Capítulo 41

Leyna

No voy a negar que sentí esa inclinación terrorífica de dar todo por perdido cuando mi hermano no cedía a aceptar lo que, evidentemente, deseé como nunca. Insistí por mi decisión y al final acabé ganando la guerra a ese corazón helado que Dios le había dado a Volker. Aunque en el fondo sé que se derrite con mimos y palabras coherentes.

—¿Qué te pasa? — llegué a Amelia después de dejar a Volker y a Mario solos. Ambos tenían varias conversaciones pendientes.

—No le creas a ese hermano que tienes, que no es un puto santo. Y me da rabia que se interponga entre dos personas por el simple hecho de que se trate de ti y su amigo... ah y bueno de la edad también, este es un dato importante.

Fruncí el ceño y tomé asiento a su lado. Sobre el borde de la cama mientras soltó el libro que tenía entre las manos.

—No sé si darte las gracias y después reírme por tu enfado con él, o darte primero la noticia y después reírme y darte las gracias.

—¿Qué quieres decir?

—Quiero decir que cuando te fui
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