Capítulo 80

Daniela, en su oficina tomaba una pastilla para el terrible dolor de cabeza que la aquejaba esa mañana.

—Doctora Robledo buenos días —saludó una joven humilde, con un niño pequeño en brazos, en ese momento Daniela, tenía los ojos cerrados y se masajeaba las sienes con los dedos.

—Buenos días —respondió abriendo los parpados—. Tome asiento por favor —indicó—. ¿Cuál es tu nombre y en qué puedo ayudarte?

—Doctora qué pena con usted pues —dijo la joven—, yo no tengo dinero para pagarle la consulta. 

Daniela observó al pequeño que la mujer traía en brazos, le brindó una sonrisa a su madre.

—No te preocupes por eso, vos dime tu nombre y por qué estás aquí — averiguó

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