Alexander Cooper
Miro a través del gran ventanal de mi oficina en la ciudad, había pasado un mes desde aquella noche en el club Rojo. Me había encargado de que el hombre, llamado Steve Reynolds, no dejará la prisión por intento de abuso sexual y por distribuir droga y drogar a Tara, agregando los cargos anteriores, será más difícil salir.
Pero seguía repasando una y otra vez el rostro de Iker, intentaba recordar más, pero todo pasó tan rápido…
Tara Cooper — ¿Qué pasa, hija? —levanto la mirada de mi plato de fruta y espero a que hable, pero parece confundido. — ¿Qué? Perdón, no te he escuchado. —regreso la mirada a mi desayuno. —Te noto distraída. —encuentro sus ojos verdes sobre mí. —No es nada, tengo pendientes en la cabeza, me he distraído. Lo siento, dime, ¿
Tara Cooper Cierro la puerta del cuanto cuando las gemelas bajan, corren a los brazos de mi nana Julya, quien al fin las rodea con sus brazos y llenándolas de besos y escucho sus risas. —Señora Cooper. —escucho al nuevo guardaespaldas, es alto, cabello chocolate y ojos color negros, es pálido, tiene la sombra de la barba. Se aclara la garganta para llamar mi atención. —Lo siento, —le señalo a mi nana. —Ella es mi abuela, creo que Erick te ha mostrado todo lo que tienes que saber. —Sí, señora. —carga las maletas y camina detrás de mí, llego hasta mi abuela y la abrazo con fuerza.
Alexander Cooper — ¿Qué tanto piensas? —me pregunta Michael mientras hojea el interior de su carpeta. —En nada. ¿Por qué? —desvío la mirada a la pantalla de mi computadora. —No sé, te noto más distraído. ¿Quieres que sea yo el que haga esto para que te vayas con tu familia a la hacienda? —niego. Ya mucho me he recargado en él, no quiero hacerlo más.
Tara Cooper Escucho ruidos cerca de mi habitación, abro los ojos y estiro mi mano para prender la lámpara de noche, en la cama, están las gemelas, en sus propios mundos de sueños, vuelvo a escuchar de nuevo el ruido y murmuro, entonces con cuidado de no despertarlas, me pongo de pie, luego apago la lámpara. Camino hasta la puerta y escucho de nuevo murmuro y unos pasos, lanzo una mirada fugaz al reloj que está en la mesa de noche junto a la lámpara de madera, son las tres y cuarto de la madrugada. Abro la puerta y con cuidado poco a poco me voy asomando, entonces me doy cuenta que es mi abuela c
Alexander Cooper —Estoy embarazada.—anuncia Tara. Mi corazón se agita al escuchar esas dos palabras. — ¡Un hermanito! —grita Elizabeth emocionada, luego le sigue Alexandra, ambas dicen que cuidarán de él, que podría ser una niña, que podrían hacer muchas travesuras entre otras cosas, miro a Julya quien me mira, luego miro a Tara. —Cariño…—entonces veo sus ojos verdes cristalizarse, recuerdo el motivo, atrapo su mano y la beso, sonrío ampliamente. —Estamos embarazados. —remarco, me levanto, tiro de ella con cuidado para que se ponga de pie, la rodeo y beso su cabeza, ella me rodea por la cintura. —Ahora entiendo porque me has preguntado acerca de tener más hijo, —ella se separa y sonríe. —Bueno, ahora tendremos un tercer hijo. — ¿Qué piensas? —pregunta, el brillo en sus ojos es indescriptible. —Que seremos cinco, próximamente. —sonrío emocionado. *** — ¿Y el res
Tara Cooper — ¿Te encuentras bien? —escucho a mi padre cuando llega y se sienta a mi lado, estoy sentada en las escaleras principales de la casona. Asiento cuando le lanzo una mirada fugaz. Suelto un largo suspiro. —Es solo que ando algo sensible. —El embarazo. —entonces recuerdo mi metida de pata. Arrugo mi ceño cuando miro a mi padre. — ¿Le has dicho a Cooper que ya lo sabías? —él niega. —He fingido que no lo sabía, pero no sé por qué…—detiene sus palabras. —Oh, sí. Es algo especial que tu marido lo sepa primero que todo el resto del mundo…—su mirada se pierde frente a nosotros a lo lejos. —Sé lo que pasó en el club rojo el día de su aniversario. —mi corazón se agita frenéticamente, bajo la mirada a mis manos entrelazadas sobre mis rodillas. —No es nada. —digo cortante, no quería revivir el susto y el “¿Si Cooper no hubiese llegado a tiempo?” él alcanza mi mano y me da un apretón. —Para mí no l
Alexander Cooper Alexandra se ha dormido sobre mi regazo, tengo una mano libre y con ella muevo el mouse para revisar mi correo personal, había leído a Michael decir buenas noticias con las últimas importaciones con los de occidente. Todo está viéndose a nuestro favor, quizás y muy pronto paguemos lo que nos hace falta y terminar por estar limpios. No había comentado eso con Tara, lo que menos quería era preocuparla por las bajas de la empresa, termino de leer el resto, luego finalizo sesión. Se escucha un toque en la puerta, anuncio de que pueden entrar. — ¿Alexander? —es la nana Julya. — ¿Sí? —ella entra y cierra la puerta detrás de ella. —Vengo por la niña, Elizabeth ya está lista para cenar. —Oh, sí. —Me muevo un poco, la despierto, — ¿Ale? ¿Hija? —ella se empieza a mover toda adormilada, sus ojos me miran y me sonríe. —Papi—su voz es soñolienta. —La abuela ha llegado para prepararte para la
Tara Cooper Despierto cuando siento un golpeo de agua en mi rostro, no recuerdo en que momento he perdido la conciencia, reacciono asustada, el frío me eriza y me tensa la piel, cuando intento moverme, me doy cuenta de que mis manos están atadas a mi espalda. —Señora Cooper, ya era hora que despertara. —entro en pánico al escuchar esa voz, tira de mi cabello húmedo para que lo mire a la cara. —Por favor, no…—tira con más fuerza—…me duele. —gimoteo del dolor, abro los ojos, él sonríe triunfante a mi dolor.