24. La luna está hermosa.
Lucía

Miré sus ojos y vi sinceridad en ellos, Damián era un hombre directo, decía lo que sentía y lo que pensaba sin tapujos, no se iba por las ramas ni le daba vueltas a las cosas y por ser así me intimidaba tanto, al punto de no poder emitir ni una sola palabra.

Con su confesión yo había quedado muda, solo lo escuché y me quedé ahí como una tonta viéndolo a los ojos.

— Lo siento debo ir al baño — no encontré más nada que decir.

Entré y apoyé mis manos sobre el lavabo, alcé la cara encontrándome con mi reflejo en el espejo, mi rostro se veía tal cual como me lo imaginaba; como un puto tómate, mis mejillas ardían y se teñian de un color rosado intenso casi rojo, él tenía la capacidad de hacerme sonrojar con solo mencionar mi nombre, tenía la capacidad de hacerme sentir intimidada por sus palabras, él causaba ese efecto en mí, y empezaba a temer por eso.

Temía dar el siguiente paso, no quería, no podía volver a ser lastimada por un hombre.

Era cierto lo que había dicho, mi cuerpo querí
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