Capítulo 4

Ya había pasado una semana desde que conocí a Ethan. Se podría decir que nos hemos hecho amigos. 

Él va a recogerme en el hotel de noche y salimos por la ciudad en su carro, casi no hablamos, es como si el silencio de los dos nos hiciera entender todo lo demás.

— Entonces, ¿quién es ese chico? —preguntó Alice escondida detrás de su cabellera negra.

Levantó su cara del mostrador y me mostró esos ojos grises que impresionan; son como una tarde nublada. Las pecas esparcidas por todos lados de su rostro, le daban ese aire de inocencia… Alice mordía su labio esperando que le diera alguna respuesta.

— ¿El de pelo largo?.—pregunté confundida. 

— Sabes de quien hablo, ¿quién es ? —Volvió a insistir.

— No es nadie, sólo nos hemos topados unas cuantas veces. —Me encogí de hombros restándole importancia.

— No me vas a contar nada, ¿verdad?..—dijo decepcionada. 

Mire, los ojos de mi hermana eran iguales a los de papá y mi hermano mayor.

— Al', no pasa nada, lo digo muy en serio, no hay nada que contar.      

Salí del hotel, empecé a caminar por las calle de Altdorf y me adentre en uno de sus tantos callejones. 

Me entretuve mirando pequeñas tiendas.

— Dios. Este pueblo sí que es aburrido. No hay nada.

Entré a un pequeño café y pedí un mocachino, salí de allí y algo llamó mi atención; era una tienda donde había un  enorme libro como letrero, mis ojos se abrieron maravillados. 

—¿Será que existe algo así en este pueblo tan aburrido?.—me pregunté a mi misma. 

Los libros, entre otras cosas, han sido mi modo de escapar durante estos casi tres años.

Antes me gustaba leer, pero ahora se ha vuelto una obsesión. Me he refugiado tanto en ellos, que se convirtieron en mis amigos y consejeros en las noches que no puedo dormir o me despierto por una pesadilla

 busco un libro y, por un momento, me perdía en un mundo diferente de mi realidad.

Empecé a caminar hasta llegar a la pequeña tienda y el mágico olor a libros se hizo presente. Había varios estantes con libros de todos los géneros. 

Pasé por todas las estanterías y mis ojos se maravillaron cuando vieron mi saga favorita; prácticamente di saltos de alegría. La saga completa de “Hush, Hush”, también tenían Cumbres Borrascosas,  estaban  en mis manos, sin pensarlo los tomé; esos libros tenían que ser míos.Seguí dando vueltas buscando qué más podría comprar, cuando alguien me saludó.

—¡Verena ! ¿Cómo estás?.—giré sobre mis talones y vi a Ethan sonriendo hacia mí. 

Con la luz del día se veía aún más hermoso; su pelo castaño estaba envuelto en algo similar a una cola desordenada, se le veía un pequeño arete en su oreja y sus ojos café con un toque de verde, su piel blanca. En su rostro tenía varios lunares. Sus ojos me observan con curiosidad, pude apreciar el lunar que tenía en su cuello y otro sobre su labio superior, vestía una camisa azul y una camiseta blanca debajo, unos jeans gastados y unas Vans.

— Hola. —Dije-.

— ¿Qué haces por aquí?.—su mirada estaba cansada.

— ¿No lo ves? Compro libros. —Dije mientras rodaba los ojos.

— No sabía que eras de esas chicas.—dijo sorprendido. 

Mi ceño se frunció.

— ¿Qué se supone que significa eso? ¿Qué? ¿Porque me drogué, no puedo leer libros? —Dije enojada.

—No espera no quise decir eso.—su mirada parecía perdida. 

—¿A no?  ¿Qué quisiste decir entonces?—lo estaba mirando justo a los ojos estaba apretando los libros en mi pecho. 

—Es que eres tan, no sé cómo explicarlo—cada palabra que pronunciaba  me enojaba  más. 

Salí de esa tienda enojada con mis libros en las manos, no quería hablar con él, no entendía porque lo que pensaba él me importaba. 

 —¿Crees que porque te comparto mis drogas y cigarrillos tiene derecho a juzgarme?—le grite 

En vez de dirigirme al hotel, me fui a casa, me encerré en mi habitación y me puse a leer sin darme cuenta, me quedé dormida.

Cuando desperté tomé la decisión de marcharme por unos días, le dije a mi madre que me iría donde mi tía, necesitaba salir de este pueblo, sentía que me ahogaba, no podía durar más en este pueblo. 

Preparé una mochila, tomé el primer tren de la mañana, las gotas de lluvia empezaban a caer podía verlas desde la venta, veía a todos esos chicos tonteando con las chicas; agarrados de manos, borré todas esas imágenes, me concentré en mi música y el libro que tenía en la mano.

 Ya en Berna, respiré aire fresco, me desmonté en la estación, caminé hasta el teleférico hasta llegar a las montañas donde vivían mis tíos.

Cuando llegué, la primera que me recibió fue Nava, la perra más cariñosa del mundo, y pensar que antes nadie se le podía acercar; la encontraron en la calle cuando era un cachorro mis tíos la adoptaron, al ver que Nava era algo agresiva, decidieron enviarla a una academia, lo cual le funcionó, se convirtió en la mascota más amorosa.

Cuando pasó eso, hace unos años, mis tíos me la prestaron. Nava se quedó conmigo por unas semanas intentando darme ánimos. Mi tío estaba jugando con el gato que nunca recuerdo su nombre y Nava.

— ¡Hey! Pero, ¿qué trajo la brisa de verano? Una pequeña rockera moderna. —Dijo mi tío-.

— Andreas.—dije en medio de una mueca. 

— ¡¿Cómo estás, Ver'?!.—Andreas siempre estaba de buen humor. 

— Bien ¿Dónde está tu flamante esposa Belinda?.—pregunté mientras me sentaba junto a él. 

— Aún en el trabajo. Vamos, entremos a la casa, te voy a mostrar lo que traje de Inglaterra.—ambos caminos adentro.

Andreas es el esposo de la hermana de mi papá y cuando se enteró que me gustan esas cosas de rock hicimos una conexión ronquera.

Después de que mi tía llegara, cenamos mientras hablamos, nos pusimos al tanto del hotel, cómo iban las cosas.

Sé que para ellos, es difícil hablar y preguntar cómo lo llevo. En realidad, para todos se les ha hecho difícil hablar conmigo; preguntar directamente cómo van las cosas y si pasa por mi mente la idea de suicidarme para todos es incómodo estar cerca de mi. 

Decidí bajar al pueblo, tomé la bicicleta de Andreas y empecé a pedalear entre árboles y la oscuridad se sentía, como siempre, bien. Sólo al llegar al pueblo me encontré con Evan, el vecino de mis tíos. 

Estuvimos bromeando un rato y nos fuimos a fumar unos cigarrillos. Evan es mayor que yo, tiene 22 años, pero siempre estuvo enamorado de mí. Él sabía que nunca le podría corresponder, el pelinegro con ojos miel me veía como si yo fuese su mundo.

Después de fumar, nos pusimos a hablar.

— Y ¿cómo van las cosas?.—sus ojos no mentían estaba preocupado.

— Ya sabes; bien.—le reste importancia. 

— Y, ¿aún tienes esas ideas?.—me miro directamente.

— ¿Sabes que eres el único que pregunta abiertamente si he pensado suicidarme sin sentirse tan incómodo?.—quería sonar lo más tranquila posible, como si fuese una broma. 

—Creo que nos conocemos hace muchos años y entiendo cómo te sientes, lo que creo es que las demás personas se sienten incómodas porque tienen miedo a incomodarte. Responde mi pregunta..—sonrió mientras me despeinaba. 

— No Evan, no tengo instinto de suicido, otra vez, además, cuando empiece la escuela, iré a ver otro psicólogo. Creo que he cambiado más de psiquiatras y psicólogos que de bragas. —Hice una mueca de disgusto.

— Mamá siempre dijo que eres difícil.—su comentario me dio risa que inmediatamente me trague. 

—  Tu madre es una tramposa. —Dije encogiéndome de hombros.

— Mamá sólo dijo eso para que te entendiera.—la defendió.  

— Tu madre quiso que me alejara de ti desde que vio mi primer corte y supo que me estaba drogando. Lo sabes, esa noche cuando vine donde mis tíos, escuché cómo tú mamá decía que yo no era buena para ti.—y tenía razón en esa época estaba muy perdida. 

— ¡Lo siento Ver’, yo... —Evan agacho su cabeza avergonzado.

— Tranquilo, la entiendo, es su manera de proteger a su hijo. —golpe su hombro con el mío. 

— Mi madre estaba pasando por mucho, en esos días no estaba dedicándole lo suficiente a su trabajo y la pagaba con sus pacientes.

 —Aún recuerdo cuando mi mamá le lanzó el cenicero a tu mamá , y le llamó “loca” “drogadicta”, creo que fue el mejor cumpleaños de Andreas.—Evan sonrió.. 

— Es cierto, nunca había visto a tu mamá tan loca. —Evan soltó una carcajada-.

— Extraño escuchar tu risa, ¿cómo era que le decías, “risa de foca descarriada”? —Sonreí con los labios cerrados-.

— No me salen las ganas de reír. —Bajé mi cabeza. 

—Estoy seguro que llegaría el día en el cual quieras reír y ser feliz, te lo mereces Ver.—apretó mi mano.

Me levanté, tomé la bicicleta y preferí seguir mi camino al bosque, donde me gustaba estar. 

Subí a ese gran árbol que escalaba cuando niña, me puse mis audífonos mientras dejaba que  The Fray recorriera por todo mi cuerpo mientras fumaba para dormir mis sentimientos y callar mis demonios. 

Cuando estaba perdida entre el humo del joint la sensación que me provoca y la música, por una extraña razón, Ethan vino a mi cabeza; tomándose el estúpido refresco de fresa que tanto le gusta mientras el viento juega con sus rizos. Una pequeña sonrisa se dibujó en mi rostro, la elimine de inmediato.

 —Ese chico seguro volvería a su pueblo en dos semanas y yo me quedaría enterrada en Altdorf.—fue lo último que pensé antes de perderme por completo. 

Sin darme cuenta, me quedé totalmente dormida en la copa de ese gran árbol.

Ya llevaba tres días donde mis tíos me empezaba a sentir  normal. El viento levantaba mechones de mi cabello, estaba parada en la orilla del pequeño río que estaba cerca de la casa, saqué un joint lo fumé disfrutando cada calada, ya me sentía mucho más relajada, caminé hasta la casa y me despedí de mis tíos. Era hora de volver.

Mientras iba en el tren, recordé cuando era porrista junto con Alice; para esta fechas, los chicos hacían una fogata frente a lago y si te invitaban, seguro alguien gustaba de ti. 

Aún recuerdo cuándo Al' y yo asistimos a nuestra fogata por primera vez. Estábamos nerviosas, tal vez no le gustábamos a nadie. Alejé esos pensamientos y me di cuenta que había  llegando a mi destino, fui directo al hotel.

— ¡¡Ver'!! —Dijo mi Al tirándose a mis brazos

— ¡Alice! —Dije en tono neutro.

— ¿Cómo estás? Te extrañé, pensaba que me iba a morir sin ti.—aún seguía abrazándome. 

— No exageres, ¿dónde estás mamá y papá?.—dije mientras me la quitaba de arriba. 

— Trabajando, supongo que te contarán todo cuando lleguen, por cierto, ese amigo tuyo ha venido todos los días a buscarte en las tardes. Nuestros hermanos llegan mañana.—me guiño el ojo. 

Sólo asentí con la cabeza, iba a dirígeme a la cocina, cuando la campana de la puerta de la entrada sonó, me di cuenta que Ethan venía caminando hacia mí.

— ¡Hola! —Dijo muy alegre.

Tenía la cara algo golpeada; un moretón en su ojo, el  labio partido, parece que estuvo en un pelea.

— Parece que te rompieron la cara, ¿qué te pasó? —Preguntó Alice.

Ethan hizo una mueca restándole importancia.

— Fue una pela, pero nada grave..—sonrió.

— Ya.—dijimos ambas. 

— ¿Qué vas hacer? Digo ahora.—me vio. 

Alice nos miraba con una gran sonrisa 

Tomé el brazo de Ethan lo llevé conmigo a una de las últimas habitaciones del hotel, encendí un joint en el balcón yo sola fumé intentaba buscar las palabras que quería decir, mientras Ethan parecía tener una guerra con su nuca. 

— Escucha—Ethan pasaba su mano por la nuca y balbuceaba. Estaba nervioso-. Te quería pedir disculpas por lo que dije el otro día, de los libros.

— Ya está olvídalo, al menos yo lo olvidé. 

Me encogí de hombros y me tiré de espalda en la cama, él siguió mi acción y los dos quedamos mirando al techo.

— ¿Qué escuchas? —Pregunto-. 

Me quité el audífono que aún tenía en mi oreja y quité el cable de mi celular. La canción llenó la habitación.

Don't you see me?

I, I think I'm falling, I'm falling for you.

Don't you need me?

I, I think I'm falling, I'm falling for you.

And on this night and in this light,

I think I'm falling, I'm falling for you.

Maybe you'll change your mind

I think I'm falling, I think I'm fall”.

Con el sonido de The 1975 por la habitación entera, Ethan acercó sus labios a los míos y me besó, fue un beso suave. Sus labios apretados con los míos sabían a fresa, joint y cigarrillos, una combinación extraña que me gustó.

El beso al principio era algo torpe y, pidiendo permiso, sentía que nuestros labios eran torpes, mis labios se sentían vivo después de tanto tiempo mi corazón se empezó a acelerar, su arito era frío al contacto, estaba disfrutando este beso. 

Me retiré de sus labios por falta de aire, nuestras respiraciones sonaban pesadas y en su rostro se dibujó una enorme sonrisa, a la cual yo le respondí en mi imaginación.

Pasó una semana de nuestro primer beso, después de eso, nos la pasamos yendo al lago, hablar un poco y una que otra risa, pero como todo acababa, hoy estábamos en el muelle despidiéndonos; mañana entrábamos a clases y no lo volvería a ver más.

Así fue con Ethan, se convirtió en mi acompañante al final del verano

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