El celular vibraba, una, dos, tres veces.
Los mensajes intercambiados por la joven pareja iban desde un lugar al otro, desde la Argelia hasta Carapungo, convirtiendo la lejura en la cercanía; convirtiendo la comunicación, mediante las maravillas tecnológicas, entre un hombre y una mujer que de otro modo no podrían haber hablado,en algo posible. Hace cincuenta años, el único modo hubiera sido con cartas y misivas, con mensajes que llegarían después de un mes; en la era de la tecnología, esa era relación se volvía posible.
¿No te parece que ya deberíamos de “mimir”?
El mensaje de Julieta hizo sonreír a Emilio, que se apresuró a contestar.
La noche es joven, amada mía. Avísame cuando estés acostada y entonces… nuestro sábado.
"Nuestro sábado". Tras enviar la respuesta, Emilio se acomodó en el sillón viejo y desgastado que le servía como cama, mirando las luces nocturnas que se filtraban por la ventana y se perdían en el cielo. L
Bueno, a veces. Pero no siempre. Ja. Bueno ya enserio mi amor, ¿qué tal tu día? Ya sabes poeta… Todo bien. Dentro de lo que cabe. ¿Y eso significa qué? Julieta dijo algo que no entendió. Después de verificar el volumen de su celular, le pidió que repitiese las palabras. Nada en realidad, Emilio. Cosas que pasan. Y que no me quieres contar. Sinceramente, no. Por un segundo, sintió molestia porque ella no quería compartir lo que sentía. Respirando hondo, entendió que no estaba la obligación. El Emilio de antes le habría insistido hasta que le contase, o hasta que ella le mande al caño. El de ahora entendía que a veces menos es más. De todos modos sabes que estoy para ti. Siempre. No importa lo que suceda mi vida, tú cuentas conmigo. Unos segundos de silencio se dejaron escuchar por parte de su chica, pero la tensión entre ambos finalmente se rompió. Es
Era un idiota. Ese era un hecho. Sus errores sumaban un largo listado y su modo de ser, a veces despreocupado y aveces preocupándose de más, le causó problemas que le jodieron mucho la existencia en el pasado. Apenas hace un par de años, cuando salía del colegio y la juventud era más visible en él, su mal carácter tan marcado le causo peleas e incovenientes con todas las personas de su alrededor. Se había equivocado, pero todos esos errores le enseñaron una lección, y esa lecciones no las olvidaría nunca. Era un idiota... quizás un idiota que se estaba corriendo poco a poco, pero aun seguía siéndolo. Claro que eso de ningún modo significaba que no tuviese sentimientos; por lo que ahora mismo, mientras la mujer que más quería en el mundo no tenía intenciones siquiera de mirarle, una pena enorme le afectaba el corazón y le afligía la existencia misma. ¡No era perfecto! ¡Nunca pretendió serlo! ¡No podía! Él solo era un ser humano, tan sencilo que s
No acabó sino hasta una hora después, llenando dos hojas completas de letrs pequeñas, línea tras línea. Miro lo que había escrito sintiendo una punzada de dolor en la cabeza. Las frases le gustaron, pero la verdad encerrada en esas palabras, algo tan poderoso y real contenido dentro de un papel, le pareció mágico, una completa maravilla. Le dolía la muñeca, pero algo tan mundano como el dolor no tenía cabida en ese ambiente dominado por la magia del amor y del cariño sincero. Esa era la consagración de sus deseos de que ella entendiese las cosas del modo que él lo hacía, que sus mentes entrasen en sintonía y pudiesen finalmente dialogar. ¡Tan lindo que sería entregarse al amor y al deseo! Entregarse el uno a los brazos del otro; nunca, jamás en la vida, fallarle a su relación. Releyó las letras y sintió los sentimiento agolpándose dentro de sí y no pudo más. Se acercó a la cocina, tambaleante, para beber un vaso de agua. Como le dolía, como le quemaba por dentro, com
Su mente se sacudió envuelta en pensamientos incoherentes y su cuerpo se lleno de dolores febriles. No estaba al borde de la muerte, pero sentía como si así fuera, y mientras se movía de un lado al otro de la cama, ansioso, anhelo más que nunca estar sano. ¡Ay la enfermedad! Haciéndonos valorar más que nunca un cuerpo sano. ¡Ay de nosotros al sentirnos desvalidos y enfermos, débiles y convalecientes! Cuando nos sentíamos así, dejábamos de ser fuertes y poderosos y solo nos convertíamos en niños esperando ser atendidos. Al menos, eso es lo que sentía Emilio Cartagena ahora mismo, mirando perdido las paredes beige de su cuarto y sintiendo el al menos reconfortante peso de las cobijas que le brindaban un mínimo de calor y protección. Sentía fríos los pies a pesar de usar gruesas medias y temblaba lleno de escalofríos que sacudían su cuerpo y helaban sus manos. Aunque intentó por todos los medios posibles dejar de lado los más lúgubres pensamientos de su mente y alejar e
Dormirme en tu pecho bendito cual niño acurrucado, Dormirme en tus besos dulces y despertar enviciado, Tan solo imagina que la noche es nuestra, Que despertar enredados es seña y muestra… Porque sé que puedo parecerte aburrido, Pero es que quiero paz, y la quiero contigo. Poder guardar todo tu cariño, Que seas mi apoyo, mi mitad, mi vida y mi abrigo. Si… Ya sé que no estoy bien de la cabeza… Y que a veces mis ideas trascienden la realidad. ¿Pero que más sincero que el cariño de un loco? Porque es el único, que te querrá de verdad.
Vacilando entre la locura, Perdiendo la cordura, Me encuentro amor mío, Luchando conmigo mismo… Vacilante entre mil sueños, entre los anhelos de tu amor bonito, me encuentro perdido en rosas, enternecido mi corazoncito. ¡Vacilando y sin vacilar por ningún motivo! ¡Seguro de que te quiero y de qué eres mi perdición! ¡Porque muchos llamarían insensateza a lo nuestro! ¡Pero yo solo lo llamo un sincero amor! La música que puso esa noche sonaba melodiosa resultándole una grata compañía… un remanso de paz en medio de tantos días estresantes, de pruebas inoportunas e inesperadas y deberes acumulados, de conversaciones con su novio y la enfermedad que le afectó por venir a verle. Al acabar de leer el último poema que le había enviado se sintió ru
<<Emilio se había vuelto loco, loco de enfermo. No. Siempre ha sido un loco, y ahora lo demostró más que nunca>>. ¡La playa! ¡La playa estaba tan lejos! Antes siquiera de pensar en una respuesta, su mente hizo cortocircuito al caer en cuenta de la canción que sonaba en ese momento. “Hasta el fin del mundo”. La letra avanzó hasta llegar a la parte que más podía significar para ella en ese momento… “Hasta el fin del mundo te seguiré, donde sea que estés yo te encontraré... Nada en mí es más importante... que vivir junto a ti". Cantó los versos en sintonía con la canción. Al terminar tragó saliva, pensando en si podría haber una situación más propicia, o más incómoda, para que suene esa canción. Por supuesto que quería permanecer junto a Emilio a pesar de todo, y acompañarle en esas loca aventuras que se le ocurrían de vez en cuando...¿Pero decirle que sí?
Mientras estaba sentado ahí en ese salón, solo tuvo una certeza. No le gustaban los doctores. No porque creyese como algunos ignorantes que eran “matasanos”, no porque se creyese más que ellos, no por cualquier razón lógica o no lógica. Simplemente, no le gustaban ni los doctores, ni las enfermeras, ni las clínicas, ni las paredes blancas, ni los estetoscopios. Pero aunque no le gustasen, ahora mismo debía de esperar que uno de ellos le atendiese a ver si lograba quitarle la enfermedad que aquejaba su cuerpo. El salón era amplio y luminoso, con sillas para hacer más llevadera la espera y algunos posters relacionados con el tema de la salud. Una planta solitaria adornaba una pequeña mesa de vidrio que a su vez dejaba reposar unas cuantas revistas de temas variados sobre su superficie. Un pasillo estaba unicado a su izquierda, que se dirigía como tal al consultorio del doctor. Era el único que esperaba en ese salón tan asceptico. Se encontraba en la “y”,