Así es como Lupercus atravesó el desierto sobre un caballo minoico que muy frecuentemente se veía forzado a descansar. El mismo Lupercus aprovechaba los descansos del corcel para buscar indicios de los beduinos, consciente de que los gharidios tenían patrullas que sondeaban el desierto y que le darían muerte sin dudarlo.
Se sentó mientras su caballo descansaba y bebía agua. Él mismo tomó algunos tragos de su cantimplora y se recostó sobre una piedra a meditar, siempre alerta, y admirando los restos óseos de un sujeto que debió haber muerto hacía muchos años en las profundas arenas desérticas, dada la resequedad del cráneo.
Justo entonces descubrió los gritos asoladores de una mujer muy cercanos. Se arrastró por entre la arena y se asomó por una duna hasta observar un oasis lejano, a medio kilómetro d
Lupercus se encontraba sirviendo al ejército del Imperio Atlante en las tierras del norte de Aztlán, separadas en aquel entonces por un caudaloso río de los Reinos Nórdicos que hoy llaman Europa. Extensas planicies nevadas y profundos bosques indómitos recorrían la mayor parte del territorio donde habitaban tribus esquimales que cazaban búfalos, pero donde el Imperio Atlante prácticamente no colonizó por lo inhóspito del terreno.Los principales asentamientos humanos se formaron más al sur, por debajo de lo que es hoy el desierto mexicano, que en aquella época era tremendamente frío y en algunas estaciones también era nevado, debido a la glaciación. Era muy abajo donde un sacerdote atlante rebelde llamado Mexi tomó a un grupo de renegados y fundó un reino autónomo en constante guerra contra los atlantes. Se decía que Mexi era un hechicero
Aunque había logrado integrarse a la sociedad mu, había aprendido su rudimentaria lengua y tenía una acompañante para las noches, ciertamente que Lupercus se encontraba intrigado sin saber en donde estaba y que significaba el extraño cuerpo celeste que ultrajaba el cielo diurno y nocturno por igual.La paz que vivió en medio de los arborícolas se interrumpió cuando los árboles en que vivían comenzaron a agitarse. Lupercus despertó de golpe con Nya a su lado. Ella le alertó con señas que debían escapar pero Lupercus la ignoró y se dirigió a ver que sucedía. Cuando se asomó hasta el puente de hamaca comprobó que el árbol en que se encontraba estaba siendo talado y se desplomaría pronto.El tronco se partió, el árbol con todo y vivienda se desplomó junto con otros alrededor que sufrieron el mism
Hubo una ocasión en que la flota pirata comandada por la legendaria corsaria Kara fue derrotada y devastada por la armada naval de Gharidia, poniéndole así fin a su larga trayectoria de pillajes y saqueos tan exitosa. Kara fue tomada prisionera, encadenada y llevada hasta las corruptas cortes de Gharidia. Aunque todos sus hombres fueron ahorcados, como era la pena usual contra los piratas, a Kara se le perdonó la vida y se le condenó a cadena perpetua en la prisión de Alghabar.En principio se sintió afortunada, porque siempre cabía la posibilidad de escapar de cualquier presidio, pero al mismo tiempo no comprendía porque se le había perdonado la vida, aunque lo comprendió después…—Bienvenida a Alghabar –dijo el carcelero de la prisión, un sujeto viejo pero de aspecto rudo. Debía de tener unos cincuenta años de edad, pero sin duda era
Cuando Khalisthe se enteró de lo que Kara había hecho dejó salir toda la ira que la embargaba desde hace tiempo contra la pirata. Sin embargo, consciente de que no podía matarla antes de la contienda a menos que quisiera sufrir una muerte dolorosa proporcionada por Borgos, decidió desquitarse de otra manera.Cuando Kara regresó en la noche de atender a los celadores, observó horrorizada el cuerpo torturado y destripado de su amiga Yamar. La infortunada muchacha tenía aún congelada la mueca de dolor y espanto en su rostro mientras colgaba boca abajo de la los barrotes de una ventana.La enfurecida Kara contempló con ira implacable a Khalisthe que se reía sarcásticamente desde lejos, rodeada por sus guardaespaldas y juró venganza…Algunas horas después las dos mujeres se enfrentaban en la arena acompañadas por una ruidosa multitud
Lupercus había sido convertido en gobernador de Aztlan, la más occidental de las colonias del Imperio atlante, como agradecimiento de parte del propio rey atlante por su servicio matando al malvado hechicero Mexi.Se encontraba casado con la hermosa Naxa y tenía un bebé de algunos meses que sería su heredero. Pero no era infrecuente que el poderoso gobernador tuviera problemas para dormir de noche y muy a menudo se paseaba por los oscuros corredores o los exuberantes jardines del enorme y pedregoso palacio situado en Tenochtitlán, la capital del país.Así, el guerrero convertido en soberano se encontraba una estrellada y calurosa noche veraniega recorriendo los suntuosos jardines con fuentes cantarinas, exóticas flores, arbustos bien podados y estatuas de deidades soberbias. Su paseo nocturno se interrumpió cuando Lupercus escuchó unos sollozos espeluznantes. Preparó su espa
Lupercus maldijo su suerte una vez más…Se encontraba en una miserable isla desierta de vegetación tropical repleta de palmetas cocoteras y con un riachuelo de agua dulce que llegaba hasta una catarata que desembocaba en una pequeña laguna verdosa, pero excepto por esas dos fuentes de alimento y bebida estaba totalmente solo.Así, Lupercus colocó un viejo tronco atado transversalmente sobre una enorme palmera formando una cruz como señal en caso de que algún barco navegara cerca, y paso sus días nadando en la laguna y bajando cocos para comer, así como calentándose en las noches con una fogata sin ningún otro quehacer hasta que pensó que se volvería demente por la soledad. Justo entonces, y sin saber cuantos días habían pasado porque había dejado de contarlos, escuchó un chapoteo en el agua una noche de luna llena. 
El pérfido Canus el Traidor, un hechicero que había sido sumo sacerdote del reino de Wilusia, cabalgaba en un negro corcel sobre las desoladas estepas de Turán, corazón del Imperio Turanio, hasta llegar a la temible y gélida fortaleza que servía de sede del gobierno turanio. Habían pasado sólo cuatro años desde que Wilusia hubiera sido destruida producto de la invasión sanguinaria del pueblo turanio.Canus se adentró por el edificio repleto de toscos guerreros que se hartaban de comida y licor y se acostaban con concubinas —la mayoría prisioneras de guerra cautivas en pillajes e invasiones— hasta llegar al salón principal el cual estaba cruzado por vastas mesas rectangulares donde los turanios se sumían en sus grotescos excesos.Subió las escaleras que zigzagueaban al lado de las mesas hasta llegar al segundo piso, sobre el cual se encontraba
Medreth se encontraba en la ciudad más grande de Midgard, Poseidonia, la capital del inmenso Imperio Atlante a donde llegó tras haber participado como mercenaria en la más reciente y cruenta guerra entre los nordheimir y los pictos. Allí llegó a la enorme edificación piramidal donde se situaba la sede de la Orden de la Estrella Plateada, de cuyo interior emergió su gran amigo y maestro Sadrach el Mago Azul.—Casi pensé que no te volvería a ver Medreth —dijo con una cálida sonrisa.—Tuve muchos problemas para venir acá. ¿Cómo anda todo?—La Orden está muy preocupada. Las hordas del maléfico demonio Adramech, los turanios, están cada vez más fortalecidas. Una maldad devastadora está próxima a resurgir y arrasar Midgard amenazando con sumirlo en tinieblas si no lo detenemos