Una razón.

Itzel.

Quería creer en que verdaderamente optó por una rendición rápida, pero algo dentro de mí me inquietaba, quizás y la advertencia de mi loba o solo el hambre del momento.

De cualquier forma no pensaba bajar la guardia. Estaba lista para defenderme si repentinamente surgía un ataque.

Al llegar a la manada Luna creciente, fui bien recibida por los miembros que la complementan. Algunos de ellos estaban llenos de curiosidad e intentaron acercarse para dialogar, pero gracias a la intervención de MarLia, ellos entendieron que el viaje fue muy largo y solo necesitaba un poco de descanso.

En nuestro viaje de camino, pude notar algunos lobos de la manada Estrella, quienes seguían nuestros pasos entre las sobras quizás custodiándome en caso de que algo saliera mal. También pude percibir la presencia de mi padre, pero a comparación de esa manada, él sabía camuflarse perfectamente.

—Mira Itzel —pronunció Aleron, mientras señalaba un cuadro enorme donde una mujer de cabello claro y ojos cafés
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