Sebastián abrió los ojos apenas Oliver se marchó de la oficina. Estaba intrigado por la actitud del muchacho, ¿qué había sucedido para que se apartara de él tan abruptamente?Se puso de pie y caminó de un lado en la habitación, estuvo tentado a salir detrás de él y preguntarle, pero antes de quedarse dormido había estado pensando en lo difícil que tenía que ser para Oliver encontrarse entre la espada y la pared.Y el como un hombre adulto debía darle su espacio, debía comprenderlo y apoyarlo en todo lo que le fuera posible y en medida de que el muchacho se lo permitiera, ¿no era eso lo que se hacía por amor?Sus pensamientos fueron interrumpidos por el sonido de su móvil, no quería responder y de hecho no lo hizo hasta el quinto intento de Maya.—¿Qué es lo que quieres, Maya? —preguntó sin saludar.—Estoy en el hospital, he sufrido un accidente anoche de camino a casa, por favor ven.—¿Estás bien? —preguntó por cortesía.—Sí, es lo que creo, el doctor me ha estado haciendo varios cheq
Sebastián respiró de manera profunda para no gritarle allí mismo a Oliver todo lo que pensaba de Maya y Ariadne e incluso lo que estaba pensando de él. Él no comprendía cómo era que Oliver no se daba cuenta de que todo era un plan con maña, y lo que era peor. Oliver estaba creyendo que con sacrificarse y terminar la relación que tenían iba a hacerle cambiar de opinión con respecto a Maya, como si los sentimientos fueran como una muda de ropa o que llegaba y se iban por arte de magia. —Ven, conmigo —dijo como única respuesta, antes de arrastrarlo por los pasillos del hospital, importándole una m****a llamar la atención de la gente que vivía pendiente de la vida ajena, menos de su propia vida. —¡Suéltame, Sebastián! —gritó Oliver al darse cuenta de las intenciones del hombre. Él no quería estar a solas con Sebastián y mucho menos estar en un sitio cerrado, porque la decisión de dejarlo le estaba carcomiendo el corazón, pero también estaba la promesa que le había hecho a su hermana.
Sebastián permaneció un largo tiempo sentado dentro de su auto en el estacionamiento del edificio. Quizá con la esperanza estúpida de que Oliver corriera detrás de él; pero el chico ya había tomado una decisión y aunque a él le costara aceptarlo debía hacerlo.Eso no quería decir que estuviera de acuerdo, pero se había prometido respetar la decisión que Oliver tomara con respecto a su relación.Lo que le dolía en el alma, era saber lo poco que significaba su amor para el muchacho. Pensó que quizá era el karma, porque jamás en su puta vida se había enamorado.Jamás había involucrado su corazón con nadie y ahora no solo se había enamorado, sino también lo había hecho de un hombre. ¡Un hombre! el solo pensamiento debía disgustarlo, pero él no era un hombre que se arrepintiera de sus elecciones.Oliver había robado su corazón, el muy cretino se le había metido por los ojos, lo había seducido. Lo había besado, le había hecho sentir el puto amo del mundo y ahora lo enviaba al infierno sin n
Oliver miró al hombre y de repente tuvo la sensación de estar frente al antiguo Sebastián. Su mirada era fría y su pose rígida. No quedaba nada del hombre que lo había visto con cariño.—No iré —murmuró Oliver—. ¡No iré! —gritó ante la pasividad mostrada por Sebastián.—No tienes permiso de faltar, si lo haces lo tomaré como abandono de trabajo y tendré que demandarte para dejar un claro mensaje al resto de los empleados —soltó Sebastián—. Y tú, Maya. Espera la visita de mi abogado y será mejor que no le pongas trabas o te pongas melodramática porque hay muchos argumentos para conseguir el divorcio por las buenas o por las malas. Que tengan un buen día —añadió antes de salir de la habitación sin dedicarle una sola mirada más a Maya.Maya miró con un profundo rencor a Oliver y solo cambió su mirada cuando este se giró para verla, su farsa debía seguir.—¡Me dejará! ¡Sebastián va a dejarme, Oliver! —sollozó con fingido dramatismo—. ¡Estoy lisiada y ustedes son los culpables y aun así él
Celos, esa era la palabra perfecta para describir los instintos asesinos que nacieron en el corazón de Oliver. Ese chico era con quien seguramente Sebastián había dormido la noche anterior.—¿Se puede saber lo que sucede aquí? —preguntó.Sebastián elevó una ceja, pero su rostro no dejó de ser frío en ningún momento.—¿Nadie te enseñó a tocar la puerta? —cuestionó Sebastián haciendo que Oliver se sonrojara, pues el chico había dejado escapar una risita.—No has respondido mi pregunta —dijo con indignación.—Por si no te has dado cuenta, Oliver. Estoy ocupado, Lucero debió decírtelo para evitar este incómodo momento —dijo casi con calma.—Necesito hablar contigo —rebatió Oliver sin apartar la mirada del muchacho.—Si es algo relacionado al trabajo, por favor espera a que termine con Nick. Si es algo personal no tenemos nada de qué hablar.—Pero, Sebastián.—Cierra la puerta cuando salgas, Oliver, y busca el informe de los balances de hace uno y dos años, necesito revisarlo por la tarde
Maya lo miró pensando en las mentiras que podía decirle a Oliver para hacer creíble su historia, pero no podía pensar en nada, menos con su padre presente.—¿Por qué? —preguntó Oliver.El muchacho miró a su padre y luego a su hermana, no sabía de quién esperar una respuesta, él mismo no sabía a quién de los dos se la había hecho. Si a su padre por el pasado, o a su hermana por el presente.Maya miró a su padre antes de hablar:—¿Por qué? —Maya repitió la pregunta de Oliver. Le dedicó una furiosa mirada antes de responder—: ¿Qué esperabas que hiciera? —preguntó caminando hacia Oliver—. ¿Qué me sentara y me cruzara de brazos para ver cómo te revolcabas con mi marido? No me hagas reír, no iba a permitir jamás bajo ninguna circunstancia que fueras feliz con él. Sebastián ni siquiera me miró una sola vez como mujer, mientras que a ti te llevó a la cama.Oliver dio un paso atrás sintiendo aquellas palabras como golpes directos a su estómago. —¿Lo sabías? —preguntó con el corazón latiendo f
«¿No se ven divinos?»«¿No se ven divinos?»«¿No se ven divinos?»«¡Mierda! ¡Por supuesto que no se miraban bien juntos! ¡Jamás se verían bien juntos!», pensó Oliver, mientras le dedicaba una mirada dura a Lucero.—¿Qué pasa? ¿Qué dije? —preguntó la muchacha al ver la cara descompuesta del hombre.—Pues olvidas que Sebastián es el esposo de mi hermana —soltó y jamás aquellas palabras le dejaron un sabor amargo como en ese momento.—Bueno, tendrás que perdonarme. Pero tu hermana jamás le sido fiel, ¿no lo sabes?Oliver cerró los ojos con frustración. Al parecer era el único idiota que no se había dado cuenta de la verdad. Se dejó envolver siempre por las cosas que su hermana y madre decían que nunca se atrevió a dudar de ellas, porque pensó que… «Que les importabas»—Iré a contabilidad —dijo Oliver para alejarse de Lucero y el lugar que había sido su puesto de trabajo durante aquellos seis meses. ¡Seis meses! El tiempo había pasado volando y él ni siquiera se había dado cuenta. Lo que
Oliver esperó un par de minutos, en realidad no podía decir si fueron pocos o muchos. Salió del cuarto de baño y caminó hacia la puerta para poner el seguro.Volvió sobre sus pasos y miró a Sebastián dormido en el incómodo sillón. El muchacho lo miró por un largo tiempo antes de arrodillarse para verlo más de cerca.Sebastián tenía ojeras y solo ahora podía ser capaz de verlo, había estado tan concentrado en querer hablar con él, y luego en su discusión que no había reparado en lo pálido de su rostro. Pero eso no era en realidad lo más importante ahora. ¡Sebastián no se había ido con Nick! Ni siquiera se habían despedido de beso y nada de esas cosas que hacían los amantes.Oliver sonrió sin poder evitarlo y antes de que pudiera detenerse, sus dedos recorrían el rostro de Sebastián.El muchacho deslizó sus dedos con ternura sobre aquellas duras facciones, mientras lágrimas brotaban de sus ojos. Oliver no podía negar que le había hecho daño y que la manera de Sebastián de tratarlo era j