Kader, el general y sus veinte soldados, porque los había contado, seguían caminando rápidamente por el bosque, sin pensar en un posible descanso.
El príncipe podía ver en sus caras la fatiga extrema, y eso sin contar las heridas que tenían en sus cuerpos, unas más delicadas que otras, pero nadie decía una palabra. La mitad de su pelotón ya estaba segura y muy lejos con todos los caballos, junto a la misión por la que vinieron. Esperaba que otro pelotón hubiese encontrado a Abdel y a sus hombres, y también estuvieran huyendo para tener la posibilidad de llegar en un día a las tierras de Angkor.
Esto les daría ventajas, aunque estuvieran en el bosque, porque había ordenado a los soldados que quedaron en las murallas, que inspeccionaran constantemente dentro del bosque, para saber qué pelotón llegaba y sumarse a la ayuda.
Kader no sabía muy
En un intento y con todo su impulso, Kader movió su cuerpo lanzándose a la piedra en donde estaba Radí, mientras su garganta luchaba por retomar el aire. Se sentía tan débil, que ahora mismo no sabía de dónde estaba sacando las fuerzas que ya no tenía.Al instante se subió en la roca grande y comenzó a mover al general con desesperación. La herida en su estómago parecía ya no brotar sangre, pero el aspecto de su piel solo le heló la existencia. Rápidamente tomó la cabeza en sus piernas mientras sus labios temblaron sin mantener el control en esa asfixia, que apretaba su garganta.Con las manos temblorosas tocó la garganta de Radí mientras cerraba los ojos y suplicaba, pero no sabía si eran sus propios latidos o su imaginación. Kader se movió un poco para poner la cabeza del general en la piedra y tomarse el momento de llevar
La comida estaba siendo servida, mientras todos en el comedor mantenían un silencio extraño. Ya había pasado cinco días desde que el príncipe había partido del palacio, y eso tenía al rey un poco preocupado y a Nadia más triste que nunca.La chica soltó el aire removiendo su comida, mientras una conversación comenzaba por parte de la madre del príncipe hacia Eysan. Y sí, la chica permanecía en el palacio, porque decían que había sido petición de Kader.Amin se había ido hace tres días en el momento en que Nadia lo confrontó, pero eso no pudo evitar que algunas veces visitara a su hermana y siguiera insistiendo para con Nadia, no en palabras, pero si en acciones. Y en este punto del lapso, Nadia solo quería salir corriendo y no volver atrás.Parecía que el tiempo se hubiese detenido para ella, y su ánimo
Nadia apenas podía sostener la respiración en su boca. Ahora mismo necesitaba estar concentrada al cien por ciento, porque un hombre como el guarda que tenía en sus brazos, doblaba su fuerza. En el momento en que sintió que él se removió para zafarse, ella hizo fuerza a la navaja en su cuello, haciéndole un pequeño corte que vio horrorizada.«¡Por Dios, Santo!», pensó suplicando al cielo que pudiera ser perdonada por ello.—Espere —escuchó como el hombre suplicó—. Lo haré, ¿de acuerdo?—Ha decidido correctamente… —después de hablar de esa forma grotesca, Nadia reprimió su boca sin poder creer aun lo que estaba haciendo. Y sin soltarle el cuello al hombre, vio como su ropa iba cayendo al piso poco a poco.Justo cuando ya el hombre solo estaba en calzoncillos y en una franela blanca, ella so
Una sonrisa fría junto con la presión insoportable en su propio cuello, hizo que la sangre de Nadia se helara al instante. El agarre estaba impidiendo su aire, y sus pies no dejaban de revolotear intentando hacer algo para liberar su cuerpo.En un intento desesperado, clavó las uñas en los brazos del hombre, mientras intentó decir al menos una sola cosa.—Por… Favor… —un hilo de voz salió de su cuerpo, entre tanto el hombre daba unos pasos y la estrellaba duramente contra el árbol, donde unos minutos atrás estaba recostada.—¡Muere como un hombre, no como una niña…! —lo escuchó decir mientras sus patadas violentas y sus manos arañando sus brazos, se hacían más insistentes. El hombre quitó uno de los brazos para hacer una maniobra, tomando su espada con la mano libre y ampliando su sonrisa cada vez más—.
Un día antes…Azima y su marido, Diyar Halu, fueron a recoger un poco de agua al río, porque las cisternas de los pozos cerca de su casa, estaban siendo reparadas. Estos últimos meses habían necesitado más agua de lo rutinario, porque su finca se estaba extendiendo, ya que había crecido la siembra por la compra abundante que las torres de las fronteras, estaba ameritando.Eso, aunado a que también parte de su familia iba al centro de Angkor, a la plaza de verduras para ofrecer sus productos.La mujer iba distraída pensando en que mañana por la mañana debía partir nuevamente hacia las torres, y que tenía pedirle a su pequeña nieta que preparara toda su ropa para la semana. Su día de descanso estaba llegando a su fin, y aunque era feliz en cualquier parte de Angkor, a veces especulaba que merecía más de un d
Azima abrió los ojos mientras su garganta se apretó. Le había repetido miles de veces por el camino a su nieta Amaal, que nadie debía saber sobre el paradero del príncipe, pero por supuesto, jamás elaboró un escenario donde apareciera la chica de la cual el mismo príncipe llamó en su delirio.No podía culpar a su chica por soltar su lengua, pero ahora tampoco sabía que iba a hacer ante la verdad descubierta por aquella pelirroja, que la miraba con aprensión y lágrimas en sus ojos. No la conocía, pero podía ver la preocupación y, sobre todo, el interés en sus ojos.Su marido iba a matarla, no literalmente, pero un buen regaño se llevaría si esta chica la acompañaba hacia la finca. Además, estaba comenzando la semana, ¿Cómo iba a regresar un día después de haberse marchado?Un apret&
En el momento en que Nadia entró a la casona, pudo sentir un ambiente limpio y reluciente por todo el lugar, había un olor particular y supo de donde provenía, ya que había varios jarrones de rosas en las mesas que decoraban la sala principal.Aunque Azima y su marido eran campesinos que se dedicaban a los trabajos netamente del campo, habían decorado muy bien su pequeña casa, —y decía pequeña—, porque era una nada comparada con el palacio. Nadia moría por vivir así, retirada de la ciudad, lejos de la clase rica de Angkor, con estas sabanas verdes infinitas y las montañas en su ventana.Ella no pudo evitar estremecerse, y que su piel se erizara cuando sintió algo cálido en su corazón, al encontrarse rodeada de tanta familiaridad.—¡Es nuestra casa! —expresó Amaal delante de ella con una sonrisa, sabiendo que era del agra
Un trago forzado pasó por la garganta de Kader cuando evidenció que los labios de Nadia se abrieron y sus ojos se cerraron de golpe. Y justo cuando su entrepierna no pudo más con la situación, sus dedos sostuvieron su mandíbula en un agarre fuerte.—¿Qué haces aquí? —el tono frío de sus palabras solo le indicaron a Nadia que ese momento mágico se había pulverizado. Sus ojos se abrieron para notar que en la mirada de Kader había algo que jamás había visto en él.Amargura. Aunque estaba muerta de nervios, no le temía, y tomando una postura seria, quitó las manos de su brazo, pero él no lo hizo con ella. Sabía que de ahora en adelante debía enfrentarse a un hombre frío, seco y, sobre todo, carente de tacto.Pero estaba aquí, y haría todo, todo para que Kader se recuperara.<