Viatan, emergió de las sombras del bosque, y en menos de un parpadeo, la quimera lo tenía frente a él, su presencia oscurecía aún más el ambiente nocturno, e Ikigaí se preparó para confrontarlo, convencido de que Viatan estaba tras Kalila, sin embargo, el demonio, con una mirada intensa y desesperada, hizo una revelación inesperada.— No estoy aquí por tu compañera. — dijo Viatan, su voz resonando como un trueno distante. — Estoy aquí por ti. — Ikigaí, que estaba confundido y poco confiado, se preparó para el ataque, pero su sorpresa fue grande cuando Viatan se arrodilló ante él, sus ojos llenos de una súplica ardiente. — Tu eres Ikigaí, tú que conoces la razón de ser de todos, dime cuál es la mía. ¿Cuál es mi propósito en esta existencia? — la quimera vio la desesperación en los ojos del demonio y supo que podría aprovechar esta situación a su favor, seria jugar con fuego, pero si podía lidiar con Nuriel, bien podria tentar su suerte al tratar de controlar a Viatan.— Te diré tu razó
Ikigaí, la quimera milenaria, era una criatura de leyenda para los humanos, mientras que para Kalila y los demás el peli azul era reconocido por su habilidad para hablar con cada ser vivo que existiera y así saber su razón de ser, los cazadores lo conocían por su habilidad de caminar entre el mundo de los vivos y el de los muertos, con su cuerpo mitad tigre, mitad dragón, era un ser imponente si lograbas verlo.Ahora, Ikigaí descendió desde las montañas, donde vivía con sus compañeros, para cumplir una misión sagrada, al menos para él, y es que llevaba el alma y el cuerpo inerte de Asher, el padre biológico de su compañera sabía que no podía librarlo de su condena, como tampoco podria traerlo a la vida, sin embargo, trataría de buscar un punto medio, y ya se le había ocurrido algo para ello.La quimera no tardó mucho en llegar al templo que el mismo había construido solo horas atrás. Ese templo que se alzaba majestuoso en el lugar donde una vez existió el pueblo de cazadores, ahora re
Kalila se encontraba en el jardín delantero de su cabaña, rodeada de rosas en flor que Ikigaí había hecho crecer para ella, mientras Ukara se ocupaba de preparar una nutritiva merienda, la joven era observada por Tahiel, como disfrutaba bajo el cálido resplandor del sol, tenía la mano sobre su vientre, que parecía crecer a un ritmo inaudito, claro que sabía que dentro de ella se gestaba un milagro, una obra de amor entre ella y sus cinco compañeros destinados, aun así, no dejaba de sorprenderle que en solo dos semana su vientre creciera tanto, de pronto su vista se nublo, su concentración tambaleo, fue solo unos segundos, pero fueron suficientes para que Tahiel supiera que algo no estaba bien.— Cariño, ¿sucede algo? — la voz de su hombre lobo la hizo estremecer, aunque su malestar no menguo con su cercanía, como si sucedía cuando tenía nauseas.— Sí, no te preocupes, solo estoy un poco cansada.Sin esperar otra explicación, Tahiel la tomo en brazos al estilo princesa y la llevo a su
Declan, apareció frente a la puerta de la casa de la luna única, conocía a la perfección ese lugar, debería estar pensando en así sea en visitar a su familia y recorrer el bosque que creyó extrañar, sin embargo, solo podía sentir la necesidad de regresar con Kalila, sentía que cada segundo lejos de ella se perdía algo importante de su embarazo, de verla cambiar, y disfrutar de su sola existencia.Con la necesidad imperiosa de regresar con los demás, se dispuso a avanzar, pero antes de que pudiera dar un paso más, la puerta se abrió de golpe y Dante, uno de los padres de Kalila, salió al umbral, su rostro estaba contorsionado por la ira y el dolor, y sus ojos despedían un brillo furioso y sin previo aviso, comenzó a gritar con una voz atronadora que resonó por los alrededores, cual trueno.—¡Tú! —rugió, señalando a Declan con un dedo acusador—. ¡Tú y esos endemoniados amigos tuyos, le hicieron daño a mi hija! ¡Juro que te mataré por lo que le hiciste!Declan, se congelo por un segundo,
No pasó mucho tiempo antes de que el portal volviera a brillar y Declan regresara con un cuenco de helado de plátano en las manos. La habitación se llenó de risas y alegría cuando Kalila probó el primer bocado, su antojo finalmente satisfecho.—Gracias, Declan. Gracias a todos. —dijo Kalila con una sonrisa de gratitud.Sus compañeros la rodearon, sintiendo el vínculo de amor y devoción que unía sus corazones. Juntos, sabían que podían superar cualquier obstáculo y cumplir cualquier deseo, por más difícil que pareciera.Y así, Kalila disfrutó de su helado de plátano, rodeada de sus seres queridos, mientras la magia del momento fortalecía aún más los lazos que los unían.Nuriel le traía el calor del sol en sus alas, envolviéndola en una manta de luz dorada durante las tardes frías. Declan la llevaba a pasear por los prados, su cuerpo imponente protegiéndola de cualquier peligro mientras ella disfrutaba del aire fresco y la naturaleza. Ikigaí, con su toque eterno, calmaba cualquier males
Nuriel observaba a su pequeña hija desde la distancia, prestando suma atención en cada cosa que Kalila hacia con la pequeña de días de nacida, su corazón ardiendo con una mezcla de amor y temor y es que su hija se le hacía tan pequeña, que creía que podria herirla con solo respirar con fuerza cerca suyo. Kalila, percibiendo sus dudas, se acercó suavemente al fénix y le susurró al oído.—Nuriel, mi amor, aun no cargas a tu hija, ven, no temas, nuestra hija es fuerte, como tú. — aseguro la pelinegra, pero, Nuriel negó con la cabeza, sus ojos rojos llenos de preocupación.—Kalila, ella parece tan frágil, temo que mis manos puedan dañarla sin querer ¿y la dejo caer? — el temor era claro en sus ojos, y aunque podía resultar cómico, nadie en la cabaña se atrevía a burlarse, todos estaban en silencio, embobados con tanta belleza, sin embargo, la orgullosa y reciente madre, no se daría por vencida, Kalila sonrió con ternura y tomó las manos de Nuriel entre las suyas.—Nuriel, tu fuego es una
Tahiel tenía a su hijo en brazos, allí, en el corazón de un bosque donde la magia y la naturaleza se entrelazaban, había nacido Rowan, Kalila había decidido llamarlo como el árbol de verde hojas y perlas rojas, pues su hijo había nacido con los ojos rojos de Neuhen, el lobo de Tahiel; desde su primer aliento el pequeño destilaba belleza y misterio, Tahiel no podía creer que alguien como él, ayudara a hacer algo tan perfecto como su hijo, una criatura única y maravillosa.El bebé, de piel tersa y delicada, heredó lo mejor de sus padres, de Kalila, recibió su cabello, negro como la noche más oscura, caía en suaves rizos alrededor de su pequeño rostro, evocando la elegancia y el misterio de su madre.De Tahiel, el bebé tomó la fortaleza y la presencia, evidente en cada rasgo de su joven semblante, su piel, de un tono ligeramente moreno, irradiaba una calidez que parecía provenir del mismo corazón del bosque, y sus ojos, compartían la misma intensidad y profundidad que los de Tahiel, capa
Declan observaba desde la penumbra de la habitación como su amada Kalila trataba de dormir a su hija, el corazón del inmortal latiendo con una fuerza renovada y la determinación de dejar de ser tan cerrado al hablar de sentimientos. La razón de su transformación estaba sentada en una mecedora, amamantando a su hija con una ternura que iluminaba la oscuridad de su existencia. Declan se consideraba afortunado de ser amado por alguien tan extraordinario.Se acercó lentamente, sus pasos silenciosos como el susurro de una brisa nocturna, cada vez que veía a Kalila y a su hija, sentía una oleada de gratitud que casi lo abrumaba, los dioses le habían dado una segunda oportunidad y Kalila lo había perdonado. Se detuvo a su lado, contemplando la escena que ante él se desplegaba, la suave luz de la lámpara bañaba a Kalila y al bebé en un resplandor dorado, realzando la inocencia y la pureza del momento.—Kalinda —murmuró Declan, tan suavemente que casi parecía que el nombre flotaba en el aire.