ALESSIOFinalmente, mi padre, Antonella y Stefano, volvieron a Italia. Ahora ya podía comenzar con lo que tenía planeado, lo primero era viajar hasta Las Vegas.—Me siento privilegiado —dijo Santi, en modo de broma.— Pues disfrútalo, no todos los días ves a un Mancini pidiendo favores —respondí.—Sin duda lo haré. —Asintió. —Sacaré provecho de esto.—El efecto que causa el enamoramiento por mi hermana te ha dañado las pocas neuronas que tenías.—Si jódete.Antes sé que mi padre se fuera, tuve que pedirle algo de ayuda a Santino, con respecto al viaje que tenía planeado hacer.A mi padre le tuve que decir que reuniríamos información, una vez tuviéramos algo se lo haría saber; eso quería decir, que él no estaba enterado sobre Las Vegas.Estaba arrastrando a Santi en esto, a pesar de su faceta de hijo recto aceptó acompañarme sin ninguna queja sé su parte.No estaba preparado para irme y dejar a Asha, así que decidí algo. Llevaba días quedándose conmigo en el apartamento de mi tío. Era
ALESSIOLa atajé hacia mí y la besé con fuerza. Camino con ella hasta la cómoda y la presionó contra el mueble. La tomó de los muslos y la levantó para sentarla sobre la cómoda.Su diminuta falda se sube, eso me daba más facilidad. Así que nomás hice a un lado su braga y metí dos dedos dentro de ella.—Ale… —jadeo.—¿Sí?No dejé de besarla en ningún momento. Con mi otra mano masajeaba uno de sus pechos. Bajé hasta ahí y por arriba de su escote devoré sus pezones, los cuales ya estaban duros.—¿Necesitas algo? — susurré después de subir devuelta a sus labios. —¿Quieres algo más de mí? —Ella asintió. —Dímelo, suplícame.—Te quiero dentro de mí, hazme tuya…Gimió mientras tomé una de sus tetas y la apreté. Podía sentir cómo perdía el control de su cuerpo, cómo se rompía de placer con cada una de mis caricias.No iba a tener suficiente de ella.Sin tomarme el tiempo de nada, liberó rápido mi polla, luego me enterré con fuerza. Envolvió sus piernas alrededor de mí y jadeó cuando la empujé
ALESSIOSantino y yo entramos a lo que era una bodega, al parecer era el sitio que usaban para reunirse con sus adversarios o más bien donde torturaban a sus víctimas. Lo que me sorprendió fue que, el lugar también lo utilizaban para entrenar, ya que de pasada me percaté que había una lona de luchas en un rincón de la habitación.―Esto no da buena señal, mira el lugar ―murmuro Santino, a mi lado.No podíamos echarnos para atrás, ya estábamos aquí. Simplemente, le eché una mirada de que guardara silencio y siguiera a los tipos que nos estaban guiando a la oficina de Rosso.Santino negó luego de mirarme de ese modo que acostumbraba a verme siempre que me equivocaba en algo.Era lo correcto, estaba seguro con el paso que estaba dando y con lo que estaba por hacer. Nadie me hará cambiar de parecer, quería esa pelea con Krait. Era la única oportunidad que tenía, otra seria en años, pues Krait era una vil serpiente que se arrastraba y se escondía fácil de sus enemigos, y sabía que los Manci
NATASHAMe removí en la cama, estaba despierta, pero todavía no abría los ojos. Extendí el brazo a mi lado, me di cuenta de que estaba vacío, tente con mi mano y efectivamente estaba sola en la cama.Abrí los ojos luego de girarme. Alessio ya no estaba a mi lado y algunos rayos del sol ya se filtraban a través de las cortinas blancas.¿Dónde se metió?No se escuchaba el sonido de la ducha o algún otro ruido, todo en la habitación era un completo silencio.Me levanté y tomé el suéter que estaba sobre el sofá que estaba junto a la cama. Me quedaba enorme, pues le pertenecía a Ale, solo que el me lo prestaba cuando sentía el clima muy fresco, pero prácticamente ya era mío.Camine de puntillas hasta la ducha, no quería hacer ruido. Abrí la puerta de golpe, y nada, no estaba allí. Camine de vuelta hasta la cama. La habitación no era tan grande como para no darme cuenta de cada rincón que había desde donde me encontraba sentada.Por lo visto, Ale no se encontraba en la habitación. ¿Pero ent
NATASHA Mi corazón no dejaba de latir con tanta fuerza, ya habían pasado los minutos y nada que tuviéramos respuesta de que estén bien. Mi pulso martillaba como los latidos de mi pecho. Tome aire y trate de controlar mi respiración cuando sentí mi estómago también inquieto. Por dios, tanta preocupación me va a terminar matando. Comencé a echarme aire con las manos, sentía que me sofocaba. ―¿Te sientes bien? ―Me hizo la pregunta Santino. Desde que llegamos a la clínica no se ha despegado de mi lado, pues a ninguno de los dos nos dejaron pasar a urgencias. ―Lo estoy… ―admití no tan convencida, pues de nuevo sentí un poco de náuseas. ―Creo. ―Él me miro de un modo extraño. ―Es solo el susto y el haber visto mucha sangre. De solo pensarlo se me revolvía el estómago. Santino asintió después, pero no se borró el fruncido de su frente. ―Yo te noto algo pálida. Si quieres llamo a una enfermera para que te revise. Negué. ―No hace falta, te digo que solo fue el susto… Todo me da vueltas
NATASHANunca había estado en Italia, bueno, de hecho nunca había salido de Rusia, hasta ese día que tuvimos que huir del país por lo sucedido con la Bratva.¿Y ahora cómo le iba a contar a Ale de ese asunto? Ahora que me había traído a su casa, con su familia y que es muy probable que conozca a su madre.Luego de que Antonella me trajera al dormitorio de Alessio, me contó sobre lo que paso con su mamá. La chica estaba muy feliz, más que eso diría yo, cantaba y saltaba a cada rato. Cómo quisiera sentirme como ella, pero era imposible, mi madre me dio más problemas que alegrías.Trato de apartar esas imágenes de mi pasado que se estaban instalando en mi mente. Termino de ducharme y salgo hacia el dormitorio.El agua tibia me ayudó un poco con el cansancio, pero todavía tengo mucho sueño, tantas ganas de dormir. Observó la cama amplia, el colchón está cubierto con unas sábanas oscuras y varias almohadas en la parte de la cabecera, hasta apetitosa se ve.No traje mucha ropa, así que me t
NATASHA ― ¿A dónde nos dirigimos? ―pregunté. Ale me había dejado con su madre y su hermana, pues él tenía unos asuntos que resolver con su padre y los demás hombres de la organización. Ahora me encontraba siguiendo a Antonella, tiró de mí al tomar mi brazo para llevarme a otro lugar. ―Ale me dejó encargada de ti por el resto de la tarde, así que saldremos ―indico con una risita. Me estaba dando miedo, ¿y si chocamos o nos atropellan? Tomó una chaqueta del diván que estaba debajo de las escaleras y después retomó el camino conmigo por a lado, sin soltarme salimos de casa. Caminamos por el patio, descarte lo de chocar cuando pasamos de largo los autos que estaban estacionados en el pórtico. ―¿Saldremos de casa? ― indagué de nuevo. Sin embargo, no me dio respuesta, simplemente siguió caminando. Nos detuvimos cuando llegamos a un edificio, que parecía tipo como un almacén o cochera. Antonella presionó el botón de un mando que traía en su otra mano, y la puerta amplia y alta se abrió
ALESSIO ―¡Ay, no puede ser! ―exclamó Leo, con una expresión exagerada en su cara. ―¿Qué? ―replique, pero luego me arrepentí de haberlo hecho. ―Que no ves ―señala en dirección a Asha. Frunzo el entrecejo impaciente, no le respondo así que añade. ―Es rubia. ―¿Y eso en qué afecta? ―Resople exasperado. Leo podía cabrear a cualquier persona, le gustaba salir con sus comentarios sarcásticos, pero su mayor talento era soltar la lengua de un modo burlesco. Decía las cosas tan directas que irritaba a todo mundo. ―Por la poca estabilidad que te queda en tu vida ―dijo en el mismo tono que uso antes. ―No sé si preocuparme por ti o darte ya por perdido. ― Sacudió la cabeza mientras chasqueaba la lengua. ―Una rubia loca más a la familia. ―¿Les has llamado locas a mi madre y hermana? ―reclame irritado. Es un completo imbécil. Pero sé que no es el único que se ha dirigido a ellas de esa manera. ―Seamos sinceros ―encogió los hombros. ―Si es rubia, es señal de locura. La fiera fue la culpable d