35. Nunca fue exclusivo.

Lucía

Sin levantarme de las piernas de Damián de donde estaba acomodada a horcajadas, quedé viendo atónita a la sanguijuela larguirucha de Samantha.

Su aspecto era terrible.

Tenía la ropa desordenada y mojada por la lluvia supongo, la camisa que era blanca se transparentaba pegándose a su cuerpo y la parte de abajo estaba por fuera de la falda de tubo negra, su cabello estaba hecho un desastre, el moño que algún tiempo fue elegante, ahora parecía un nido de pájaros con mechones que colgaban por su frente y ni hablar de su maquillaje corrido, dos líneas negras dibujaban sus mejillas y el labial que fue rojo intenso ahora era un rojo pálido corrido en la comisura de sus labios, era la versión femenina del Guasón.

¡Maldita zorra!

¿Qué hacía aquí?

¿Por qué había entrado sin avisar al apartamento de Damián? ¿Qué quería ahora? ¿Y por qué traía consigo tantos periódicos?

Lo comprendí enseguida. Estaba afectada por la noticia de nosotros en Londres al día, era obvio que ella sentía más que
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