Jack salió al pasillo ajustándose la bata.
— ¿Ni una comida ni nada? —preguntó Jack divertido.
Las puertas del elevador se abrieron y entraron Alexander y Tara.
—En una hora, lugar de siempre. —dijo Alexander mientras presionaba el botón para que se cerraran las puertas, Tara agitó sus dedos en despedida, Jack negó con una gran sonrisa en sus labios, finalmente las puertas se llevaron a la pareja.
Alexander miró el elevador.
— ¿En serio se fueron? —Jack entró a toda prisa y comenzó a brincar sobre el desastre que tenía, buscó su móvil y revisó las llamadas, como diez de su madre, cinco de Giselle, y el resto del número de Tara…sonrió como un bobo.
Las tripas eran una orquesta sinfónica mientras se dirigía a la ducha, se pasó una ma
Tara y Alexander se despidieron de Jack, ellos tenían que terminar de revisar lo de la mudanza durante el día y por la mañana a primera hora se regresarían a la hacienda. Jack estuvo tentado a la invitación de la pareja, después de manejar a su penthouse, se debió de último momento y llegó al club Rojo, buscó en la recepción a Giselle, le informaron que estaba ocupada pero que en unos diez minutos podría atenderlo. Jack estaba ansioso, se jaló la barba y sintió que debía afeitarla, necesitaba sacarse esos sentimientos y pensamientos sobre Tara de una vez, tenía que meterse en la cabeza que él no es así y ser de los que se meten en un matrimonio y lo arruinan por muy jodido que este la cosa. — ¿Jack? ¿Vienes a solicitar tu membresía de nuevo? ¿A invertir de nuevo en el
Tara y Alexander ya tenían la última caja en el carro de la mudanza. Alexander dio las indicaciones a los trabajadores, a primera hora se marchan a la hacienda. Tara caminó por el gran salón vacío hasta quedar frente al ventanal de la sala. Aunque no alcanzó a sentirla como su casa, le daba nostalgia, pensaba que le estaba robando algo a Cooper. — ¿Está todo en orden? —preguntó Alexander rodeando a Tara por detrás y dejando sus manos sobre su vientre, notaba un poco el cambio, no se le notaba pero se sentía un poco de panza.
Alexander había pospuesto la mudanza solo unas horas más, había dejado a Tara dormida y aprovechó para dejar una nota y decirle que había ido por el desayuno, que le mandara un texto cuando despertara. Este estaba sentado en un rincón en una cafetería a unas cuantas cuadras del hotel donde se hospedaba junto con Tara. Había mandado un texto a Giselle para hablar con ella en privado, solo había podido dormir casi dos horas, la pregunta en su cabeza lo atormentó demasiado. ¿Qué es lo que quieres buscar, Cooper? Sabía que había fluido de nuevo aquella amistad con Jack después de hace años, cuando se habían obsesionado ambos con una sumisa, Jack se había enamorado por primera vez, pero él no sabía, se había empeñado a lograr que lo eligiera a él sobre Thompson, pero todo se salió de control y ella salió mal aquella noche, había consumido a la espalda de ellos cocaína, cuando decidieron entrar en sesión ambos con ella, todo se complicó, e
Jack estaba sentado en su despacho revisando la contabilidad de sus negocios, tenía una cadena de antros en el norte de Europa, doce para ser exactos, tenía en mente en aceptar la oferta del único inversionista que tenía Ginger en estos momentos. Quería vender todo y desaparecer en algún lugar del mundo, quizás se vaya a vivir a Bali, quizás a Costa Rica o Republica dominicana, no lo sabía aún, pero había pensado en alejarse de todo, en aclarar su mente, no quería perder la cordura como una vez lo hizo con Kristin. Oh, Kristin. Ella lo volvió loco, tan loco que no se había reconocido en el espejo, había querido bajar a su mundo solo para poder entenderla, su amor no la pudo salvar. La había perdido. Jack lanzó los documentos encima del escritorio, se dejó caer en el respaldo de su sillón y cerró los ojos, se había curado la cruda de la noche con más alcoho
Tara había ido al despacho, buscó el ajedrez de cristal con el que había jugado con su madre el último día que falleció, se le había juntado los nudos en su garganta después de haber dejado a Alexander. Tenía las hormonas por todo lo alto, la actitud de él, luego el tema de Jack. Dejó el ajedrez sobre aquella mesa de centro, frente al sillón donde su madre había cerrado sus ojos por última vez. —No entiendo por qué esa actitud de tu yerno. —comenzó Tara a murmurar, como si realmente estuviera su madre ahí sentada frente a ella. Acomodó las piezas en silencio, las lágrimas comenzaron a deslizarse lentamente por sus mejillas sonrojadas. Las limpió y terminó de acomodar, cuando eso pasó, levantó su mirada y sonrió a aquel lugar vacío. —No estoy loca por hablar a un asiento vacío. Sé qué otros podrían malinterpretarlo, lo sé…—arqueó una ceja. Bajó la mirada al tablero. —Yo empiezo…—y así fue. —Creo que tu elegirías este movimiento…—Tara mo
Lunes en la mañana. Alexander se había puesto el casco amarillo de trabajo mientras Michael, su vicepresidente hacía lo mismo y este llevaba una carpeta a su pecho. —Me he enamorado. —dijo Michael mirando hacia las tierras con un gran paisaje. Alexander siguió la mirada de su amigo.
Alexander vio la puerta cerrarse, la ira se había desvanecido al verse reflejado en aquellos ojos verdes, se repitió que no debió de alterarla, estaba embarazada y el médico había pedido nada de estrés. ¿Qué es lo que acaba de pasar, Cooper? Se preguntó a sí mismo. Se volvió hacia Jack, este lucía despreocupado o es lo que intentaba hacer para evitar esa mirada fría de Cooper. — ¿Entonces? —preguntó Jack sentándose en el brazo del sillón. Alexander arqueó una ceja. — ¿Nos
Tara revisó hasta el último detalle de la fiesta de bienvenida al grupo directivo de Japón, las habitaciones estaban listas y con sus respectivos detalles de parte de la familia Cooper Inc. Cerró la cuarta habitación y se dirigió hacia el despacho, en el transcurso del camino repasó detenidamente cada detalle de la fiesta, la loza, el platillo principal de la región, las bebidas, el famoso sake que había pedido en una empresa de la ciudad que se dedicaba a exportar ese tipo de bebidas para los restaurantes japoneses de New York. — ¿Por qué tan pensativa? —esta se exaltó y se detuvo secamente cuando Jack apareció frente a ella. —Mierda. —se llevó una mano a su pecho. —No te había visto. —Jack se preocupó. —Lo siento, no era mi intención asustarte y mucho menos en tu estado. —Tara soltó un suspiro largo y después sonrió a Jack. —Est