Tara Cooper
La piel se me ha erizado con solo escuchar la forma que ha dicho esas últimas palabras, me estremece por completo, yo no había pensado siquiera en compartirlo, el solo pensar que alguien más ajeno a mí, lo toque, emerge algo que no puedo describir, pero lo que sí estoy segura es que no es nada bueno, podría arder de ira, con solo pensarlo. Cooper sonríe, sé que sonríe porque compartimos el mismo pensamiento, ¿Cómo compartiría a mi esposo y padre de mis hijas?
—Jamás. —susurro.
Alexander Cooper No puedo dejar de mirar a Tara desnuda, en posición de sumisa, nunca creí que podría ceder en este rol, es obvio que no tiene madera, pero sé qué lo intenta. Un antifaz rojo de cuero, cubre sus ojos, sus partes extremas están atadas en cada poste de la cama, dudosa, había cedido a ser inmovilizada. Desde aquí podía ver como su cuerpo muestra frustración, ansiedad y podría decir que nerviosismo. —Sumisión. —digo en un tono frío. Ella se tensa, intenta ceder, pero es algo complicado de hacer, más si se trata de ella. No estaba por completo en mi papel de dominante, no me sentía seguro hacerlo, solo quería mostrarle un poco de ello y ver si realmente lo disfruta, si pudiésemos ser compatibles en esto, podría ser mi compañera, y poco a poco mostrarle más.—Limitarte algunos sentidos, hará que te concentres en otros. —Tara está cubierta de sus ojos, ella no se mueve mucho, sé qué quiere meterse p
Tara Cooper Alexander me mira por un momento. Ladeo mi rostro y suelto un suspiro, sé lo que está pasando por esa cabeza suya. —Ve. —le pido, aunque no trago a Ginger, podría ser algo importante. —anda, estaré en el bar tomando algo en lo que hablas con ella. —No. Todo lo que venga de ella, siempre es algo que no me agrada. —Ve y saca esa espina, puedo leer tu rostro, Cooper. —él apenas muestra una sonrisa al escuchar eso. —Vale, espérame en el bar, no te muevas de ahí, no pienso quedarme mucho tiempo. —Bien. —deja un beso en mis labios y luego desaparece por dónde se ha marchado Ginger, algo no me gusta, pero no puedo estar haciéndome historias ficticias dentro de mi cabeza, miro el reloj por un momento y ya son más de las dos de la madrugada, miro a mi alrededor, cruzo el pasillo y me dirijo hacia el bar, llego y tomo lugar, el bartender se acerca con una sonrisa coqueta, estoy a p
Alexander Cooper — ¿Mamá se va a curar? —pregunta Eli al verme cerrar la puerta de la habitación, extiendo mi mano para que la tome, al hacerlo, la llevo a su habitación, Ale está sentada en la orilla de la cama abrazada a su manta, me mira curiosa. — ¿Papá? —asiento, le ayudo a subir a su cama, la acobijo, luego dejo un beso en su frente, paso con Ale, quien, al recostarla, extiende su pequeña mano y me alcanza a acariciar mi mejilla. —Mami se pondrá bien, papi. —dejo un beso en su frente.
Tara Cooper Miro el reloj no sé por cuantas veces más, Cooper se había marchado hace dos horas y no contesta el móvil. Había dejado a las gemelas abrigadas y dormidas, y me había plantado en la sala, con la vista a la entrada principal, me cubro con la frazada y subo mis pies al sillón. Mi mirada se pierde en algún punto, pienso en que Cooper podría estar con las autoridades y están arreglando la situación, siento como mi cuerpo tiembla, niego lentamente cuando cierro los ojos, había tenido el susto más horrible de mi vida, intento no ir ahí. Estoy tentada en marcarle a Jack, en preguntarle si sabe algo de Cooper, me muerdo el labio y miro la pantalla del móvil. —Solo preguntaré…—me digo a mi misma, tecleo el número de Jack y le llamo, un tono, dos tonos y finalmente me contesta. — ¿Tara? —dice al contestar. —Sí, soy yo, Jack, disculpa la hora, pero… ¿No has hablado con Cooper? Le estoy ma
Alexander Cooper Miro a través del gran ventanal de mi oficina en la ciudad, había pasado un mes desde aquella noche en el club Rojo. Me había encargado de que el hombre, llamado Steve Reynolds, no dejará la prisión por intento de abuso sexual y por distribuir droga y drogar a Tara, agregando los cargos anteriores, será más difícil salir. Pero seguía repasando una y otra vez el rostro de Iker, intentaba recordar más, pero todo pasó tan rápido…
Tara Cooper — ¿Qué pasa, hija? —levanto la mirada de mi plato de fruta y espero a que hable, pero parece confundido. — ¿Qué? Perdón, no te he escuchado. —regreso la mirada a mi desayuno. —Te noto distraída. —encuentro sus ojos verdes sobre mí. —No es nada, tengo pendientes en la cabeza, me he distraído. Lo siento, dime, ¿
Tara Cooper Cierro la puerta del cuanto cuando las gemelas bajan, corren a los brazos de mi nana Julya, quien al fin las rodea con sus brazos y llenándolas de besos y escucho sus risas. —Señora Cooper. —escucho al nuevo guardaespaldas, es alto, cabello chocolate y ojos color negros, es pálido, tiene la sombra de la barba. Se aclara la garganta para llamar mi atención. —Lo siento, —le señalo a mi nana. —Ella es mi abuela, creo que Erick te ha mostrado todo lo que tienes que saber. —Sí, señora. —carga las maletas y camina detrás de mí, llego hasta mi abuela y la abrazo con fuerza.
Alexander Cooper — ¿Qué tanto piensas? —me pregunta Michael mientras hojea el interior de su carpeta. —En nada. ¿Por qué? —desvío la mirada a la pantalla de mi computadora. —No sé, te noto más distraído. ¿Quieres que sea yo el que haga esto para que te vayas con tu familia a la hacienda? —niego. Ya mucho me he recargado en él, no quiero hacerlo más.
Último capítulo