«¿No se ven divinos?»«¿No se ven divinos?»«¿No se ven divinos?»«¡Mierda! ¡Por supuesto que no se miraban bien juntos! ¡Jamás se verían bien juntos!», pensó Oliver, mientras le dedicaba una mirada dura a Lucero.—¿Qué pasa? ¿Qué dije? —preguntó la muchacha al ver la cara descompuesta del hombre.—Pues olvidas que Sebastián es el esposo de mi hermana —soltó y jamás aquellas palabras le dejaron un sabor amargo como en ese momento.—Bueno, tendrás que perdonarme. Pero tu hermana jamás le sido fiel, ¿no lo sabes?Oliver cerró los ojos con frustración. Al parecer era el único idiota que no se había dado cuenta de la verdad. Se dejó envolver siempre por las cosas que su hermana y madre decían que nunca se atrevió a dudar de ellas, porque pensó que… «Que les importabas»—Iré a contabilidad —dijo Oliver para alejarse de Lucero y el lugar que había sido su puesto de trabajo durante aquellos seis meses. ¡Seis meses! El tiempo había pasado volando y él ni siquiera se había dado cuenta. Lo que
Oliver esperó un par de minutos, en realidad no podía decir si fueron pocos o muchos. Salió del cuarto de baño y caminó hacia la puerta para poner el seguro.Volvió sobre sus pasos y miró a Sebastián dormido en el incómodo sillón. El muchacho lo miró por un largo tiempo antes de arrodillarse para verlo más de cerca.Sebastián tenía ojeras y solo ahora podía ser capaz de verlo, había estado tan concentrado en querer hablar con él, y luego en su discusión que no había reparado en lo pálido de su rostro. Pero eso no era en realidad lo más importante ahora. ¡Sebastián no se había ido con Nick! Ni siquiera se habían despedido de beso y nada de esas cosas que hacían los amantes.Oliver sonrió sin poder evitarlo y antes de que pudiera detenerse, sus dedos recorrían el rostro de Sebastián.El muchacho deslizó sus dedos con ternura sobre aquellas duras facciones, mientras lágrimas brotaban de sus ojos. Oliver no podía negar que le había hecho daño y que la manera de Sebastián de tratarlo era j
Oliver entró al piso de Sebastián, se sentía terriblemente cansado y deliciosamente dolorido. El problema era que tenía que trabajar y solo le quedaban alrededor de tres a cuatro horas para volver a la oficina…—¿Se puede saber dónde estabas? —Oliver pegó un brinco al escuchar la voz de Victoria en medio de la oscuridad.—¡Maldita sea, Tory! ¿Quieres matarme? —preguntó. Oliver encendió la luz para ver a su amiga sentada en el sillón de la sala.—Estaba preocupada —alegó Victoria.—Se nota, ¿Caleb está aquí? —preguntó Oliver caminando hasta ella.—Se ha marchado desde hace mucho tiempo, pero no es eso lo importante. ¿Dónde estabas? —insistió.—En la oficina.—¿A esta hora? —Victoria achicó los ojos y lo miró con suspicacia.—Sí, no voy a mentirte, Victoria, estuve en la oficina de Sebastián. Quería hablar con él sobre su relación con Nick y sobre nosotros —dijo.—¿Hablaste con él? —preguntó la muchacha acomodándose mejor en el sillón.—Llegó tarde y se quedó dormido —explicó Oliver, qu
Oliver sonrió ante las palabras de Sebastián y no pudo más que sentirse mucho más enamorado y arrepentido por su proceder.Ese mismo día Oliver volvió a ocupar su puesto como asistente de Sebastián y volvió a perderse en la oficina unas cuantas veces al día.—¿Qué fue lo que pasó aquí? —preguntó Lucero frunciendo el ceño.—¿Qué pasó, de qué? —Oliver prestó atención a su compañera.—Nick fue trasladado a contabilidad y tú estás de regreso con nosotros. ¿El jefe y él ya no son nada?Oliver se puso de pie lentamente y sin apartar la mirada de Lucero dijo:—Nunca fueron nada. De hecho, ya él contrató el servicio de un experto en informática para bajar esas falsas noticias de la red y también llamó a su abogado para interponer una demanda por calumnia.—Entonces, ¿no eran nada? —volvió a preguntar y su rostro era un poema de decepción.—Nada —respondió Oliver.—¡No puede ser! —dijo con frustración—. Aunque te confieso que me gustas mucho más para nuestro jefe —soltó Lucero.—¿Qué?—Eres ap
Sebastián se quedó con esa sensación extraña en el cuerpo, pero se olvidó de todo al entrar a su piso y ver a Oliver sentado en la sala.—Hola —dijo.Oliver se levantó y caminó hacia él con una sonrisa pícara en los labios.—Te extrañé, no pienso quedarme otro fin de semana sin ti —respondió Oliver antes de besar los labios de Sebastián con pasión.Aquella noche visitaron El Inframundo y se divirtieron, se olvidaron del mundo y se dedicaron únicamente a ellos.A esa noche le siguieron muchas en las que Caleb y Victoria también dejaban en claro lo serio que era su relación.Oliver se sentía feliz luego de tres meses, no sabía nada de su madre y hermana, y de cierta manera agradecía ese silencio, por supuesto el muchacho no podía imaginarse lo que se cocinaba detrás de aquel silencio sepulcral.♥—♥—♥♥—♥—♥—Tenemos que hablar.El abogado elevó la mirada para encontrarse con un rostro bastante conocido para él; se puso de pie y miró a la mujer con indiferencia y frialdad.—No tenemos nada
«No»«No estoy lista para esto»Caleb miró a Victoria y supo que su negativa no tenía nada que ver con él.Quizá el tiempo que llevaban juntos no podía calificarse como suficiente para llegar a conocerla. Sin embargo, Caleb podía asegurar que la conocía muy bien y no hablaba de su cuerpo, sino de lo que encerraba su mirada.Victoria era una mujer directa y expresaba lo que sentía como lo sentía. Pero su negativa de ese momento no estaba impulsada por nada de eso.En su mirada podía leer el miedo y sabía que tampoco él era la causa. Por lo que se puso de pie lentamente, mientras Sebastián y Oliver permanecían callados.—Victoria…—Lo siento, Caleb —pronunció antes de abandonar la terraza.Caleb la vio caminar a paso lento hacia el pequeño jardín del restaurante.—Hablaré con ella —se ofreció Oliver luego de unos minutos.—No, no es necesario, Oliver. Lo haré yo, —dijo antes de salir detrás de Victoria.Caleb no era estúpido y tampoco podía decir que no tenía experiencia en leer a la ge
La propuesta de Sebastián estaba lejos de ser la más romántica del mundo, pero era totalmente sincero y eso era algo que el muchacho apreciaba por encima de todas las cosas.Sebastián era más que el hombre que amaba, era su modelo a seguir. Era el hombre perfecto.La pareja disfrutó de su momento, bailaron y bebieron, mientras los novios compartían con los otros invitados y seguramente por el resto de la noche no los echarían de menos si decidían darse una escapadita.—Te deseo —susurró Oliver un tanto achispado por la champaña en su sistema.—Solo espera a que la fiesta termine y Victoria se marche a su luna de miel y sabrás lo que es bueno —le susurró Sebastián al oído.El muchacho tembló y se sintió terriblemente excitado ante aquella amenaza.—Pues le pediré que se marche ahora —dijo Oliver casi en un gemido.Sebastián dejó escapar una carcajada que para Oliver sonó cómo a la más dulce melodía de amor.¡Estaba irrevocablemente enamorado de su prometido! Y él se sentía realizado en
—¡Date prisa, Sebastián, o Tory es muy capaz de castrarte si te retrasas y perdóname, pero sin ese paquete en medio de tus piernas las cosas cambian! —gritó Oliver desde la habitación, mientras Sebastián se daba una ducha.—Pues lo siento por Tory, pero soy un hombre jodidamente ocupado. ¿Qué es lo que se traen entre manos ahora que han llamado de última hora? —preguntó Sebastián saliendo del cuarto de baño.—Pues no tengo ni puta idea, lo cierto es que me llamó y dijo que era importante y que no podíamos faltar. Se escuchaba muy feliz. Así que puedo pensar que no se trata de algo malo —dijo Oliver.El muchacho se mordió los labios al girarse y ver el cuerpo desnudo de su macho alfa. El muy cretino solo traía una toalla alrededor de su cuello. Dejando a la vista toda su anatomía para tentarlo, Oliver sabía que era así.—No me mires como si fuera un maldito trozo de carne, Oliver —pidió Sebastián, sin embargo, Oliver sabía que este era un juego sucio de su parte.¿Quién en su sano juic