Capítulo 4.
Pasarlo bien con un desconocido.
(Marina)
Bailaba con él, en un bar, sin poder parar de reír, a cada rato, pues él bailaba realmente mal, hacía mucho que no salía a bailar con alguien tan torpe. Ni siquiera tenía ritmo.
Aún no sé bien cómo acabamos allí, después de dejarme convencer para ir al cine, jamás pensé que acabaría con un completo desconocido en un bar. Pero … yo misma lo propuse, al darme cuenta de que se sentía incómodo en el cine, a causa de que la gente nos observaba. Me moría por saber más sobre el tema, él era demasiado misterioso, pero por el momento, me conformaba solo con aquel momento.
Las cervezas irlandesas no están tan ricas como las españolas, eso tengo que admitíroslo, pero no estaban mal.
A las dos horas de llegar, él ya no bailaba tan mal, o quizás fuese que yo estaba ya un poco borracha y ni siquiera me fijaba en ello.
¿Os lo he dicho ya? Él no me parecía guapo, aunque me parecía interesante, lo suficiente como para no querer dejar de mirarle. Además, era divertido, y a pesar del acento tan marcado que tenía, que a veces me hacía difícil entenderle, me gustaba su voz.
No.
Él no me gustaba. No me atraía ni siquiera un poco.
Entonces… ¿por qué no le apartaba?
Levanté la vista, observando sus ojos, que estaban fijos en mis labios.
No. ¡Oh no!
No quería rechazarle, no después de lo bien que se había portado conmigo, pero… ¿qué más podía hacer?
Yo no quería un lío con un extranjero, no quería poner una tirita a mi corazón y seguir sumando, no quería pagar a Fran con la misma moneda, tan sólo… Yo sólo quería desconectar, conocer gente, quizás hacer amigos. Pero nada más.
Aproveché el momento para recogerme el cabello con una gomilla, hacía mucho calor allí, no iba muy vestida para la ocasión, y el ambiente estaba muy caldeado.
No me dejó pagar la cerveza, como las demás veces, y me molestó. No me gusta que los hombres lo paguen siempre todo, debe haber un balance.
Me arrastró a la pista, de nuevo, volviendo a bailar conmigo, en aquella ocasión era una canción un poco más lenta que las anteriores, por eso me agarró de la mano para acercarme a él, apoyando la mano con la cerveza en mi cintura.
Tragué saliva, sin poder si quiera concentrarme, mirando sin tan siquiera darme cuenta hacia sus labios, los cuales estaban ligeramente abiertos, pero se cerraron tan pronto como su nuez bajó.
¿Qué me ocurría?
Tan sólo era una broma, Marina, ¡Vuelve a tus sentidos!
Dejó la botella vacía sobre el borde de la mesa, yendo hasta mí, me cogió de la mano, obligándome a bailar con él, de nuevo.
Había una larga cola para pedir, estaban hasta arriba aquella noche, quizás por el festival del que yo ni siquiera tenía ni idea.
La puerta del baño se abrió, el chico salió, y entré, cerrando la puerta detrás de mí.
Hice pis, mientras pensaba en la situación. Jamás pensé que acabaría en un bar irlandés junto a un desconocido. Pero lo realmente extraño de toda la situación era que me lo estaba pasando bien, que no quería si quiera volver al hotel.
Era agradable.
Siempre me han llamado la atención las personas de diferentes culturas, aquella no era una excepción.
Me lavé las manos y salí del baño, él sonrió, metiéndose tan pronto como yo estuve fuera.
Caminé hacia la barra, dándome cuenta de que había mucha menos gente, así que pedí un par de cervezas, y pagué con mi propio dinero, observando entonces como él se acercaba. Agarró la birra que le daba, dando un par de sorbos, entrelazando su mano con la mía, tirando de mí a nuestro sitio, justo donde habíamos dejado los abrigos, al lado de la viga.
Ni siquiera sabía lo que estaba haciendo, con él me sentía sobreprotectora, como con el resto de mis amigas, con la diferencia de que él no era mi amigo, era un desconocido que acababa de conocer.
Él tenía razón, tras quince minutos esperando, la lluvia no cesó ni un poco, y él parecía ansioso. Era tarde, casi las cinco de la mañana.
Me besó entonces, antes incluso de que lo hubiese visto venir. Y yo me quedé allí, estática, con los ojos abiertos, sin tan siquiera poder creer la situación.
Tan sólo duró unos segundos, pues se separó, algo abochornado, molesto consigo mismo.
Nuestros labios se unieron, mientras él me agarraba de la cintura y yo me aferraba a sus mejillas, terminando el beso, conectándolo con otro, y otro más, hasta terminar enfrascados en muerdos que no parecían tener final.
No me gustaba. Se suponía que él no me gustaba. Entonces… ¿por qué no podía dejar de besarle? ¿Por qué me gustaba tanto hacerlo?
Quizás sólo estaba borracha, dolida por lo de Fran, puede que sólo quisiese poner una tirita a mi dolor y besar a alguien por despecho. Ni siquiera yo lo sabía, tan sólo sabía que no quería detenerme.
Capítulo 5.Ser yo mismo. (Aidan).Debí haberme vuelto loco por un segundo para hacer lo que hice. ¿Cómo se me ocurrió que sería una buena idea besarla? Era más que obvio que ella iba a mandarme a la mierda.La noche había ido genial, incluso me atreví a bromear. Sí, a bromear, yo. Pero en un solo instante lo había estropeado.Aunque, para mi sorpresa, no lo hizo, al contrario.Nos besábamos, nos estábamos enrollando allí, frente al bar de la que una vez fue mi niñera, cuando era un crío, y no estábamos ni un poco cerca de parar.Hacía mucho tiempo que no estaba con una mujer, más concretamente desde el instituto, no estaba preparado para aquello, pero parecía que mis labios sabían exactamente lo que hacer, incluso antes de q
El raro.(Marina)Caminaba hacia la parada del autobús turístico, pensando en lo acontecido el día anterior, en cómo ese idiota se marchó sin más, sin tan siquiera saludar, cuando nos vimos en el paso de peatones.Quizás se sentía avergonzado por ese beso que nos dimos a las puertas del bar.El beso. ¡Casi lo había olvidado!Yo también me sentía avergonzada. Pero ¿cómo se me había ocurrido besar a un desconocido, así como así?Sacudí la cabeza, era mi sexto día en aquella ciudad, me iría al día siguiente.Me detuve sobre el puente, haciendo una foto del bonito paisaje, hacía una tarde preciosa, girando la cabeza levemente, observando a un tipo frente a mí, pasándome de largo, con las manos metidas en los bolsillos y la vist
Es diferente.(Aidan)La ayudé a levantarse de la arena, dispuesto a llevarla al bar de mi ex nana, importándome bien poco las apariencias, mi decisión del otro día sobre seguir con mi vida y alejarme de ella, en aquel momento tan sólo quería que tuviese un buen viaje.También podemos quedarnos aquí un rato más – me dijo, sorprendiéndome, soltándose de mi mano, quitándose los zapatos. Pude ver que era lo que pretendía antes incluso de que lo hubiese hecho.Hace frío – la detuve, agarrándola de la cintura, para que se olvidase de meterse en el agua, pero ella era demasiado rebelde, nunca me haría caso – Marina…¿Por qué eres tan soso? – se quejó, la miré, molesto – Lo p
Un lado oscuro.(Marina)Me había vuelto loca, no había otra explicación para lo que estaba sucediendo, para lo que deseaba que me siguiese haciendo, para lo que quería hacer, para lo mucho que deseaba aquello, sin arrepentirme ni una milésima de segundo.Estaba en el infierno, siendo poseída por el mismísimo demonio, un desconocido que fingía ser un buen hombre, pero que en el fondo era todo lo contrario.Nuestros cuerpos sudados, a pesar del terrible frío que hacía en el exterior, se entrelazaban, conectaban de esa forma adicta que nos hace llegar a la locura. Sus labios se aferraban a la piel desnuda de mi hombro, mientras mis rizos se echaban hacia atrás, con cada cabeceo, gimiendo de placer, con cada uno de los movimientos que hacía sobre él, conduciéndome a la más plena locura, al éxtasis. Su
Capítulo 9.El verdadero Aidan.(Marina).Mientras subía a la habitación pensaba en él, y en la mínima posibilidad que tenía de volver a verle después de marcharme a España. Quizás podría cambiar mis plantes, quizás podría hacer algún máster, justo como hizo Esther, quizás podría mudarme y seguir estudiando o trabajando en la ciudad, quizás podría… Pero … Si lo hacía… ¿qué sucedería con Francisco? Aún tenía que solucionar ese tema, eso en lo que no había querido pensar en todo el viaje, en aquella traición.¿Por qué me estaba si quiera planteando venirme a aquella ciudad por él? ¿Qué me estaba sucediendo? Yo no era así, no solía encapricharme de los chicos c
I Want You Here.(Aidan).No podía dejar de tomarla, una y otra vez, mientras la escuchaba gemir con cada cosa que le hacía. Ella no se quejaba como hubiese echo cualquier otra chica de la ciudad, ella se dejaba hacer, se dejaba desear, y me correspondía de la misma forma.No quería pensar en la realidad, me negaba a creer que fuese cierto, ella iba a marcharse en unas pocas horas, volvería a su país, junto a aquel capullo, ese que sospechaba que la había dañado.Le detestaba, y no sabía bien si lo hacía por el daño que le había causado, o si quizás era por tener su corazón.Volveremos a vernos – prometí, justo cuando acariciaba su piel, después de haberla tomado por quinta vez aquella noche. Ella me abrazó, más que lista para quedarse dormida – esto no es una
Aferrándome a los momentos. (Marina).Le despedí, con la mano, y entré por la puerta, dejándole atrás, dándome cuenta de que no volvería a verle. Quería aferrarme a su recuerdo, y le vi en mi mente, sonriéndome, diciendo aquellas palabras “Volveremos a vernos, esto es un hasta pronto” Me aferraría a esa idea. Porque sólo así podría marcharme, sólo así tendría fuerzas para enfrentar lo que debía, en España.En menos de tres horas ya estaba en casa. Pero no podía dejar de pensar en que una parte de mí se quedó en Irlanda, con él.Mis padres vinieron a recogerme al aeropuerto, con Mou, que me dio un abrazo tan fuerte que por poco no me rompe en dos.¿tomaste una decisión con respecto a Francisco? – preguntó
Capítulo 12.Crazy.(Aidan)Estaba casi tan ansioso por verla como lo estaba ella, así que lo primero que haría al día siguiente sería solicitar los días de vacaciones que me correspondían. Los necesitaba cuánto antes, necesitaba abrazarla, besarla, incluso hacerle el amor, si así se terciaba.Mi teléfono comenzó a sonar, lo descolgué sin tan siquiera mirar de quién se trataba, lo que fue un gran error, pues era mamá, pidiéndome más dinero.Esta vez no puedo – la corté, en el acto – necesito todo el dinero.¿Y eso? – preguntó, con incredulidad, pues yo no solía decirle que no, nunca - ¿estás mal de pasta?Tengo que comprar el billete para irme a Madrid, sup