Mi corazón vibró como un tambor, desesperado y ansioso por escuchar su respuesta. Pero desafortunadamente, esa respuesta concreta nunca llegó. Lebron guardó un silencio sepulcral mientras llevaba su brazo hasta su cara y cubría sus ojos.El aire se volvió pesado, cargado de emociones no expresadas. El silencio entre nosotros creció, envolviéndonos en una tensión palpable. Sentí cómo la esperanza se desvanecía con cada segundo que pasaba sin una palabra suya.Finalmente, bajé la mirada, tratando de contener las lágrimas. La realidad de nuestras acciones y las posibles consecuencias me golpearon de repente, llenando mi mente de dudas y miedos. Pero incluso en ese momento de incertidumbre, no podía ignorar la conexión que sentía con Lebron, una conexión que me atraía hacia él como un imán, a pesar de todo.—Lebron, por favor... —mi voz se quebró—. Necesito saber lo que piensas.Pero él no dijo nada. Simplemente permaneció allí, su brazo aún cubriendo sus ojos, el silencio entre nosotros
Me dirigí a la cocina rápidamente y me encontré con Matilde, quien estaba sirviendo té. Justo cuando iba a echar el té en la taza, ella fue a preguntarme algo, pero no pudo terminar su pregunta porque dejó derramar un poco de té caliente encima de su mano. Matilde soltó la jarra de té y de inmediato comenzó a quejarse. Por mi parte, intenté ayudarla, pero ella me lo negó con firmeza.—Señora, solo lleve este té a los jóvenes... y unas galletas —dijo entre dientes, con el dolor reflejado en su rostro.Tomé las dos tazas de té y las coloqué sobre la bandeja, luego recogí las galletas y las acomodé. Estaba muy preocupada por Matilde, pero aún más inquieta por lo que podría pasar si Lebron se enteraba de que los hombres no habían sido bien atendidos. Con paso firme, llevé las tazas de té hacia los hombres. Mientras caminaba, notaba cómo me miraban, especialmente Lebron, quien estaba sentado con las piernas abiertas, dejando ver sus músculos y su presencia imponente. Su mirada descarada me
Subí a la habitación para ver cuál era la sorpresa que Lebron me había preparado. Al llegar, vi un montón de cajas llenas de vestidos y zapatos hermosos, todos de mi talla. Me sorprendió lo atento que había sido. De inmediato, me di una fuerte cachetada para entrar en razón. ¿Me estaba enamorando locamente de mi secuestrador? Eso estaba mal. Sin embargo, en el fondo de mi corazón me sentía aún peor al recordar que había dejado a Matilde con las manos quemadas en la cocina. Dejé las cajas de regalos a un lado y bajé rápidamente hacia la cocina. Por fortuna, Lebron no estaba, pero sí estaban el rubio y el moreno. No les presté mucha atención y decidí ayudar a Matilde, quien estaba aplicándose una crema en sus manos, rojas como tomates por la gravedad de la lesión.—Señora Matilde, venga y le ayudo-dije colocando mis manos sobre la de ella.—Hija, no es nada —dijo Matilde con una sonrisa, mientras quitaba mi mano de encima de las suyas. No sabía qué hacer, el daño ya estaba hecho, pero
—Le... Lebron, ¿qué has hecho? —dije asustada, retrocediendo mis pasos. Este hombre está loco.La mirada de Lebron era igual que siempre, como si solo hubiera matado a una hormiga.Lebron le pidió a Matilde que llamara a Patrik y Alejandra. Ella, con los nervios de punta, fue corriendo en busca de los dos jóvenes. Los hermanos entraron, y Lebron les ordenó:—Necesito que eliminen su cuerpo.Los hermanos ni siquiera preguntaron qué había pasado; simplemente asintieron y empezaron a arrastrar el cuerpo hasta las afueras del jardín. Parecía como si estuvieran acostumbrados a esto, como si fuera el pan de cada día. Por su parte, el otro hombre moreno, que estaba sentado, no decía nada ni tampoco vino a defender a su amigo. No sé exactamente qué influye Lebron en sus vidas, pero al parecer le tienen mucho miedo, y todo aquel que se pase de listo conocerá la muerte.—Celine, te ordené que fueras a tu habitación, ¿qué haces aquí? —me volvió a preguntar. En ese momento, sentí un nudo en la ga
Caminé detrás de Lebron, mis pasos fueron dudosos, realmente no sabía a dónde me iba a llevar. Pero en estos momentos, confío más en él que en cualquier otra persona.Nos subimos al auto, el aire era un poco suave, por lo cual hacía mucho calor.No tardé en notar que detrás de nosotros se subieron Alejandra y Patrik. ¿Es en serio?—Señor, ya estamos listos —dijo Alejandra.Resoplé tan fuerte que el mismo Lebron lo notó, por eso no dudó en preguntarme.—¿Estás bien, nena? —su voz en un susurro.Asentí con algo de fastidio. Tener a estos hermanos al lado mío es un verdadero desafío, ellos son una plasta de mierda. Antes de que el auto arrancara, Lebron le ordenó a Patrik que me vendara los ojos.—¿Qué está pasando? —pregunté, sintiendo mucho miedo.—Es por tu seguridad —respondió Lebron de manera firme, mientras Patrik se acercaba con una venda negra.Sentí cómo la venda cubría mis ojos, dejándome en total oscuridad. El auto comenzó a moverse, y aunque no podía ver nada, podía sentir la
La tarde había llegado, y Lebron había ordenado algo de comer. No sabía exactamente de dónde lo había sacado, parecía que tenía un personal dentro de la cabaña.—Celine, puedes comer tranquila, nada está envenenado —dijo Lebron con una sonrisa.Me senté en la mesa, y todo se veía delicioso, desde los manjares hasta la sopa de calamar.En realidad, tenía mucha hambre; mi estómago rugía como si no hubiera comido en años.Sentí las manos de Lebron sobre mis hombros, apretándome suavemente. Me sentí un poco presionada y, sin pensarlo mucho, tomé la cuchara y comencé a comer.Lebron se sentó frente a mí, sacó su teléfono y lo dejó sobre la mesa. Me miró con una expresión serena y luego apoyó los brazos sobre la mesa, inclinando un poco su cuerpo. —¿Por qué me miras de esa manera? —le pregunté mientras llevaba un pedazo de calamar a mi boca. Estaba jugoso.—Solo me aseguro de que comas...Lebron empezó a cerrar los ojos lentamente, y en poco tiempo se quedó dormido. Me sorprendió, pero era
Pocos minutos después, Lebron salió de la pequeña habitación. Pude ver en su rostro una luz inusual, como si la simple conversación con su hija lo hubiera llenado de una profunda paz que rara vez dejaba entrever.Con un suspiro, sacó su teléfono una vez más y, con un gesto casi reverente, me mostró la pantalla. Allí, en la foto, una niña de piel morena y cabello ondulado, negro como la noche, me miraba con ojos que reflejaban una inocencia pura. Sus pestañas largas y perfectas enmarcaban una mirada que me resultaba inconfundible: eran los ojos de Lebron, casi idénticos, como si el mismo reflejo se replicara en dos almas distintas. —Ella se llama Sabrina—dijo Lebron—Es mi todo. Por ella, soy capaz de hacer cualquier cosa.Las palabras resonaron en el aire, impregnadas de una verdad innegable. Lebron, el hombre que siempre parecía inquebrantable, dejaba entrever un amor tan poderoso que podría derribar cualquier barrera, desafiar cualquier destino.Y en ese momento, comprendí que Sabri
El coche se lanzaba por la carretera como una bestia desencadenada, cada sacudida me hacía sentir que mis costillas estaban a punto de perforar mi pecho. La taquicardia era inminente. A mi lado, Lebron desenfundó su arma con la rapidez de un relámpago, manteniéndola con firmeza mientras dominaba el volante con una mano firme. Detrás de nosotros, el coche rival rugía con igual ferocidad, como un depredador al acecho, buscando el momento preciso para darnos caza. Su plan era evidente: querían atravesarse en nuestro camino, detenernos a cualquier costo.Pero la ira implacable de Lebron no les permitió salirse con la suya. Apretó el acelerador con una furia que hacía temblar el asfalto. Grité, desgarrándome la voz.De repente, la persecución alcanzó un clímax aterrador. La velocidad era tan intensa que el coche empezó a tambalearse como un barco en una tormenta. Un giro brusco, y todo se desmoronó. El auto se levantó del suelo, volando en el aire. Hasta caer al piso y golpearnos. No podí