Gerónimo negó, explicando lo que le había pedido su tío. Tenía que hablar con sus padres y contarles toda la verdad.—Después de que lo haga, iré para allá —dijo, acelerando el paso, deseoso de terminar y poder estar con ella—. Así que ahora me dirijo a casa; si me demoro, no temas, cariño. Pero no te separes de tu hermano, ve a su casa ahora mismo. Mira primero si no hay nadie en el pasillo.—Lo haré, no seas paranoico, nadie sabe que estoy aquí —le respondió ella, obedeciendo su petición.—No seas tan confiada, mi Cielo —exigió Gerónimo con cariño—. Haz lo que te digo antes de salir de nuestra casa.—Ya lo hice, no hay nadie —dijo Cristal al avanzar hacia el apartamento de su hermano—. Ya llegué, no temas. Cuídate tú, amor; hay mucho peligro en las calles, dice Maxi.—Lo haré, Cielo —suspiró, aliviado, Gerónimo—. Te amo.—Más te amo yo —contestó Cristal, lanzando un beso justo antes de entrar en la casa de su hermano.Gerónimo se dirigía rápidamente a su casa, pensando en cómo comen
Giovanni entrecerró los ojos, considerando lentamente las palabras de su hijo. La posibilidad de una alianza, aunque inimaginable, entre los Garibaldi y los Papadopulos empezaba a serpentear en su mente como un pensamiento peligroso, pero tentador.—Hijo —comenzó a hablar Giovanni—. Sabes lo que esto significa para todos nosotros. No es solo tu vida la que está en juego. Toda nuestra familia podría verse afectada por esta decisión.—Entiendo lo que implica, papá. Pero esta es mi vida y mi decisión. Cristal —Agapy— y yo hemos elegido el amor en medio de esta neblina de rivalidades y secretos. Espero que algún día puedan entenderlo y aceptarlo —dijo, con firmeza.Rosa, aún atrapada en la incredulidad y la ira, se cruzó de brazos, decidida a oponerse a lo que consideraba una gravísima traición.—Gerónimo, no puedes simplemente esperar que aceptemos esto sin más. ¿Sabes lo que nos estás pidiendo? —su voz temblaba entre la furia y el desconsuelo—. ¡No te casarás y punto! Lo dije antes, ten
De pronto, se oyó una enorme explosión y el ruido de neumáticos chirriando en el asfalto, mientras Guido podía escuchar con claridad cómo su hermano maniobraba para mantener el auto. Luego, un choque y nada más. Un tenebroso silencio le devolvió el teléfono.—¡Gerónimo, Gerónimo, mi hermano, responde, responde…! —lo llamaba asustado Guido, mientras aceleraba y enviaba un mensaje masivo de auxilio a todos sus contactos con la ubicación del auto de su hermano.Los pensamientos de Guido eran un torbellino mientras su auto avanzaba. No podía permitir que aquel silencio repentino y aterrador fuera definitivo. Su vínculo con Gerónimo iba más allá de la sangre; era una conexión forjada en las buenas y en las malas, en el amor y en las batallas contra rivales comunes.—¡Gerónimo, Gerónimo, mi hermano, respond
Desde el auto que conducía Coral, Cristal escuchaba el sonido lejano de los disparos de su amado; cada recarga del arma se sentía como un latido en su corazón. Su mundo giraba alrededor de la voz de Gerónimo, de sus palabras entrecortadas por el dolor.Maximiliano, concentrado, planeaba los movimientos a seguir en cuanto alcanzaran la montaña. Su mente trabajaba a toda velocidad, marcando la importancia de cada decisión. Sabía que cualquier error podría ser fatal. Cada kilómetro recorrido bajo la luna parecía eterno, pero con cada avance, la esperanza se asentaba con más fuerza.Mientras tanto, Gerónimo, con gran esfuerzo, dejó caer su teléfono y sacó su revólver. Comenzó a dejarse guiar por el sonido de los pasos de quienes se acercaban. Disparaba y solo se escuchaban los gritos; una y otra vez disparaba y siempre daba en el blanco, haciendo que ret
Sin saber que todos los Garibaldi que habían sido notificados se acercaban desde diferentes direcciones a su ubicación, el miedo no tenía lugar en ellos, pues la fidelidad a su causa y el deseo de salvar a uno de los suyos superaban cualquier angustia.A su llegada, vieron con preocupación cómo, poco a poco, los atacantes se acercaban al auto de Gerónimo, que había dejado de disparar, y se concentraron en impedir que los enemigos llegaran a su vehículo. Cristal vio a Guido y corrió hacia él.—Guido, necesitamos llegar a donde está Gerónimo, lo van a matar si no hacemos algo. ¡Mira, ya casi lo alcanzan y debe haberle pasado algo, no dispara! —le decía mientras señalaba a dos hombres que intentaban acercarse a Gerónimo.—Lo sé, Cristal, lo sé —respondió Guido, desesperado por ayudar a su único hermano, m
En ese momento, Ellie entró por la puerta llorando, acompañada de sus padres. Se dirigió hasta donde estaba Rosa y se abrazó a ella, quienes habían sido llamados de camino a la clínica. Cristal estaba de pie, llena de sangre de Gerónimo, junto a Guido, Coral y Maximiliano; solo miraba la puerta del salón de operaciones, como si su vida dependiera de ella. Todo su cuerpo se estremecía, pero no se movía de su posición, como si no escuchara nada más. Toda su concentración estaba en esa puerta. Guido la abrazó en silencio, se quitó el saco y se lo colocó sobre los hombros.—¡Fuera de aquí! —gritó de pronto Rosa, que había logrado soltarse de su esposo y se acercaba a Cristal—. ¡No tienes nada que hacer aquí, desvergonzada!Cristal, firme, no permitió que las palabras hirientes de Rosa la desconectaran d
Todos se quedaron mirando fijamente a Cristal, quien se había interpuesto delante de Ellie, que la miraba con furia. Maximiliano era el más asombrado; su hermana, de naturaleza delicada y tímida, nunca se había enfrentado a nadie, y ahora la veía erguida, con una mirada fulminante sobre su rival. Ellie, buscando apoyo, miró a Rosa.—¡Cristal, deja de hacer el ridículo y permite que pase la prometida de mi hijo! ¡No eres nadie para impedirlo! —le gritó Rosa, acudiendo en auxilio de Ellie, que sonrió burlonamente ante ella.—¡¿Quién te crees que eres?! —gritó Ellie, intentando colarse delante de Cristal, pero esta la detuvo nuevamente—. ¡Suéltame, desvergonzada! ¿No tienes a tus hombres y todavía quieres quitarme al mío?¡Plaf, plaf! Se escucharon dos fuertes bofetadas que hicieron que todos miraran h
Salen raudos del hotel y se dirigen al edificio de Fabio Garibaldi. Al llegar, no ven a ninguno de sus hombres. Los llaman repetidamente, pero no obtienen respuesta. Finalmente, deciden marcharse.—Mejor vámonos, no me gusta esto. Tenemos que prepararnos y luego atraparé a Cristal —dice Jarret.—Jefe, ¿se va a llevar este auto? Su padre lo va a matar —le recuerda su segundo, consciente de lo que gastó en el lujoso vehículo.—No me importa, me gusta mucho. Vamos, vámonos —responde Jarret mientras se dirigen hacia la salida de la ciudad, cuando recibe una llamada.—¿Quieres saber dónde está Cristal en este momento? —pregunta Ellie.—Ellie, si tienes esa información, dímela —exige furioso Jarret.Mientras Jarret se debatía entre el deseo de obtener esa información y el riesgo de seguir los impulsos de Ellie,