Esa mañana

Esa mañana, el día no pudo amanecer más soleado. Las nubes blancas como algodón impoluto se perdían en un cielo que de tan azul se convertía en un mar infinito de aguas cristalinas, mientras los rayos dorados del sol atravesaban dorados la blancura y bañaban el mundo con su revitalizante calidez. ¿Qué más podían pedirle a la vida? ¿Qué más que un calor inusitado pero cómodo, una brisa fresca y un mundo por conocer? ¿Qué más que una compañía chévere, una sonrisa sincera y una pareja fiel?

Mientras el sol hacía de las suyas, y la naturaleza le reafirmaba al ser humano que solo era una indiferente mota en medio de su enormidad, una pareja convertía al mundo en su propio entorno, en su hábitat natural, en su propio lugar para estar felices. Sus manos entrelazadas reflejaban su fuerte unión, sus corazones lat

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