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Bitácora personal Agente Laura Talbot 11 de marzo

Bitácora personal

Agente Laura Talbot

Lugar: Resort Vacacional Däastard, Norte de Noruega.

Misión: Control de entidad biológica que pone en peligro la vida humana.

11 de marzo

 Una pareja de turistas americanos se besaban afectuosamente desde un mirador. Tenían frente a ellos la hermosa vista de las montañas nevadas noruegas y estaban cerca de un lujoso resort turístico para esquiadores y entusiastas de deportes invernales. Una suave nevada caía desde el blanco y nublado cielo.

 Luego, un pestilente hedor comenzó a invadir el ambiente y les arruinó el momento.

 —¿Qué es esa peste? —dijo la chica y ambos se cubrieron la boca y la nariz con la mano.

 A lo lejos, subiendo por una lejana cuesta que conectaba con una tupida montaña aledaña al resort, se escuchó un sonoro alarido como un lamento gutural que resonó estrepitosamente por efecto de las paredes montañosas.

 La pareja dirigió su mirada hacia el sendero que se perdía en la ladera de la montaña y al cual la poca visibilidad que producía la nevada ocultaba a la vista. Una silueta simiesca y espantosa, alta como un roble, comenzó a acercárseles retumbando el piso con su pesado caminar. Conforme más se aproximaba más ruidosos se tornaban sus lamentos.

Finalmente la oscura silueta estuvo lo suficientemente cerca como para poder apreciarle en todo su grotesco esplendor. Un antropoide de más de cuatro metros con los brazos largos como un simio, cubierto de grueso cabello y que emitía un olor apestoso. Sostenía en su mano derecha como si fuera un muñeco un cuerpo humano decapitado que chorreaba sangre.

 Ante tan horripilante visión los turistas corrieron despavoridos hacia el resort, y pasaron a mi lado tratando de advertirme:

 —¡Huya! ¡Huya! ¡Es un yeti o algo así…! —dijeron corriendo a toda velocidad. Pero no era un yeti, sino un troll.

 Extraje mi arma de entre la funda que la ocultaba y apunte al ser. Bramaba furibundo y sin duda mataría a muchas personas de llegar al centro vacacional, así que lancé una ráfaga de balas contra él…

 La criatura se cubrió el rostro, pero salvo por eso, no parecía lastimado. Ni siquiera sangraba. Chilló más furiosamente y levantó los brazos como un gorila tratando de intimidarme, y prosiguió su trayecto.

 —La piel de troll es muy gruesa —dijo Fort llegando tras de mí junto con Blake. Ambos comenzaron a disparar con unas AK-47. Yo recargué el rifle y me les uní, pero el troll solo se cubría el rostro y soportaba aquella balacera como si estuviera hecho de piedra. Luego se acercó al árbol más cercano, lo arrancó de raíz y nos lo lanzó.

 El tronco gigantesco estuvo a punto de golpearnos, pero lo esquivamos tirándonos pecho a tierra sobre la nieve. El troll pareció cambiar de estrategia; arrancó otro árbol y lo empezó a usar como una cachiporra con la que pretendía matarnos. El cadáver del infortunado explorador o campesino que había descabezado (los trolls comen carne humana) yacía sobre el suelo.

 —No quería tener que hacer esto pero ni modo… —dijo Fort y le lanzó una granada. El explosivo estalló a los pies del troll haciendo que se cayera inerte sobre la nieve.

 Los tres celebramos.

 No por mucho… atónitos observamos como se levantaba. Aturdido, pero ileso…

 —Ya es suficiente —dijo Fort. Se alejó algunos metros y regresó minutos después conduciendo el cabezal de un camión que empujaba una plataforma con un enorme toldo. —Vean a la ciencia trabajar.

 Fort se bajó del vehículo, descubrió el toldo mostrándonos una serie de reflectores. Los encendió produciendo una luz ultravioleta que me cegó por unos instantes y pareció romper la noche. La luz golpeó al troll de frente y este exclamó unos alaridos ensordecedores… y luego quedó transformado en una estatua.

 Fort apagó los reflectores con mirada triunfal.

 —Entonces es verdad que los trolls se convierten en piedra al exponerse al sol… —comentó Blake.

 —En realidad no —dijo Fort— o eso es lo que me explicó Valdemar que ha estudiado la anatomía de los trolls. Lo que sucede es que su organismo es incapaz de transformar la luz solar en calcio, lo que provoca una reacción en cadena al ser expuestos a los rayos ultravioleta… se calcifican para ser exactos. Pero supongo que para las personas de la antigüedad era visto como convertirse en piedra.

 —Los trolls montañeses no suelen bajar de las montañas ¿cierto? —pregunté mientras nos enrumbábamos hacia el centro turístico.

 —No, pero en general son muy agresivos, especialmente los machos en época de apareamiento. Este había matado ya ha varios habitantes locales y turistas. Quien sabe por qué merodeaba esta zona poblada, que no es muy común.

 —Bueno… un trabajo terminado —añadió Blake. —Asumo que los dueños de este resort son los clientes. ¿Les molestará si disfrutamos de las instalaciones unas horas? Veámoslo como un pequeño bono…

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