Tres semanas habían transcurrido desde que el curso de inglés comenzó.
Emilio se acostumbró a su situación prontamente. No peleó, no discutió con el coordinador, no volvió a putear a Marco. Se resignó a concluir los dos niveles que faltaban y a escuchar las bromas sosas de sus compañeros y a contemplar, a ratos, a la belleza de los labios color durazno, de quién sabía su nombre, sus gustos y conocía su personalidad; todo gracias a las preguntas insidiosas que la teacher hacía a los estudiantes y que él, odioso, evitaba responder en la medida de lo posible. El muchacho evitó cuanto pudo cualquier contacto con la chica que tanta atracción le produjo esa primera vez. Luchó con su anhelo de conocer a alguien más, con el deseo de ser feliz.
Sin embargo, a veces ciertas acciones y situaciones deben de suceder y aunque queramos ev
Mientras estaba sentado ahí en ese salón, solo tuvo una certeza. No le gustaban los doctores.No porque creyese como algunos ignorantes que eran “matasanos”, no porque se creyese más que ellos, no por cualquier razón lógica o no lógica. Simplemente, no le gustaban ni los doctores, ni las enfermeras, ni las clínicas, ni las paredes blancas, ni los estetoscopios. Pero aunque no le gustasen, ahora mismo debía de esperar que uno de ellos le atendiese a ver si lograba quitarle la enfermedad que aquejaba su cuerpo.El salón era amplio y luminoso, con sillas para hacer más llevadera la espera y algunos posters relacionados con el tema de la salud. Una planta solitaria adornaba una pequeña mesa de vidrio que a su vez dejaba reposar unas cuantas revistas de temas variados sobre su superficie. Un pasillo estaba unicado a su izquierda, que se dirigía como tal al consultorio del doctor.
“Verá mijita. Si usted quiere estar con mijo, debe de atenderle bien”.Emilio, que hasta ese momento estaba concentrado en comerse cuanto bocadillo pudiese tomar de la mesa, levantó la cabeza al escuchar esas palabras. Para su pesar o fortuna, las mujeres y su amigo estaban cerca y podía escuchar cuanto cosa pudieran decir.“Yo le lavo la ropita, le preparo la comida, le cuido y le arreglo el cuarto. Yo le tengo bien a mi hijito y realmente me gustaría que usted también lo haga. Si va a ser así, entonces usted estese nomas con mi hijo. Eso nomas le puedo decir señorita”.Después de escuchar esas palabras, Emilio casi abrió la boca, demasiado sorprendido. Esas palabras le resultaron absurdas, más tomando en cuenta que después de criarse solo con mujeres él nunca tomaría esa actitud frente a una y peor su madre incitaría esos
Mientras estaba sentado ahí en ese salón, solo tuvo una certeza. No le gustaban los doctores.No porque creyese como algunos ignorantes que eran “matasanos”, no porque se creyese más que ellos, no por cualquier razón lógica o no lógica. Simplemente, no le gustaban ni los doctores, ni las enfermeras, ni las clínicas, ni las paredes blancas, ni los estetoscopios. Pero aunque no le gustasen, ahora mismo debía de esperar que uno de ellos le atendiese a ver si lograba quitarle la enfermedad que aquejaba su cuerpo.El salón era amplio y luminoso, con sillas para hacer más llevadera la espera y algunos posters relacionados con el tema de la salud. Una planta solitaria adornaba una pequeña mesa de vidrio que a su vez dejaba reposar unas cuantas revistas de temas variados sobre su superficie. Un pasillo estaba unicado a su izquierda, que se dirigía como tal al consultorio del doctor.
Era un idiota. Ese era un hecho.Sus errores sumaban un largo listado y su modo de ser, a veces despreocupado y aveces preocupándose de más, le causó problemas que le jodieron mucho la existencia en el pasado. Apenas hace un par de años, cuando salía del colegio y la juventud era más visible en él, su mal carácter tan marcado le causo peleas e incovenientes con todas las personas de su alrededor. Se había equivocado, pero todos esos errores le enseñaron una lección, y esa lecciones no las olvidaría nunca.Era un idiota... quizás un idiota que se estaba corriendo poco a poco, pero aun seguía siéndolo. Claro que eso de ningún modo significaba que no tuviese sentimientos; por lo que ahora mismo, mientras la mujer que más quería en el mundo no tenía intenciones siquiera de mirarle, una pena enorme le afectaba el corazón y le afli
Fría nocheLas horas caen como pétalos,E inevitable llega la noche fría.Pero a mi alma no le preocupa la oscuridad,Sino que no te tengo, amada mía...Los ojos color chocolate bailaron por sobre las letras, de un lado al otro, en un vaivén que a Emilio se le hizo infinito. <<Va a decir que no le gusta. Ella es culta y no le va a gustar estos poemas que solo son frases que riman>>. Mil pensamientos cruzaban por su mente mientras el viento alborotaba los cabellos de ella, en un remolino cautivante. El césped en el que estaban sentados le resultó incómodo y se movió, sintiendo una pizca de nerviosismo.<< ¿Qué es la literatura?>> Se preguntó a sí mismo mientras recordaba lo que escribió. “Arte de la expresió
“Había una vez” escribió en su cuaderno, ansioso de que los demás terminasen el examen final. Miró de reojo como Julieta llenaba los espacios en blanco y después de revisar lo que había hecho una última vez, entregó la prueba y se retiró a su asiento. Ese día la chica vestía un saco gris claro y un jean azul oscuro, que para variar le resultaron atractivos. Él en su lugar vestía un jean negro y una chompa del mismo color. Nunca variaba su vestimenta, siempre en los rangos entre oscuro y más oscuro. En eso también contrastaba con la chica.Una mirada cruzaron cuando ella levantó el rostro. El segundo que duró fue casi una eternidad y estaba tan cargada de significado que una vez más, Emilio tuvo ganas de que todo terminase. Después del dichoso examen y de que las notas se diesen a los estudiantes, la clase de la profesora Rocío
En los seis meses me hallo a mí mismo,Habiendo comenzado una innombrable locura…Me embelese con tus ojitos que miran y encuentran, Enamorándome poco a poco de tu alma tan pura.<<Me quedó medio medio bonito>>, pensó, pasando sus dedos por el teclado usado, mientras con la vista repasaba cada una de las palabras. Rimaba, le gustaba, y le pareció adecuado para lo que tenía en mente. Estiró las piernas, los brazos, movió la cabeza para activar los músculos y aspiró el aroma cautivante del café hirviendo, proveniente desde una taza colocada en su mesa, sonre un pequeño plato. Cuando tragó el caliente brebaje disfrutó del calor que le transfería la porcelana y se alegró de poder disfrutar de un manjar como el café, escribiendo unos cuantos y con el ruido de la lluvia fuera
Era un idiota. Ese era un hecho.Sus errores sumaban un largo listado y su modo de ser, a veces despreocupado y aveces preocupándose de más, le causó problemas que le jodieron mucho la existencia en el pasado. Apenas hace un par de años, cuando salía del colegio y la juventud era más visible en él, su mal carácter tan marcado le causo peleas e incovenientes con todas las personas de su alrededor. Se había equivocado, pero todos esos errores le enseñaron una lección, y esa lecciones no las olvidaría nunca.Era un idiota... quizás un idiota que se estaba corriendo poco a poco, pero aun seguía siéndolo. Claro que eso de ningún modo significaba que no tuviese sentimientos; por lo que ahora mismo, mientras la mujer que más quería en el mundo no tenía intenciones siquiera de mirarle, una pena enorme le afectaba el corazón y le afli