La puerta de la oficina se abrió y un grupo de mujeres capitaneadas por Melissa entraron.—¡Qué mierda hiciste ahora, Mellendez! —Melissa resoplaba de rabia.—Melissa, ahora no —pidió Alessandro.—¡Ahora sí! Te lo advertí, Mellendez, que no te metieras con mi amiga —Melissa se sentó a mi lado y me abrazó—. ¡Vete afuera, tus amiguitos están en la recepción, déjanos cuidar de Cata! ¡Anda! ¡Está furiosa!Alessandro se pasó las manos por la cara, me dio un beso en la frente y salió. Levanté la vista y vi a mi alrededor a mis amigas: Melissa, Samantha, Taís, Virginia y Manu.—Sam llamó tan pronto como sucedió todo y vinimos rápidamente a estar contigo —explicó Taís—. Rick ya nos contó lo que pasó.Me sentí acogida por esas mujeres que eran mis amigas y que dejaban todo para acudir en mi ayuda.—El mundo se me está derrumbando de nuevo —dije llorando un poco más.—Cata, cálmate. Alessandro hizo lo correcto, mandando a Patricio a llevar a esa niña diabólica a hacerse un examen confiab
“Alessandro”Estaba sentado en el sofá de mi sala sintiendo un dolor punzante en el pecho, escuchando mi corazón latir en mis oídos, con una enorme dificultad para respirar y los ojos ardiendo con las lágrimas que seguían cayendo. Solo sentí esto una vez y fue cuando murieron mis padres, una pérdida irreparable y muy dolorosa que parece que hace que el corazón deje de latir. Me estaba muriendo sin ella.—Alessandro, hermano, esa infeliz está con su padre en la entrada del edificio esperándote. Sé que estás destrozado, pero no se van a calmar —dijo Patricio y lo miré como si saliera de un trance.—Patricio, ella terminó conmigo. Dijo que ahora no hay vuelta atrás. Que no me va a quitar de mi hijo y que va a volver a trabajar con Heitor —dije desesperado.—Cálmate, Alê. Una cosa ya resolvimos, ella no va a salir de la empresa —miré a Patricio sin entender lo que decía—. Ella va a empezar a asesorarme y Rick te asesorará a ti, a partir del lunes. No es lo que quieres, pero es lo mejor
El fin de semana fue un borrón para mí. Mis amigas hicieron todo y mucho más para intentar animarme e incluso para convencerme de que no debía dejar a Alessandro, pero no podía estar entre él y su hijo y sabía que esa mujer me haría la vida imposible, no lo soportaría.El lunes, cuando llegué a trabajar, Junqueira me abordó en la entrada del edificio.—¡Pero qué haces todavía aquí, vagabunda! —gritó parándose frente a mí. Intenté rodearlo y pasar, pero no me dejó y me sujetó del brazo—. Te hice una pregunta, ordinaria.—Suéltame —jalé mi brazo de sus garras—. ¡Trabajo aquí!—¡No trabajas aquí! Voy a exigir que Alessandro te despida —dijo con los ojos brillando de rabia.—Hazlo —dije y le di la espalda.Cuando Junqueira vino a sujetarme para impedir que entrara al edificio, el guardia Denis se colocó entre nosotros.—No moleste a la señorita. Está advertido de que no se acerque a ella —dijo Denis y entró al edificio conmigo.—Gracias, Denis —agradecí cuando entramos al ascensor.
—Catarina, quiero hablar contigo.—¡Pero eres muy desconsiderada, eh, vagabunda, para venir aquí a fastidiar a mi amiga! —Samantha ya empezó a decirle a Ana Carolina.—Catarina, si no fuera importante no vendría detrás de ti, pero, por favor, solo escúchame —Ana Carolina hablaba como si estuviera llorando y con un esfuerzo evidente por ser al menos agradable.—Ni de broma. Vete de aquí y deja a Cata en paz —Samantha estaba irritada y era peligroso que se lanzara al cuello de Ana Carolina.—Sam, déjala, voy a escuchar lo que tiene que decir, no quiero que me esté rondando por ahí. Es mejor escucharla de una vez y liberarme de esta carga —le dije a Samantha.Ana Carolina no perdió tiempo, jaló la silla a mi lado y se sentó.—Mira, Catarina, voy a hablar contigo de madre a madre —comenzó y se puso la mano en el pecho—. Sabes que es difícil criar a un hijo sola y sé que estás criando al tuyo porque ni siquiera sabes quién es su padre —ya comenzaba a arrepentirme de escuchar a esa pes
“Alessandro”No puedo creer lo que he hecho hasta ahora. ¿Qué me pasó en esa maldita fiesta de despedida de Mari? ¿Por qué bebí tanto? Ni siquiera recuerdo nada de lo que pasó. Y ahora me han arrojado al infierno en compañía del Cerbero y no veo cómo salir de esta mierda.Pasé una semana entera intentando resolver esta mierda de que Ana Carolina está embarazada, pero me presionaron al límite y la cosa no puede empeorar.—¿Alessandro? —escucho a Patricio llamarme.—¡Aquí arriba! —respondí.Estaba en la azotea de mi apartamento, mirando la ciudad a mis pies, pidiéndole a Dios que hiciera un milagro y que todo esto terminara. Pensando en toda esta mierda en la que estoy metido hasta el cuello.—¡Hermano! ¿Cómo estás? ¿Qué pasó que es tan urgente? —Patricio estaba afligido. Cuando lo llamé estaba llorando como un bebé y le pedí que viniera lo más rápido posible y trajera a los muchachos.—¡Estoy jodido, amigo! —dije mientras saludaba a mis amigos.—¡Bueno, entonces vamos a beber! —
Los días se han arrastrado, me he sumergido en el trabajo y todo mi tiempo libre lo he pasado con mi hijo y mis amigas. He dormido mal, tenía ojeras que ya estaban negras bajo los ojos.Cuando llegué a mi oficina para trabajar, había un nuevo arreglo de tulipanes sobre la mesita y una tarjeta con la caligrafía de Alessandro que decía:“Moriría por ti y me estoy volviendo loco sin ti. Haría cualquier cosa para que no sufrieras.”Miré a un lado y sobre la otra mesita había otro arreglo de flores también con una tarjeta. Pero era un arreglo extraño, casi morboso, con flores que siempre veía en los velorios. Me pareció extraño y sentí un escalofrío, eso no parecía ser cosa de Alessandro. Tomé la tarjeta y la abrí, dentro había un mensaje escrito:“Deberías volver al lodo de donde saliste. Alessandro y Ana Carolina se casan en treinta días y serán muy felices con el hijo que ella espera. Él solo te usó.”No pude contener un sollozo y me derrumbé en lágrimas sobre uno de los sillones. L
“Alessandro”—Sam, ¿cómo está Catarina? —pregunté deteniéndome frente al escritorio de mi secretaria.—¡Mal! ¡Pésimo! ¡Horrible! Pero la señora Margarita le hizo un té y se calmó. Ahora estoy aquí con un montón de trabajo, pero como la dejé también con mucho trabajo que hacer y no escuché más llantos, no volví a su oficina —me respondió Samantha.—Voy a hablar con ella, necesito que sepa por qué voy a hacer esta mierda —dije y caminé hacia la oficina de Catarina.—Alessandro, no molestes a mi amiga de nuevo. No sé si esta mierda tiene justificación —me advirtió Samantha.—Lo siento, pero necesito hablar con ella —me di la vuelta y entré a la oficina.Cuando miré, Catarina tenía la cabeza agachada sobre la mesa y los ojos cerrados. Me acerqué y la llamé en voz baja, pero no respondió. Insistí y nada. La tomé en brazos, estaba completamente dormida, abrí la puerta de la oficina de Patricio, que estaba en su escritorio y solo levantó los ojos hacia mí como preguntando qué estaba pas
Desperté en la penumbra. Una débil luz emanaba de una lámpara al otro lado de la habitación. Miré alrededor y reconocí la oficina de Patricio. Por la ventana noté que ya había anochecido, pero no entendía qué había pasado. Lo último que recordaba es que estaba sentada frente a mi computadora de trabajo y había sentido un sueño casi incontrolable, pero eso todavía era por la mañana.Me moví y sentí una mano cálida sobre mi tobillo que hormigueó. Reconocí ese toque antes de verlo. Me di cuenta de que mis pies estaban sobre su pierna. Me froté los ojos tratando de adaptarme mejor a esa escasa iluminación y lo miré, mientras él gentilmente acariciaba mis pies.— Despertaste, mi ángel. ¿Cómo te sientes? —me preguntó Alessandro con voz ronca.— Un poco extraña. ¿Qué hora es? No recuerdo haber venido a acostarme aquí —dije sintiéndome muy confundida.— Son las once de la noche. Doña Margarida preparó un té para calmarte y se esmeró, dijo que necesitabas descansar —Él esbozó una sonrisa pe