No sabía muy bien qué estaba diciendo su ex, pero suponía que se trataba de la estúpida de Alba. Apenas el teléfono del muchacho había sonado, le había pedido disculpas con un ademán, levantándose inmediatamente. Caminó al menos tres metros lejos de ella. Todo pasó en cuestión de segundos.
Estaba cabreada porque le iba a costar mucho llevar a cabo su plan. Arthur ya no estaba enamorado de ella, ni siquiera un poco, lo que todavía le jodía más y hacía las cosas más difíciles. Lo conocía bastante para darse cuenta de que ese hombre no sintió más que un asqueroso y ligero sentimiento de agradecimiento por ella. En ningún momento le miró el escote, nunca inapropiadamente. Estaba pendiente de su cara ya veces, solo miraba a cualquier punto, pensando en su novia, suponía. Ella tampoco lo q
No es que no conociera a su jefe ni las cosas atrevidas que solía decirle, pero debería aceptar que estaba perpleja. Lo siento en silencio por unos instantes.Maldito fuera.¿Quería follársela? ¿En serio todo eso se trataba de sexo? ¿En serio? ¡Estaba tan enfermo y todo eso era solo por sexo! Se sintió asqueada, un escalofrió la recorrió. No supo cómo definir el sentimiento, pero, por un momento efímero, pensó en que, si accedía a acostarse con él, todo eso se acabaría. Automáticamente dejó ir la idea.Emma roló los ojos y decidió seguir tomando la situación a la ligera, como antes de que pasara ese accidente.—¿Cuándo quieres que follemos? No supo si era conveniente volver a usar el mismo truco de fingir que accedía para s
No se dio cuenta en qué momento amaneció, pero cuando abrió los ojos, ya los autos y el movimiento de la gente podía oírse hasta su piso. Suspiró, complacida: jamás había apreciado tanto su cama como en esos momentos y más aún después de haber estado en una cárcel. Nunca había estado en la cárcel.Prendió el celular con mucha pereza y cuando se inició, vio que eran las diez de la mañana. Vaya, hacía muchísimo que no dormía hasta esa hora.Se había levantado con ánimos, con ganas de seguir adelante y tomar las cosas con más calma, pensarlas bien. Dejar todo lo que hacía mal atrás, dejar de llorar y por sobre todo… Asumir que Enzo era su legítimo hermano mayor.-¿Mamá?¡Emma! —La escuc
Suspiró, dándose la vuelta: casi no había podido dormir y ya era tardísimo. Arthur se había quedado a dormir en la sala y eso era lo que más le irritaba de toda la situación.Sabía que se había portado fría con él y que probablemente quería hablar con ella, quien sabe si explicarle. De cualquier manera, le parecía ofensiva su actitud de irse de la cama. Nunca lo echó, no quería que se fuera. Lo necesitaba, lo extrañaba.Recordó entonces su conversación con Emma de vuelta a casa, el día de ayer, cuando dijo que Arthur no sería tan tonto como para perderla, que estaba junto a ella en los mejores y peores momentos. Le hizo tratar de entender que quizás solo estaba exagerando las cosas.Se levantó decidida, sin pensar demasiado las cosas, dejando el enojo de lado. Camin&oac
—¿No es hermoso?—Claro que sí. — Sonrió, pero era obvio que su mente estaba en otro lado.Emma tenía los ojos pegados a la nada. A su alrededor, Saira y Alba parloteaban acerca de un montón de detalles que a ella la ponían de malas. Bueno, al menos no lloraba. El regreso de Enzo y Saira había tomado a todos por sorpresa. Y más a ella, que pensaba que no volverían hasta que «esa mujer» —por la que primero terminaron—, despareciera. Y no, ella no había desaparecido, aún está ahí.Aún estaba ahí.¿Verdad, Enzo?Su cuñada no sabía hacer otra cosa más que hacerla opinar sobre su vestido de bodas ya ella aún le quemaban las caricias de Enzo en la piel. No podía dejar de pensar en cada gemido y en ca
Sentada en unos bancos cerca de los árboles, Alessa terminaba de armar su plan, mientras esperaba a la víctima. Cuando vio a un taxi estacionarse casi enfrente de ella, se levantó con rapidez y le hizo una señal sutil a su amiga. La tarde era fresca y francamente, empezaba a hacer un poco de frío.Casi en cámara lenta observó a su ex novio bajarse del vehículo, tan apuesto con aquella camisa azul, con 3 botones abiertos, ese look tan despreocupado que lo hacía lucir más guapo de lo que recordaba, con esa actitud de malo. ¿Estaba ovulando, o por qué Arthur lucía más apuesto de lo normal?No evitó morderse el labio, viéndolo embobada.Mientras tanto, Arthur observó —algo incómodo— el atuendo que traía la chica; un vestido cortísimo color negro, que penas le cubría lo
En la cafetería, todo parecía mejor, el olor a café y paneles recién hechos, la tranquilidad… Debía admitir que una de sus actividades favoritas era ir y conversar con la única persona en el mundo que la entendía.—¡Alba! —La saludó desde su mesa, mientras la veía venir, sonriente.—Siempre en la misma mesa, Emma. —Comentó, mientras dejaba su cartera a un lado y se sentaba frente a su amiga—. ¿Cómo estás? —La tomó de las manos. Su tono era preocupado ya la vez consolador.—Señoritas, un gusto verlas por aquí. —Saludó atentamente, el camarero.—Hola, Kano, el gusto es nuestro. —Saludó Emma, mientras Alba sonreía ampliamente.—¿En qué les puedo servir?
—¡Jefe! —Se quedó en silencio y tragó duro, mientras todas las personas a su alrededor la miraban con asombro. Vio a Alba de reojo y ella solo estaba negando mientras la observaba con tristeza.«No, Alba, no me mires así» .El aludido había parado en seco, sin regresar la vista a ella, aún, sonriendo triunfal. Ese ya era el último día que Emma tenía para demostrar, aunque fuera una señal, de humillación pública ante él. Esperaba de corazón que de eso se tratase.—Diga, Ortega.—Eh… —titubeó, cerrando los ojos con fuerza. Toda la oficina había permanecido en silencio, presionándola sin palabras para que hablara. Tenía que hacerlo, tenía que hablar—. Quería saber si…Se interrumpi&oac
En el fondo de su corazón, de verdad, con toda el alma, deseaba que Emma no se apareciera allí con el estúpido de su jefe. No, y menos después de la humillación tan grande que pasó ese día en la editorial.¿Cómo era posible que le haya hecho ese desplante a la mujer más hermosa del planeta?, pensó, en un principio. Él no podía decir demasiado ante eso, en primera, porque Emma era una adulta «responsable» de sus actos, libre para hacer lo que quisiera y en segunda, porque se trataba de su jefe, estaba frente a todo el mundo, ahí, existiendo y jodiéndole la paciencia. Pero a la próxima quizás ya no se quedaría callado y le rompería la boca de un solo golpe a ese infeliz. Así Saira se enterarse y lo encuentre muy extraño.¿Por qué la humillaba así?, se preguntó