49.- Leila.

— ¡No te merezco mi pequeña, mi niña linda! – mi padre aun llora arrepentido y yo lo abrazo mucho más fuerte para que sienta mi apoyo ¿y por qué no? Mi amor.

Ese amor que nace de la necesidad de tener a alguien que me ame, de pertenecerle a alguien y de ser su centro. Pienso en él, en Jonás. Él es mi centro, aún lo es. Me deshago de ese pensamiento porque no quiero llorar más por alguien que me ha decepcionado y roto el corazón, solo por que no ha sido capaz de decir la verdad. Prefiero consolar a mi padre.

— ¡Tranquilízate papá, hay cosas que se nos salen de las manos! – beso su frente —. Cosas que nos es imposible retener aunque seamos las personas más astutas del mundo – sonríe triste. Lo abrazo de nuevo.

La puerta de la calle se abre, gracias

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