Coral no se aleja de Maximiliano que la sostiene fuertemente por sus caderas haciendo que se pegue más a él y la mira a los ojos en lo que le explica porque lo hace.
—Mamá sufre de los dolores, y papá siempre se le pega así y dice que se le alivia. ¿Es verdad?—pregunta en un susurro.—Sí, es verdad, me alivia. Gracias Gatito—responde Coral relajándose en sus brazos.Y por primera vez Maximiliano la ve desvalida, vulnerable y lejos de querer aprovecharse de ella. Siente una gran necesidad de protegerla. No sabe por qué siente que ella como él, tiene una vida solitaria, triste y escondida. Carol se duerme en sus brazos así, de pie encima de su hombro en medio de la sala. La toma y la lleva hasta su habitación, la acuesta y se queda a su lado con la mano puesta en la pelvis de la chica, que se gira y se le mete en sus brazos. No supo cuándo se durmi&oaCristal está muy feliz de que él la haya encontrado; eso quiere decir que a ella le gusta de verdad. O al menos eso piensa, por la forma en que la mira, como si quisiera abrazarla. Quizás la buscó para anular el matrimonio. —¿Cómo me encontraste? —se arriesga a preguntar al ver que él no se decide a hablar. —Te encontré, eres mía —contesta Gerónimo al tiempo que se introduce en la cocina y comienza a servir café en dos tazas. —¿Tuya? —le parece algo posesivo, pero le agrada lo que dijo; va de acuerdo a sus planes. —Perdona, quiero decir, eres mi esposa, tenía que encontrarte —se disculpa Gerónimo, pensando que va muy rápido—. ¿Por qué te fuiste después de casarnos? —Para ser honesta, no sé cómo lo hice. No tengo idea de qu&eacu
Gerónimo la mira complacido. Su larga experiencia con mujeres le dice con claridad que la que tiene delante es una inexperta en el amor, a pesar de que se iba a casar. La manera en que se ruboriza y evita su mirada se lo dice. Además, no se le ha lanzado como las demás que querían seducirlo con su belleza. Cristal le parece un ángel encantador, uno que lo está haciendo enamorarse con cada minuto que pasa. —No lo hago, querida —da un paso más cerca y, con solemnidad, le aclara—. No me gusta mentir; es algo que no hacemos en mi familia. Nuestra palabra es ley. Te digo la verdad: me preguntaste si sería capaz de casarme con una novia despechada. —¿Qué? ¿Despechada? —Cristal lo mira avergonzada. No puede creer que ella dijera eso. ¡Eres patética, Cristal!, se dice, bajando la mirada ante la suya. —Y otros apelativos m&aac
Gerónimo se ha quedado de una pieza, sin saber qué hacer ante el grito que ella ha dado al enterarse de quién es, mientras su mente se llena de preguntas: ¿Me habré metido con ella o con algún familiar antes? ¿Seremos enemigos? ¿Sabrá lo mujeriego que fui? Se queda en silencio observándola; está muy nerviosa y lo mira incrédula una y otra vez, bajando su mirada hasta el certificado de matrimonio y regresándola a él, con la boca abierta y una tremenda expresión de asombro en su bello rostro. No sabe por qué se ha sorprendido tanto al saber su nombre, pero prefiere no preguntarle nada. Si existe algo, lo averiguará después; ahora tiene que conquistarla a como dé lugar. —Soy el hijo mayor de Giovanni Garibaldi. Y tú te convertiste en mi esposa; a partir de ahora eres Cristal Garibaldi —ase
A Gerónimo no se le ha escapado la mirada de dudas y miedo de su esposa. Para él, Cristal es un libro abierto; puede leer con increíble facilidad todo lo que piensa, por eso se decide. Puede percibir que a ella le gusta como hombre, por eso se ha introducido entre sus piernas, decidido a todo, pero sin obligarla a nada. La toma por las caderas, haciendo que abra bien las piernas y pegándose a ella, para que lo sienta. Está muy excitado y observa cómo ella se sonroja, pero no lo empuja ni se aleja. Todo lo contrario, ella lo olfatea sin apartarse, se queda quieta esperando ver si ella le hace una señal para avanzar.Cristal, por su parte, no sabe qué hacer. Nunca antes se ha visto en una situación como esta, y no solo eso, su cuerpo no responde a lo que su cabeza le dice. Siente cómo Gerónimo la atrae aún más, haciendo que sienta su excitado miembro justo chocando con su centro
Gerónimo no puede creer lo que experimenta y se llama la atención tratando de controlarse. Tiene que hacer el amor lo mejor que sabe para retenerla para siempre, y para ello no puede dejar que las emociones y los deseos lo dominen. Aunque la tarea se le hace muy difícil. Cristal acaricia con sus suaves dedos su nuca, haciendo que se le corte la respiración. ¡Rayos! Nunca ninguna mujer lo había excitado tanto. Se separa, tratando de escapar a esas sensaciones, y es cuando logra ver la expresión de placer en su rostro. —¡Dios! —exclama jadeando al ver cómo se humedecen sus labios—. ¡Cielo, eres mía, donna! ¡Mía, donna bellísima! Gerónimo levanta su mirada para perderse en la de ella al escucharle exclamar aquello, mientras ella gime en respuesta, arqueándose debajo de él. Perdió los estribos, metió su mano por debajo de su cintura y se presionó contra su cuerpo, queriendo fundirse con ella. ¡Rayos! ¿Pero qué diablos me está pasando? Atrapa
Cristal mira a Gerónimo entre temerosa y deseosa. La pregunta que él le hace la asusta. Siente cómo se sonroja por sus pensamientos pecaminosos. Su esposo es tan hermoso, sexy, varonil, y la mira con deseos. Su miembro palpita sobre su centro y ella lo desea. Pero le da miedo; es muy grande. ¿Me cabrá eso adentro? se pregunta asustada. ¿Cómo le digo que yo…? Vamos, Cristal, díselo, díselo.—Es que, es… —comienza a hablar, pero siente tanta vergüenza ante la mirada interrogante de Gerónimo que se detiene.—¿Qué es, mi cielo? No tengas pena; soy tu esposo y siempre lo seré —asegura enseguida Gerónimo.Habla sin dejar de darle pequeños besos en sus ojos, su nariz, sus labios. ¡Dios, qué excitante es! piensa Cristal, debatiéndose entre el miedo y el deseo.—¿Siempre? ¿Lo prometes? —pregunta sin abrir los ojos. —¿No importa quién yo sea? ¿Seré siempre tu esposa? ¿Lo juras?Quiere asegurarse de que él le prometa que, cuando se entere de quién es, no le pedirá el divorcio. No quiere a nadie
Gerónimo la observa sin poder creer que haya tenido tanta suerte con su esposa. ¡Pero si se iba a casar! Y no solo eso, le dijo que llevaba una relación con el tipo durante cinco años. Suelta el aire, pensando que es imposible y que tiene que ser otra cosa. Sí, está seguro de que lo que sospecha es imposible, pero por si acaso, decide preguntar:—¿Por casualidad, es tu primera vez, mi cielo?—S... sí —responde Cristal, casi en un susurro, soltando todo el aire que tenía retenido y escondiendo su cabeza en su hombro, toda colorada, al tiempo que le pregunta, como una niña temerosa—: ¿Me va a doler? Tengo mucho miedo. Cristal suelta todo su aire mientras piensa aliviada: ¡Dios, menos mal que al fin se dio cuenta! Porque en verdad está aterrada. Siente el miembro de Gerónimo, muy grande y grueso, apoyado en su centro. No cree que eso quepa dentro de ella, y si sucede, le va a doler, de seguro, mucho. Gerónimo al escucharla se detuvo en seco, mirando a su esposa, toda colorada y escondi
Gerónimo la observa queriendo complacerla. Cualquier otra mujer en su lugar ya estaría de pie, poniendo su ropa, pero ella sigue desnuda en la cama, mirándolo fijamente.—Pero, mi cielo, será tu primera vez; deja que te consienta, amor —le pide Gerónimo, llenándola de pequeños besos en las manos.—Hazlo aquí, no importa en qué lugar sea, lo que importa es que eres tú —le dice Cristal con una mirada tierna y deseosa, sonriéndole. Gerónimo la mira y no sigue insistiendo. Ella se percata de que está ganando, por eso lo acaricia al tiempo que le susurra, tirando de él para besarlo—: quiero que sigas, pero por favor… no me lastimes.Cristal le atrapa los labios temerosa, al tiempo que sigue tirando de él. Él sin detenerse a pensar si era correcto o no, solo con el deseo de complacerla, en lo que piensa: Gerónimo,