Tara sonrió triunfante por un largo rato mientras iban llegando a la villa. Alexander estaba en silencio, apretaba con fuerza el volante, no podía creer que había fallado, él tenía que haber conseguido esa cita. Bueno, ella lo había conseguido así sin más, quizás la belleza de Tara había sorprendido al francés. De nuevo, los celos lo estaban consumiendo.
— ¿Estás bien? —preguntó Tara al ver su esposo, serio.
—Sí.
— ¿Entonces por qué no has dicho nada en el camino? —Alexander detuvo el auto frente a la casa. Soltó un suspiro.
—No me gusta que los hombres te miren como si nunca hubiesen visto a una mujer en su puta vida. Debió haberse sentido atraído por tu belleza…—Tara abrió sus ojos.
—Espera, espera. ¿Crees que lo que hice fue usar mí…? ¿Y no por mí…?—Tara detuvo sus palabras. —Bueno, antes de que supiera el verdadero color de mis ojos, él ya me había concedido la cita. Así que no creo que por mi…”belleza” lo haya conseguido. ¿Crees que…? ¿Sa
Tara abrió sus ojos para encontrarse con el rostro de preocupación de Alexander, quien sintió alivio al ver reaccionar a su esposa. — ¿Te sientes mejor? Háblame. —insistió él. —Yo…—cerró los ojos, Tara. El dolor de cabeza era horrible. —Me duele la cabeza. —Te has golpeado al caer, Alexander no alcanzó a llegar a tiempo. ¿Cómo te sientes? ¿Necesitas que te llevemos al hospital? —preguntó preocupado, Jack. Tara abrió sus ojos, el momento anterior a desmayarse, le provocó escalofríos, negó con los ojos vidriosos. —Dime…dime que ha sido un sueño lo que he escuchado…—las lágrimas se desbordaron por las mejillas de Tara. — ¡Dime que fue un sueño! ¡Dime qué el hombre que me ha quitado todo y nos tiene aquí no es mi padre! —Alexander sintió como la piel se le había erizado a las palabras de Tara. —Estoy investigando, cariño. No te puedes alterar, recuerda a nuestros hijos. —Tara convulsionó del llanto, abrazada a Alexander en el sillón, éste le hizo
Seymour miró por un largo tiempo aquella ventana de su oficina, daba un esplendoroso paisaje a la ciudad de New York, era por la tarde y él seguía pensando en sí hizo bien las cosas. Había modos, pero primero que eso, necesitaba probar si ese hombre era suficiente para su hija. Sabía que tendría un camino lleno de obstáculos cuando ella se diera cuenta de que él es su padre, aceptaba de todo por parte de ella, menos que se alejase. Siempre había estado cerca, muy cerca de ellas, las cuidaba y estaba al tanto de todo lo que las rodeaba. Se pasó ambas manos por su rostro cansado, los años ya le estaban cobrando factura. Se escuchó el toque de la puerta.
Días después… Tara había estado en silencio todo el viaje de regreso a Estados Unidos, el corazón no dejaba de latirle con dolor, con decepción y no supo que otros sentimientos, pero de lo que sí estaba segura, era de que muchas cosas dentro de su interior habían sido cambiadas. — ¿Estás bien? —preguntó por cuarta v
Seymour sabía que no sería fácil conseguir algo tan preciado de Tara, el perdón. Sabía que se acercaba una tormenta entre los dos, he ahí que su hija había heredado de él el carácter rebelde, decisivo, pero no era mala, era una buena persona, Sofía había forjado una buena mujer. ¿Pero había elegido un buen hombre? —Bueno, si lo quieres, será así…señora Cooper. —Tara se tensó, si tuviera un poco más el corazón tan blando, hubiese dejado a un lado todo y correría abrazarlo, quizás lloraría y le diría que lo extrañó mucho, pero no. —Gracias. Necesito que se empiece a hacer el cambio de venta de mis tierras, la exportadora y mi hacienda. —Seymour levantó una ceja, impresionado a su pedido. —No será necesario eso, señora Cooper. Tara arrugó su frente, confundida. — ¿Cómo qué no será necesario? —Tara tragó saliva, ¿Acaso se ha echado para atrás en esto? ¿Ahora definitivamente habrá perdido todo lo que su madre levantó? Seymour
Tara miró entre sus manos que descansaban sobre su regazo, el móvil. Tenía unos minutos que había colgado, había hablado con su nana Julya y le había contado todo lo que había pasado últimamente. Se sintió muy abrumada, las lágrimas se deslizaron por sus mejillas al momento de cerrar sus ojos, intentó controlar todo lo que sintió en ese momento pero no pudo, finalmente, todo empezó a salir, lloró y lloró en aquel pequeño sillón individual que adornaba un rincón de la habitación que era años atrás de su esposo. Se abrazó a su vientre y comenzó a mecerse ella misma, lloró y lloró, pensando en todo el tiempo que había esperado para poder ver a su padre, las veces que practicaba los nudos de las corbatas, teniendo la esperanza de algún día hacerle una a él, las veces que pulió la forma de cabalgar para así un día mostrarle que podía hacerlo como él o mejor, lloró y lloró, se mordió el labio para callar su jadeo por el llanto. Sintió el cálido toque de algui
Seymour se preocupó por aquel mensaje de parte de Cooper, aunque no le caía del todo bien, más, el haber descubierto sus gustos y juegos sexuales, tuvo la amabilidad de responder y decirle la situación. El corazón le latió a toda prisa, ¿Qué pasa si la noticia de que era su padre la había afectado al grado de pasarle algo a ella y a sus nietos? Sintió una opresión en su pecho. —Tranquilo, Seymour. Ellos estarán bien, es solo...—su corazón latió con más fuerza, se llevó su mano a su pecho. —Fue una mala noticia, cariño...—una voz susurrante se escuchó en su despacho. Cerró los ojos con fuerza e intentó controlarse, el dolor poco a poco iba estaba cediendo. Abrió sus ojos y entonces la figura de Sofía apareció sentada frente a él. Sintió como su cuerpo se paralizó, la había escuchado en varias ocasiones desde que había fallecido, pensó que su mente le hacía una tortura por la culpa que sentía. —Déjame en paz. —susu
— ¿Te engañó?—susurró con sorpresa, Tara. —Sí. Esa noche me lo gritó en mi cara, estaba haciendo sus maletas, gritaba que otro si le había podido dar lo que yo no, intenté hablar y solucionar nuestra situación, pero ella se negó, dijo que te daría lo que yo no había podido darte en ese entonces,tenía unos proyectos, uno de ellos era la juguetería, pero los malos tiempos nos golpearon, aun no era un hecho. Así que cuando le dije que te arrebataría de su lado, ella enloqueció, amenazó con desaparecer, por un momento entró en razón, llorando me dijo que era lo mejor, que yo no era un buen ejemplo. Yo solamente tenía las tierras esas, solo faltaba trabajarlas, pero ella se desesperó, había dinero, pero ella quería más.Al verla segura de lo que iba a hacer, ella tomó sus cosas y se fueron de mi vida. —Tú no me abandonaste...—susurró, Tara. —Si te abandoné, debí luchar más por ti. Cuando me lancé a la ciudad a trabajar y hacer mis proyectos, pensaba...—
Tara había cumplido recientemente treinta y tres semanas de embarazo, estaba sentada en la silla que Seymour, su padre, le había regalado, estaba tallada en madera. — ¿Cómo te encuentras?—preguntó Julya al mismo tiempo que dejó unos chiles jalapeños en un plato, un poco de paté y galletas saladas. Tara tenía un exagerado apetito por los chiles y el paté, esto había empezado hace un mes. —Bien, tengo mucho sueño, pero las patadas de ellos me despiertan exaltada.—Julya soltó una risa. —Serán tremendos, puede que