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Jane pudo sentir la algarabía a su alrededor, la madre superiora quien vestía con el hábito de su convento, la observaba con asco, y recelo. Las manos de la antigua religiosa temblaban al percibir como Damiano la tomó fuertemente del brazo, y la tiró detrás de él para defenderla.
—¡Fue mi culpa! —El hombre mayor se acusó así mismo, quizás para menguar el dolor de su mujer. —Yo la obligué a estar conmigo… Yo… —Sus ojos se cerraron al recordar que le hizo la vida imposible a la chica que amaba. —Si van a culpar a alguien, cúlpenme a mí… —El rostro de la castaña se tornó húmedo por culpa de su llanto. El remordimiento la estaba carcomiendo por dentro.
—Le falló al padre Tomás… —Teresa soltó de la nada, el pecho de Jane se hundió, y negó
29Jane sintió como un fuego recorrió su espalda.Todas estas emociones eran nuevas, y la hacían sentir un tanto incomoda, ¿Tanta felicidad era buena? ¿Y si el creador la castigaba por su pecado? No quería sufrir. No quería perder al primer hombre que amaba en la tierra, así que ideó dentro de su cabeza un plan.—¿Me amas?Ella le preguntó sin titubear, Damiano arrugó débilmente su entrecejo, agarró con posesividad las mejillas regordetas del amor de su vida, y sin pensarlo dos veces asintió con la cabeza. Su corazón latía demasiado rápido, no tenía dudas de su amor hacia Jane Blackstone, pero lo único que si le molestaba era la idea de Zeus merodeando a su mujer, buscando el justo momento para arrancarla de sus brazos.—Daría hasta mi alma por ti… —La
30Damiano envolvió la poca ropa que tenía Jane en el armario dentro de la antigua habitación del convento en donde vivió durante toda su vida. El ambiente se sentía extraño. Ella jamás se imaginó dejar esas cuatro paredes, y mucho menos por un hombre.—¿En qué piensas?—En ti…El pelinegro le agradó su respuesta, tanto que tiró de sus caderas para acercarla a él.—¿Es algo bueno, o malo?—Bueno… Cuando pienso en ti, pienso en cosas buenas.—¿Tanto me amas?Asintió.—Estoy dejando mi vida por ti.Los labios del mafioso besaron su hombro descubierto.—¿Siempre dormiste en esa cama pequeña y vieja?—La tengo desde hace cuatro años, antes dormía en el suelo.—¿Qué dijiste?
31El corazón de Damiano no dejaba de latir con insistencia, jamás en su vida alguien lo había marcado como suyo, y ahora llegaba una chiquilla de estatura mediana a reclamarlo como parte de su propiedad. Eso lo hacía sentir orgulloso, incluso más enamorado que antes.—¿La escuchaste?Soltó el italiano, aniquilando a su antigua amiga con la mirada.—¿Perdona?Susurró ella, mientras observaba como Jane lo tomaba de la mano.—Soy de ella…El tipo no pudo ocultar su sonrisa.—Es mío, perra…—¿Disculpa?La rubia se tocó el pecho con fuerza.—¿Crees por qué Damiano te dio una orgía le perteneces?El mafioso casi se ahoga con su propia saliva.—Jane… Amor, espera…La chica se soltó de su brazo.—También me darán una orgía, no te creas especial…Sabrina intentó decir algo, sin embargo, Damiano la mandó a callar casi de inmediato. —Cariño, entremos, por favor… —El pelinegro dio una señal para que sacaran a la rubia del sitio, sin embargo, esta se interpuso.—¿Una orgía? Pensé que eras su novi
32—¡Sí!Jane gritó con tanto entusiasmo que los empleados del pent-house no pudieron evitar escuchar su voz.—¿Lo dices enserio?La voz de Damiano tembló, era la primera vez en su vida que proponía matrimonio.—¡Sí quiero ser tu esposa!Los ojos del pelinegro se iluminaron, una sensación extraña recorrió su espina dorsal hasta llegar a su estómago. Sus ojos se cristalizaron, mientras que rápidamente se secaba las pocas lagrimas que habían brotado de sus ojos.—¡Serás la señora Morelli!Sus enormes brazos rodearon la delgada cintura de la castaña, los corazones de ambos latían con mucha fuerza. —Mañana…—¿Qué sucede mañana?—Vamos a casarnos mañana…—¿Qué dices?
33—¡Damiano! ¡Damiano! ¡Por favor! ¡Sácame de aquí!Jane gritó lo más que pudo hasta que su garganta dolió tanto que ya no pudo hablar más. sus uñas se enterraron en su cuero cabelludo, porque ni siquiera se dio cuenta como todo terminó de esta manera.Su cuerpo cayó arrodillado ante una cama, mientras que sus manos tiraron levemente de su cabello. “¿Siempre fue así?” “¿Siempre será así? Fueron las preguntas que carcomieron dentro de ella.—¡Damiano Morelli!Gritó una vez más, aunque ella sabía que nadie la escucharía.—Tengo que salir de aquí… —Se dijo para sí misma, trato de abrir las ventanas de aquella habitación en donde la tenían retenida, aunque luego se dio cuenta que estaba en el último
34Damiano tiró con fuerza de Jane para alejarse de ella.Sin dudarlo salió de la habitación, con el corazón latiéndole tan fuerte que sentía que se iba a desmayar. Su frente sudaba a chorros, sus manos temblaban tanto que no podía detener los movimientos bruscos de su cuerpo.—¿Qué estás haciendo, Dam?Christopher le preguntó, mientras bajaba las escaleras.—No te interesa…—Sabes que sí.Lo miró con enojo.—No me hagas dispararte… Ella es mía.—Pero parece que no…Damiano se abalanzó contra él: —¡Hijo de perra! —Un guantazo lo tiró al suelo casi de inmediato. —¡Ojalá! ¡Ojalá no le hubiese prometido nada a tu maldita familia! ¡Ahora estarías muerto, pedazo de mierda!E
1“El diablo ha tocado la puerta del convento de Green Town, y Jane lo ha dejado entrar”.No ha parado de llover durante todo el mes de abril, los días siempre están en absorta oscuridad como si los cielos quisieran avisarles a las monjas de Green Town que algo jodidamente malo estaba a punto de sucederles; los cielos se tiñaban de una tonalidad grisácea que provocaba escalofríos en Jane, una de las mojas más jóvenes del convento del eterno creador.Su padre la había abandonado en aquel viejo lugar cuando ella apenas tenía cinco años, las malas lenguas decían que su madre era una prostituta que quedó embarazada de uno de sus clientes, y fue dejada con este cuando la niña apenas tenía unos escasos días de nacida. Para la joven escuchar este tipo de chismes entre las huérfanas del monasterio se sentía algo doloroso.Había pasado más de la mitad de su vida culpándose del destino que le tocó, mientras que decidió entregarle su vida al señor para intentar buscar la piedad del señor, una pi
2El peso de Damiano contra el diminuto cuerpo de Jane estaba presionando tanto su estómago que la monja no podía casi respirar, las manos de la chica trataban de mantener al descomunal hombre en pie, sin embargo, su enorme tamaño le estaba jugando una mala pasada.Gotas gruesas de sangren caían como cascadas contra el suelo de granito del convento, y ni hablar de las vestimentas sagradas de la monja, las cuales ya no eran de un blanco pureza, sino más bien tan carmesí como los labios rojos de una mujer virgen.—¡Ayuda! ¡Ayuda! —Blackstone gritó, metiendo sus manos por debajo de las axilas de Damiano, y de esta forma tratar de arrastrarlo por el suelo, un par de hermanas que escuchaban desde lejos la algarabía, corrieron hacia su encuentro. —¡No se queden allí paradas, este hombre se puede morir!La castaña se encontraba tan sorprendida por el charco de sangre que ahora los rodeaba, así que entendió que, si esto seguía así, estaba más que convencida que aquel sujeto de enorme estatura