalila estaba a los pies de la escalera de su hogar, con el corazón latiendo a mil por hora, había acudido a la sala para preguntarle a Ikigaí si el calor persistente que sentía en su vientre era normal, luego de ser marcada por ellos, sus compañeros, pero grande fue su sorpresa al escuchar a Nuriel hablar de bebés, lo que la dejó perpleja. ¿Podía ser posible? ¿Estaba embarazada? Su mente se llenó de incertidumbre y emoción al mismo tiempo, no podía quedarse con la duda y buscó la confirmación en el único que podria dársela sin falta alguna, Ikigaí, la quimera milenaria con el don de saber cuándo una vida nueva se formaba.Con paso firme pero nervioso, bajo la mirada y silencio de sus compañeros, Kalila se acercó a la quimera, quien la miró con sus ojos sabios y serenos.— Ikigaí, necesito saber... ¿es verdad que estoy embarazada? — preguntó con un susurro tembloroso, mientras Ikigaí sonreía y asentía lentamente.— Sí, mi lago de vida, estas embarazada, de cada uno de nosotros. serán
Viatan, emergió de las sombras del bosque, y en menos de un parpadeo, la quimera lo tenía frente a él, su presencia oscurecía aún más el ambiente nocturno, e Ikigaí se preparó para confrontarlo, convencido de que Viatan estaba tras Kalila, sin embargo, el demonio, con una mirada intensa y desesperada, hizo una revelación inesperada.— No estoy aquí por tu compañera. — dijo Viatan, su voz resonando como un trueno distante. — Estoy aquí por ti. — Ikigaí, que estaba confundido y poco confiado, se preparó para el ataque, pero su sorpresa fue grande cuando Viatan se arrodilló ante él, sus ojos llenos de una súplica ardiente. — Tu eres Ikigaí, tú que conoces la razón de ser de todos, dime cuál es la mía. ¿Cuál es mi propósito en esta existencia? — la quimera vio la desesperación en los ojos del demonio y supo que podría aprovechar esta situación a su favor, seria jugar con fuego, pero si podía lidiar con Nuriel, bien podria tentar su suerte al tratar de controlar a Viatan.— Te diré tu razó
Ikigaí, la quimera milenaria, era una criatura de leyenda para los humanos, mientras que para Kalila y los demás el peli azul era reconocido por su habilidad para hablar con cada ser vivo que existiera y así saber su razón de ser, los cazadores lo conocían por su habilidad de caminar entre el mundo de los vivos y el de los muertos, con su cuerpo mitad tigre, mitad dragón, era un ser imponente si lograbas verlo.Ahora, Ikigaí descendió desde las montañas, donde vivía con sus compañeros, para cumplir una misión sagrada, al menos para él, y es que llevaba el alma y el cuerpo inerte de Asher, el padre biológico de su compañera sabía que no podía librarlo de su condena, como tampoco podria traerlo a la vida, sin embargo, trataría de buscar un punto medio, y ya se le había ocurrido algo para ello.La quimera no tardó mucho en llegar al templo que el mismo había construido solo horas atrás. Ese templo que se alzaba majestuoso en el lugar donde una vez existió el pueblo de cazadores, ahora re
Kalila se encontraba en el jardín delantero de su cabaña, rodeada de rosas en flor que Ikigaí había hecho crecer para ella, mientras Ukara se ocupaba de preparar una nutritiva merienda, la joven era observada por Tahiel, como disfrutaba bajo el cálido resplandor del sol, tenía la mano sobre su vientre, que parecía crecer a un ritmo inaudito, claro que sabía que dentro de ella se gestaba un milagro, una obra de amor entre ella y sus cinco compañeros destinados, aun así, no dejaba de sorprenderle que en solo dos semana su vientre creciera tanto, de pronto su vista se nublo, su concentración tambaleo, fue solo unos segundos, pero fueron suficientes para que Tahiel supiera que algo no estaba bien.— Cariño, ¿sucede algo? — la voz de su hombre lobo la hizo estremecer, aunque su malestar no menguo con su cercanía, como si sucedía cuando tenía nauseas.— Sí, no te preocupes, solo estoy un poco cansada.Sin esperar otra explicación, Tahiel la tomo en brazos al estilo princesa y la llevo a su
Declan, apareció frente a la puerta de la casa de la luna única, conocía a la perfección ese lugar, debería estar pensando en así sea en visitar a su familia y recorrer el bosque que creyó extrañar, sin embargo, solo podía sentir la necesidad de regresar con Kalila, sentía que cada segundo lejos de ella se perdía algo importante de su embarazo, de verla cambiar, y disfrutar de su sola existencia.Con la necesidad imperiosa de regresar con los demás, se dispuso a avanzar, pero antes de que pudiera dar un paso más, la puerta se abrió de golpe y Dante, uno de los padres de Kalila, salió al umbral, su rostro estaba contorsionado por la ira y el dolor, y sus ojos despedían un brillo furioso y sin previo aviso, comenzó a gritar con una voz atronadora que resonó por los alrededores, cual trueno.—¡Tú! —rugió, señalando a Declan con un dedo acusador—. ¡Tú y esos endemoniados amigos tuyos, le hicieron daño a mi hija! ¡Juro que te mataré por lo que le hiciste!Declan, se congelo por un segundo,
No pasó mucho tiempo antes de que el portal volviera a brillar y Declan regresara con un cuenco de helado de plátano en las manos. La habitación se llenó de risas y alegría cuando Kalila probó el primer bocado, su antojo finalmente satisfecho.—Gracias, Declan. Gracias a todos. —dijo Kalila con una sonrisa de gratitud.Sus compañeros la rodearon, sintiendo el vínculo de amor y devoción que unía sus corazones. Juntos, sabían que podían superar cualquier obstáculo y cumplir cualquier deseo, por más difícil que pareciera.Y así, Kalila disfrutó de su helado de plátano, rodeada de sus seres queridos, mientras la magia del momento fortalecía aún más los lazos que los unían.Nuriel le traía el calor del sol en sus alas, envolviéndola en una manta de luz dorada durante las tardes frías. Declan la llevaba a pasear por los prados, su cuerpo imponente protegiéndola de cualquier peligro mientras ella disfrutaba del aire fresco y la naturaleza. Ikigaí, con su toque eterno, calmaba cualquier malest