¿Como imaginarias que empieza una historia de amor? Esa donde se enamoran a primera vista y luchan por su amor hasta que logran estar juntos. Déjame decepcionarte porque esta es todo menos una de esas historias, ya que para Mía Cohen el amor ya había tocado a su puerta. Ese clip al ver al hombre de sus sueños ya lo había experimentado hace tres años y fue cuando conoció a Bruno Dallas, su novio actual, el amor de su vida, pero realmente no sabía lo que el destino tenía preparada para ella.
Pero hablemos de Mía, ella era una de las más reconocidas diseñadoras de interiores en la ciudad de Chicago, los más grandes empresarios, y gente adinerada solicitaban sus servicios para que decorara sus casas o edificios, sin contar a las celebridades que la recomendaban. Era una mujer exitosa en todos los sentidos, además de ser hermosa, con una figura que cautivaría a cualquiera.
La vida para ella no había sido así de sencilla, la vida le había puesto varias trabas. Con apenas veinte años tuvo que encargarse de la empresa de su padre, él cuál había fallecido por una terrible enfermedad, ahora con veintisiete años podía decir orgullosa que ella sola había llegado donde estaba. Sin la ayuda de nadie, solo su perseverancia. Para Mía el trabajo era su vida, su mundo, todo lo que ocupaba su mente, a cada momento se la pasaba innovando, creando nuevas tendencias hasta que conoció a Bruno. Su amor fue como un flechazo a primera vista, había encontrado la persona correcta según ella.
Ese día había ido a conocer la residencia de un jugador de Golf muy famoso, este la había contratado para qué diseñará el interior de la preciosa casa con acabados barrocos, esta había sido construida en el siglo diecinueve, era una casa de historia, no podía creer que quisiera destruirla para montarle un diseño más minimalista. Sin embargo, tenía que atacar órdenes, era su trabajo, dar todo de sí y dejar al cliente lo más satisfecho posible.
La rubia estacionó su auto deportivo sobre la acera, y dio un suspiro al admirar la casa con nostalgia, bien podría ser la casa de sus sueños, si tuviera una familia e hijos, como no era así, estaba bien viviendo en su pequeño departamento en uno de los edificios más exclusivos de Chicago. En seguida, Leonar la saludo con entusiasmo, pues había escuchado cosas fantásticas de ella.
—Por favor pasa a mi humilde morada. —Mía río irónica, ya que la lujosa mansión había sido adquirida por la cuantiosa suma de dos punto tres millones de dólares. Era todo menos humilde, pero entendió la pequeña broma—. Quiero que conozcas a la persona que me vendió mi próximo hogar, bueno después de que tú hagas lo pertinente.
Era extraño, Mía no acostumbra a socializar, y menos con los vendedores de los inmuebles, aunque tenía que tener una estrecha comunicación, ya que parte de su negocio venía por las casas recién adquiridas. Como fuera, la rubia pensó que sería algo rápido, un saludo cordial hasta ahí.
Como supuso, la casa era mucho más hermosa que en las fotos, estaba maravillada, estaba contemplando los pequeños detalles, analizando en seguida qué cambios podría hacer, según el gusto de Leonar, cuando de pronto se topó con un hombre mucho más alto que ella, corpulento, de sonrisa encantadora y mirada coqueta.
Sí, él era su tipo ideal, aunque la mayoría de las veces no lo dijera. A ella le encantaba la clase de hombre que se ejercitará, que tuviera buena masa muscular y el aludido, del cual no conocía su nombre, tenía cada una de esas cualidades.
—Bruno, te presento a Mía Cohen, la mejor diseñadora de interiores de la ciudad. —Leonar sonrió al presentarla. Para Bruno tampoco pasó desapercibida, era una atractiva y sexi rubia que se había sonrojado al conocerlo, eso era más que una buena señal.
—Por favor Leonar, no soy la mejor. —Trató de ser modesta, en realidad lo era, no había nadie con su talento. Leonar río más alto ante su actitud.
—Por favor déjame ofrecerte una copa de champán, estamos celebrando por la compra. —Sirvió una copa y se la extendió con amabilidad—. Pero déjame saber tu opinión. ¿Qué dices? —Extendió los brazos para que señalar el lugar.
—Es… hermosa. —Tomó un trago de su copa. —En lo particular la dejaría tal y como esta, pero si dijera eso te perdería como cliente. —Rieron ante su broma. En ese momento un pequeño ruido llamó la atención de todos.
—Oh, disculpen, es mi esposa. —Leonar mostró su celular, el cual estaba sonando sobre su mano y luego dio media vuelta alejándose para contestar.
Mía se limpió con sutileza los labios y miró de soslayo a Bruno, quien la miraba sin disimulo. La atracción era mutua.
—Así que eres Mía Cohen. —Bruno dijo acercándose a ella solo unos pasos.
—¿Me conoces? —Él asintió con una sonrisa socarrona que dejo babeando a Mía, ella estaba sorprendida de cómo sabía quien era.
—Eres la estrella en bienes raíces. —Mía frunció el ceño.
—Yo no vendo casas. —Pensó que tal vez la estaba confundido.
—No, no lo digo por eso. Mi jefe cree que si tú diseñaras o renovaras las casas ya construidas, las ventas se dispararían orbitalmente. —Eso le causó cierta curiosidad.
—¿Para qué compañía trabajas? —Bruno metió su mano en el saco de su traje y sacó una pequeña tarjeta con el nombre de la constructora e inmobiliaria.
—Empire House. —Susurró con sutileza al leer la tarjeta en sus manos. Nadie le había dicho lo que Bruno, Espire House era por mucho una de las mejores empresas de bienes raíces y hacer una alianza de ese tipo sería muy favorable para su empresa—. ¿Es verdad lo que dices? —Aún estaba escéptica, podía notar también el interés que tenía Bruno hacia ella, no quería que fuera una táctica de seducción la cual saldría muy mal de ser mentira.
—¿Por qué te mentiría? —Dallas sonrió más ampliamente. —Si le digo a mi jefe que aceptas trabajar con nosotros y que yo te convencí de eso, estoy seguro de que se podrá muy feliz.
Bruno no mintio cuando dijo que su jefe estaría encantado con la asociación de las dos empresas, Mía estaba emocionada y de verdad creía que a partir de ese momento todo sería mucho mejor. No solo en la parte laborar, sino también en lo amoroso. Tenía que admitir que había puesto los ojos en el atractivo chico de piel broceada.—Es un verdadero gusto hacer esta sociedad contigo. —Maylo era el dueño de Empire House, era un hombre de edad adulta con exquisito gusto por la moda, de ahí venía el afán de enlazar su compañía con la de Mía, pues tenía la idea que el buen gusto se tenía que apreciar desde todos lados.Mía firmó el contrato y entrelazo su mano con la de Maylo para simbolizar el acuerdo.—Estoy muy emocionada de trabajar con usted. —El hombre asintió dedicándole una sonrisa ancha.—Por favor Bruno, acompaña a nuestra socia a la salida. —Estaba encantado de hacerlo. Bruno miró a Mía con sus ojos gatunos y asintió complacido.Él y Mía no había tocado más el tema de la atracción q
Bruno parecía no comprender la gravedad de su enfermedad y siempre que podía la jusgaba sobre los problemas que tenia a causa de su antiguo sobre peso y mucho más cuando estos problemas dañaban la relación, pensaba siempre en que dramatizaba todo a su conveniencia, que así podía manipularlo fácilmente.Ese día estaban en su apartamento, habían llegado después de festejar su cuarto aniversario, se la habían pasado bien, entre comida Italiana, la preferida de su novia, pero ahora era el momento de ponerse más románticos, Bruno estaba de rodillas junto a la cama completamente desnudo, mirando a Mía suplicante.—Al menos inténtalo. ¿SI? —Bruno le mostró las esposas—. Será divertido.—No lo sé, no me gustan. —dijo mientras se tapaba con las sábanas blancas de la cama, se sentía insegura cuando Bruno quería hacer esa clase de cosas.—Oh por favor mi amor. —Bruno se paró del piso y se inclinó sobre su cuerpo para empezar a besar su cuello lechoso, sin olvidarse por completo de las esposas q
Bruno estaba en un bar del centro de la ciudad, sentado especialmente en un banco de la barra, donde tomaba una copa de Vodka, el cual ni siquiera le tomaba sabor. Quería perder la conciencia y no saber más de discusiones, por suerte el alcohol estaba surtiendo efecto y sonrió ante ello. Tomaria una ronda más para estar seguro de que eso pasará. Odiaba sentirse tan frustrado con Mía y que esto causará que le dijera cosas hirientes, cosas que no quería decirle. A pesar de todo la amaba o creía hacerlo, los cuatro años con ella lo demostraban. Aunque siempre que discutían terminaba hiriéndola. Dio un golpe en la barra atrayendo la mirada de todos.—Te ves enojado. —Tara se acercó a él, sentándose en el asiento continuo. Conocía a su viejo amigo, además de que era muy explosivo en sus sentimientos—. ¿Problemas en el paraíso? —Sonrió burlesca y Bruno la miró de mala gana. Tara tenía un terrible humor negro con los sentimientos amorosos, ella creía que ese sentimiento era el peor que podrí
Tara Orr y Logan Hotman eran un tipo de pareja demasiado diferente a lo convencional, ambos tenían una mente muy liberar para enfrascarse en la promesa del amor eterno o un te amo. Todas esas cosas cursis les daba mucha flojera. Más que nada, ellos se prometían aventura, muchas noches de alcohol y sexo desenfrenado.Logan había conocido a la modelo en uno de sus trabajos, él era fotógrafo y Tara al ser modelo trabajaba con muchos de ellos, era lógico que coincidirían, fue como un gusto a primera vista. La atracción física era indiscutible y que fueran tal para cual era un plus. Realmente no tenían una relación como tal, era más bien un pasar un buen rato juntos y de eso ya iban a hacer cinco meses, no pensaban en desprenderse del otro cuando ambos se daban lo que más les gustaba. Ninguno de los dos había conocido tanta libertad en una relación y eso al mismo tiempo los hacía sentir unidos el uno del otro. Plenos.—¿Recuerdas las orgías a las que asistimos con las universitarias? —Tar