—¡Esmeralda, hija mía, gracias a Dios que estás bien! ¡No tienes idea de lo que sufrí cuando vi en las noticias sobre ese incendio! —exclama la madre abrazando a su hija que finalmente acaba de volver a su hogar.—Estoy bien, así que no tienes de que preocuparte —tranquiliza la mujer con una sonrisa en sus labios.—Al menos ha servido para que estés de nuevo con nosotros, aunque nos podríamos haber avisado que vendrías, no tendrías que haber viajado sola —reclama la señora con cierta preocupación notando la palidez de la piel de su hija y parecerle que incluso los ojos han perdido cierto brillo.—No he viajado sola, mamá —anuncia Esmeralda con timidez al imaginarse la escena que se va a dar lugar en cuanto de a conocer a su acompañante.—¿Qué? ¿Has venido con alguien? —interroga la madre saliendo hacia afuera, ya que se había mantenido parado en la entrada de su casa, al salir y ver al hombre que está bajando un par de maletas del baúl de un auto su rostro se enrojece de furia.—
—¡No puedo creer que lo haya hecho, una vez que todo parecía estar encaminándose nos ha salido con esto! —reclama Carolina bebiendo de un solo trago su vaso de whisky.—Créeme que estoy tan disgustada como tú, querida. Pero esto solo es un contratiempo, esa chica tiene el tiempo contado, como dice mi esposo: Hay que ser pacientes. Por lo que vi en todos esos análisis no le queda siquiera un año —responde Alicia con una calma que incluso a ella llega a sorprender. —¿Así que esa es tu estrategia? ¿Esperar cruzadas de brazos durante un año hasta que esa moribunda muera? —reclama la empresaria con disgusto mirando fijamente a su protectora.—Querida, piensa bien las cosas, Ariel perderá al gran amor de su vida, quedará devastado, ¿Y quién crees que va a estar ahí para consolarlo cuando eso suceda? —plantea la señora Steinberg convencida de que es la mejor opción con la que cuentan.—¿Qué garantía tendremos de que será así? ¿Y si simplemente vuelve a hacer lo mismo y se encierra en
—Hola, querida, ¿Cómo estás? Estoy buscando a Julieta Berton, soy su hermana, y necesito entregarle algo que se le olvidó —informa Débora a la recepcionista mirando a su alrededor para contemplar la elegancia de ese lugar.—Ella está en una sesión de fotos ahora, pero si gusta yo puedo entregárselo por usted, para que no tenga que esperar —responde la recepcionista con una amable sonrisa.—De hecho, quisiera ser yo quien se lo entregue, es que debo darle una noticia familiar muy delicada, y lo mejor es que lo escuche de parte mía —replica la muchacha bajando la cabeza en señal de pesar.—Oh, en ese caso puedo llamarla para que venga hasta aquí —anuncia la recepcionista tomando el tubo del teléfono del mostrador.—La verdad es que preferiría ir yo hasta donde ella se encuentra si es posible, se molestaría mucho si la interrumpo, y la verdad es que preferiría no darle mayores razones para que se altere —ruega Débora poniendo su mejor cara de súplica.—Si, en ese caso suba hasta el
—¿Recuerdas este lugar? —pregunta Esmeralda sentándose a la sombra de una gran parra de uvas que los cubre del brillante sol.—Por supuesto, no podría olvidarlo. Solía ser el lugar al que veníamos cada tarde antes del atardecer, desde aquí podíamos contemplar el ocaso, y contemplar las estrellas. Nunca he vuelto a ver un cielo estrellado como el de este lugar —responde Ariel sentándose junto a su compañera y apoyando la cesta de mimbre en la que han llevado algo de comer.—Aquí fue también en donde me propusiste matrimonio, ¿Lo recuerdas? Esa noche la luna se veía tan grande y brillante —murmura la mujer con una débil sonrisa al recordar la felicidad que había sentido en ese momento.—En realidad estuve toda una semana llevando el anillo y tratando de proponértelo cada noche, pero en el momento de tener que decir las palabras me acobardaba. Sin embargo, esa noche me pareció que era la perfecta, el cielo, la suave brisa que soplaba, y tú tan radiante como siempre —recuerda el empres
—¿Y bien? ¿Qué tal te ha ido? —pregunta Débora con mirada interrogante mientras cocina tranquilamente.—Un día bastante agotador, no sabía que supieras cocinar —responde Julieta abriendo la heladera para tomar una botella de agua mineral.—Se te nota en la cara. He aprendido algunas cosas, y creí que una buena pasta sería oportuna para ayudarnos a arreglar las cosas después de un mal inicio —sostiene la muchacha picando las verduras con tranquilidad.—Sí… yo… lo siento, han sido unos días algo difíciles, no debería haber reaccionado de esa manera —se disculpa la modelo sentándose en uno de los taburetes situados alrededor de la mesa.—En realidad yo no debí haber sido tan directa, debería haber tenido un poco de tacto y saber que no podía hablarte de algo así de esa manera, fui muy brusca —reconoce Débora con aparente tristeza.—No puedo culparte por eso, solo dijiste la verdad, y probablemente lo que la mayoría de la gente piensa —resopla Julieta con la cabeza gacha no muy conte
—¿Estás seguro de esto, amigo? —pregunta Daniel acomodando la corbata dorada con líneas plateadas de su amigo.—¿Por qué no lo estaría? Es la mujer que amo, es lo que quería hacer hace diez años, pero que no lo hice por idiota —responde Ariel sin una pizca de duda en su decisión.—Entiendo todo ese… romanticismo, pero yo me refiero a que ella va a morir, ¿Qué harás cuando eso suceda? ¿Vas a casarte solo para enviudar en quizás menos de un mes? —cuestiona el amigo con evidente preocupación.—Sé que es difícil de entender, todos lo ven igual, pero no entienden el amor que nos tenemos. Y esto es una forma de hacerla feliz, ¿Crees que por estar casado sufriré más? De solo pensar que me será arrebatada se me parte el alma, y por eso quiero hacer todo lo posible para que sus últimos días sean los mejores de su vida —expone el empresario con la mirada brillosa por las lagrimas.—Tienes razón, yo estoy siendo un padrino terrible. Este día debería ser el mejor de tu vida, el mas feliz, el
—¿Y qué te parece? ¿Te gusta? —pregunta Pablo con mirada interrogante parado en medio de la sala de su nuevo piso en Barcelona.—¡Es impresionante, es por lo menos tres veces más grande que el mío! ¡Y todos estos muebles son hermosos, esto debe salir una fortuna! ¿Estás seguro que todo esto es necesario? —consulta Julieta algo preocupada de que se esté despilfarrando dinero innecesariamente. —No tienes que preocuparte por el dinero, de hecho nunca mas deberás pensar en el dinero, o preocuparte de cuánto gastar —afirma el futbolista con una gran sonrisa confiada en el rostro.—No creo que debas tomártelo tan a la ligera, que ahora cuentes con un buen sueldo no significa que debas malgastarlo —advierte la modelo a quien nunca le han gustado los excesos.—No seas tan aguafiestas, desde ahora no hay limitaciones para nosotros. Lo que quieras será tuyo, solo tienes que pedirlo —asegura Pablo alzando las manos a los lados de su cuerpo para enfatizar lo que está diciendo.—No te pediré
—¿Cómo sigues, amigo? —pregunta Daniel entrando en la oficina de su compañero con cautela.—Estoy bien, o lo mejor que puedo estar al menos —responde el empresario encogiéndose de hombros mientras intenta concentrarse en la pila de papeles que tiene sobre el escritorio.—¿Aún no has tenido noticias sobre Esmeralda? —consulta el amigo tomando asiento trayendo otro par de carpetas.—No, es como si la tierra se la hubiese tragado. Ni siquiera se ha comunicado con sus padres, no entiendo por qué lo ha hecho, estábamos a punto de cumplir nuestro sueño —reclama Ariel echándose hacia atrás en su asiento soltando un largo suspiro cargado de frustración.—Está bastante claro que lo hizo por amor, no quería verte a ti y a sus familiares sufriendo, fue algo muy noble de tu parte querer casarte con ella, pero estaba a la vista de todos que ibas a salir muy mal parado una vez que ella ya no estuviese —determina Daniel atreviéndose a decir una verdad que nadie mas quiso expresar en voz alta.—