— Y cuéntame cariño, ¿Estás nerviosa por lo de mañana?
La voz de la señora Blanch me trae de vuelta ante la distracción de Thomas con su penetrante mirada.
Entre abro los labios para responder a su pregunta, pero él me interrumpe al decir:
— Insisto, lindo collar.
Me ruborizo e inconscientemente frunzo mis labios, sé a dónde quiere llegar y por más que una gran parte de mí no quiera complacerlo, ya no lo puedo evitar más.
— Gracias.
— Has de ser muy importante para la persona que te lo ha dado.
Me aclaro la garganta y me remuevo en el sillón, lo mataré, en serio.
— Supongo... —Suspiro— Aunque él es un tanto insoportable.
— ¿Ah, sí? —Ríe— ¿Por qué?
— Porque no entiende un no como respuesta.
— Quizás sea porque no concibe un no como respuesta.
Lo miro de vuelta, pero él ya está retandome con la mirada.
— Hay cosas que simplemente no pueden suceder, Thomas. Y si la persona realmente quiere como lo dice hacer, debe entender.
— ¿Y tú lo entiendes?
— En su totalidad.
— ¿Entonces no estarías dispuesta a luchar por la persona que te regaló el collar?
Su pregunta me deja fuera de base y bajando la mirada hacia mi taza de café con leche, vuelvo a suspirar, él está haciendo del momento muy incómodo, no le importa la presencia de su abuela.
Oh, Dios... La señora Blanch.
— No hay nada por lo que luchar, Thomas.
Aunque no lo estoy mirando, puedo sentir su mirada penetrando cada centímetro de mi piel.
— Yo creo que sí, tienen mucho por lo que luchar. Cuando hay amor, siempre se debe luchar.
— ¿Y si el amor no es correspondido por una de las partes?
— Solo así no habría porqué luchar. Pero cuando se tiene aunque sea la más mínima esperanza, entonces no hay porque perder la fé y las ganas de luchar por ello.
Ladeo una sonrisa, él definitivamente no se dará por vencido, no se rinde. Quiere ganar a toda costa. Es terco y obstinado.
— ¿En serio, no te ha gustado? —El tono de voz con el que hace la pregunta, me deja entre ver su nerviosismo ante mi respuesta.
Lo voy a herir si vuelvo a decir que no me gusta, como lo hice esta mañana cuando nos encontramos en el ascensor.
Y no sé si quiera herirlo. Otra vez.
— ¡Hijo mío, por favor! Ya deja de bombardear a Lucey con tantas preguntas, no querrá volver a visitarnos.
— Oh, no, no diga eso... —Me apresuro a decir— No se preocupe, estoy bien.
— Ya vez abuela, no pasa nada.—Thomas le sonríe a la señora Blanch y esta rueda los ojos— Es más, me iré y las dejaré solas cuando Lucey haya respondido a mi pregunta.
— Como si tú le hubieras dado el collar, Thomas. ¿Que más te da si le gusta o no?
Ambos nos miramos ante lo dicho por su abuela.
Si tan solo supiera...
— Claro que me importa, ella es mujer, me interesa saber qué le gusta a las chicas de hoy en día. —Dice en tono burlón y no puedo evitar ladear una sonrisa al igual que su abuela.
— En realidad, sí me ha gustado. —Digo al fin y Thomas deja de mirar a su abuela para mirarme rápidamente— Es hermoso, al igual que el significado con el cual fue enviado, aún no le he dado las gracias a esa persona. Pero ya lo haré en su debido momento.
— ¿De verdad? Pensé que...
— Sí. —Lo interrumpo antes de que él cometa una imprudencia mencionando lo de esta mañana.
Thomas capta al instante y aclarándose la garganta, se pone de pie y esboza complacido con una sonrisa:
— Bueno, ya obtuve la respuesta que quería, así que ya las puedo dejar a solas. ¡Que aprovechen!
— Gracias, cariño. —La señora Blanch musita mientras ríe.
— Y que gusto tenerte de vuelta, Lucey. —Le escucho decir al marcharse.
Sin darme tiempo a responderle, pero está bien así. Lo prefiero lejos, tenerlo tan cerca, estaba siendo una tortura y mucho más con sus preguntas, las cuales fueron hechas con todo el propósito de llevarme a la locura.
A Thomas le gusta retarme, le gusta provocarme y, eso ya lo ha dejado muy en claro.
— Disculpa a mi nieto, no sé en qué momento se volvió tan curioso.
— No se preocupe, está bien. Es joven, el tiene razón, quiere saber qué le gusta a las chicas y si puedo ayudar en algo tan simple como eso, no hay problema.
— Oh, mi niña. Sigues siendo tan dulce como siempre.
Hablamos durante una hora y cuando ya estábamos por despedirnos, la señora Blanch me mira dudosa, como queriendo decirme algo pero al mismo tiempo se contiene.
— ¿Sucede algo, está bien?
— Mmm, no cariño. No es nada.
— ¿Está segura? Puedo notar que quiere decir algo, pero se está conteniendo.
— ¿Tan evidente soy? Uff.
Sonrío con ternura al ver que su rostro desprende una vergüenza abrumadora.
— Si puedo ayudarla en algo, con gusto lo haría.
— Bueno, no sería a mí cariño. Sino a Thomas.
— ¿Tiene él algún problema? —Pregunto sin pensar o disimular el interés.
— No es un problema como tal, pero a último minuto, la universidad le ha mandado unas asignaturas de arte contemporáneo un tanto complicado. Y si bien, Thomas es muy bueno dibujando, necesita ayuda de una persona que sepa del tema en oratoria también.
— Oh... —Susurro entendiendo a donde quiere llegar.
— Por favor, no le digas que te dije. Cuando le sugerí que hablaría contigo para ver si podrías ayudarlo, se volvió loco. Dice que no quiere darte molestias. Y la verdad es que ahora ya me arrepiento, él tiene razón, estás muy ocupada y no quiero abusar del tiempo que te has tomado para venir a visitarnos.
Guardo silencio y me pierdo pensando en el tiempo que podría pasar con él mientras le ayudo con su tarea.
No, tenerlo cerca me va a matar.
¡Ni lo pienses Lucey!
— Pues, definitivamente no puedo ayudarlo en estos momentos, teniendo mi exposición a solo horas. Pero con mi nuevo ascenso en la galería y en el museo, tendré mejor disposición y control de mi tiempo. —Rayos, no sé cómo decirle que no, quiero mucho a la señora Blanch, pero a su nieto...— Déjeme planear una hora razonable para ambos, una hora que no irrumpa nuestras labores y le aviso cualquier cosa.
— No te preocupes... Soy capaz de buscar algún maestro particular si es necesario, así no te doy esta carga, lidiar con Thomas a veces no es fácil, pensándolo bien, creo que haré eso. Será lo mejor.
— ¿Cómo se le ocurre? ¿Teniendome a mí a dos puertas de su casa? No se digas más, el martes a primera hora le doy una respuesta.
— Oh, mi niña, eres un ángel. ¡Que Dios te bendiga!
— Amén, muchas gracias. ¡A usted también!
Cuando me dispongo a cerrar la puerta de mi casa después de despedirme de la señora Blanch, escucho:
— Si tú lo sabes ¿Dime cómo?
Mis ojos se abren ampliamente y mi corazón se acelera al reconocer la voz de quién musita dichas palabras.
Su mano empuja lentamente la puerta y yo no opongo resistencia, al contrario, me hago a un lado y lo veo adentrarse a mi departamento.
El apoya su espalda contra la puerta y esta se cierra ante el peso que le aborda contra sí.
Su rostro se ladea viendo hacia el mío y una tierna sonrisa lo abandona.
— Ahora dime lo que no te gustó del regalo, porque ahora sé perfectamente que el collar... Sí te gustó. —Dice mirando fijamente hacia mi cuello.
Trago con fuerza porque sé a donde quiere llegar. Y mi respuesta quizás no sea compatible a lo que él espera o desea escuchar.
— Las notas... En tus notas dices que... —Pierdo la voz, no lo quiero herir— Thomas, nada de eso puede ser. Seguro no es real lo que sientes, es un capricho de adolescente. Y yo no quiero ser el capricho de nadie, ni quiero lastimar a nadie. —Suspiro—. Te llevo unos diez años... Lo que sientes por mí no está bien, y lo siento mucho. De verdad. Pero nada de esto está bien.
El deja de apoyarse contra la puerta y termina con la distancia que nos separa. Tenerlo frente a mí una vez más, me hace notar cuan alto es y, lo mucho que su altura puede llegar a intimidar. En especial, a mí.
— Los diez años que me llevas me importan un carril —Gruñe rozando su nariz con la mía— Mejor explicaselo a él, porque mi mente es terca y no logra entender.
Su mano toma de la mía y la pone en el centro de su pecho, justamente en su corazón.
— Dile, dile que ya no te quiera. Que no es correcto quererte, que amarte duele y condena al sufrimiento. Dile que no te llore más, que no enloquezca a mi mente y mucho menos a mi alma entristecida por no tenerte. Díselo Lucey, díselo porque yo no tengo el valor para hacerlo. Ya no más...
Mi vista se nubla, mis piernas se debilitan, mi estómago se revuelve y mi piel... Mi piel se eriza como nunca.
En mis casi veintisiete años de vida, ningún hombre, jamás, se me declaró de esta manera.
Imposible no sentir nada, imposible ignorar lo escuchado, imposible echar a un lado todo lo pensado.
— Thomas...
— Lucey...
Mi mano en su pecho siente como su corazón late con fuerza cuando pronuncié su nombre y muerdo mi labio inferior ante la impresión de ese hecho.
Tenerlo tan cerca y sentir lo que he sentido, me a hecho volar fuera de este universo.
Me a hecho, perder la razón.
— Bésame. —Digo sin más y lo miro directamente a los ojos.
Sus manos rodean mis mejillas haciendo con ello que mis ojos se cierren al instante de sentir su tacto y, sus labios... Sus labios rozan los míos a continuación y me pierdo.
Mi mundo y mi vida se pierden en ellos. Inmersos, como el mar, allí me pierdo.
Me pierdo en el beso más intenso, tierno y bonito que he recibido en mucho tiempo.
Y abrazándolo con fuerza, me nace profundizarlo, disfrutarlo, saborearlo con plenitud. Sin culpa, ni remordimiento.
Aunque sé que me arrepentiré después, pero no ahora y no en este momento.
Porque lo deseo, lo necesito.
Gimo cuando su lengua juega suavemente con la mía, gimo cuando siento sus manos nerviosas vagando por mi espalda, gimo cuando me aprieta contra su pecho y profundiza el abrazo, gimo ante su cercanía, gimo ante su imponencia.
Mis manos alrededor de su cuello lo insitan a no detenerse. Porque no quiero detenerme ni quiero que él lo haga. Al contrario, nos quiero así y se lo hago saber al corresponder a su abrazo.
— Lucey... —Murmura entre besos— No podré detenerme después.
Lo ignoro.
Me quito los zapatos como puedo con mis propios pies y sin dejar de besarlo, escucho como su chaqueta cae al suelo y mi piel se eriza nuevamente.
— ¡Dime que me dejarás en paz! —Jadeo contra su boca.
— No me pidas eso, no puedo... —Dice con pesar— No quiero.
— Entonces cállate y no te detengas. Por nada en el mundo te detengas...
Sus manos ahora rodean mi cintura y con fuerza me eleva entre sus brazos y me acorrala contra la pared más cercana.
La intensidad y la pasión que hay entre los dos está tan a flor de piel, que sus bajos gemidos y los míos se hacen uno solo.
El broche de su pantalón es lo que suena a continuación y le sigue el cierre del mismo. Y me emociono, de solo escucharlo me emociono, hay un cosquilleo enorme dentro de mí.
Mi vientre es una revolución.
Y el vestido que cubría mi cuerpo de un momento a otro desapareció al igual que la camiseta de Thomas. Haciéndome sentir a plenitud, los roces de su piel contra la mía.
Gimo cuando sus manos divagan por mi vientre hasta llegar a mi intimidad y arrancar de un solo tirón mi diminuta lencería. Thomas gruñe ante mis gemidos, gruñe ante mis arrebatos, ante mis rasguños en su cuello, gruñe ante mis imponentes besos.
Sí, nuestros jadeos y gruñidos han invadido cada espacio, cada rincón, cada centímetro de mi hermoso hogar.
A este punto, estoy segura que si alguien pasase frente a la puerta de mi casa, nos escucharía. Escucharía este concierto de pasión que estamos haciendo y sintiendo a flor de piel.
Y no importa, a este punto no me importa nada.
Que el mundo escuche lo que este joven hombre me está haciendo sentir.
Estoy excitada, emocionada, jodida hasta más no poder.
Y en este preciso momento, no me importa lo que pueda suceder después de esto.
— Ahh... —Thomas gruñe contra mi cuello mientras me tortura mi brote sensible con sus dedos.
En ese momento, su miembro sale al juego al sentirlo rozando la parte baja de mi vientre y, al sentir ese calor contra mi piel, gimo sin contención.
Dios... No sabía que lo deseaba tanto.
No sabía que esta tensión tan fuerte existía de mi parte hacia él. No así.
— Hazlo. —Exijo contra su boca, llena de pasión y deseo.
— No sé si pueda resistir. —El gime a profundidad.
Lo que me hace erizar la piel. Otra vez.
— Hazme tuya... Hazlo, hazme el amor. —Susurro entrecortada y mi vista se nubla.
Sus dedos dejan de torturar mi intimidad y, cuando ya están fuera, Thomas me hace ver lo húmedos que están y los introduce en su boca.
— Mmm... —Jadea al rozar su nariz con la mía y gimo en respuesta ante tal perversidad — Sabes a jugo de piña. —Dice con voz ronca al terminar de chupar sus dedos y me besa— ¿Bebiste jugo de piña, Lucey?
— Sí.
Su boca devora la mía en una nueva estocada y envolviendo mis piernas otra vez alrededor de su cintura, me sujeto con fuerza mientras siento como él me lleva en brazos hasta el otro lado de la sala y me sienta sobre la mesa, casi en la orilla de esta.
Su miembro se hace camino desde mi vientre hasta mi entrada vaginal y al llegar a esta, le escucho gemir intensamente.
— No traje conmigo un preservativo. —Dice entre jadeos contra mi boca.
— Hoy no hace falta, estoy tomando la píldora.
— ¿Estás segura de que quieres hacerlo?
— Sí, Thomas. Solo hazlo... Hazlo antes de que me arrepienta.
— Pero yo no quiero que te arrepientas después... Me matarias. —Musita sin más y, procede a besarme mientras lentamente introduce su miembro en mi interior.
Al sentir tal magnitud de grosor, gimo con intensidad y me muevo hacia adelante para abrir más las piernas y darle así, amplio acceso en mi interior.
Las manos de Thomas se aferran a mis glúteos mientras comienza a embestirme muy despacio, y mis paredes vaginales se adaptan a su miembro y grosor. Apretando con fuerza para darle la más cálida bienvenida y acoplarlo a mí como es debido.
Cuando su miembro invade por completo toda la cavidad de mi intimidad, él detiene sus suaves movimientos y se queda quieto mientras espera que mis paredes vaginales terminen de ajustarse a su alrededor.
Sus ojos buscan los míos y al encontrarse nuestras miradas, todo a mi alrededor se detiene.
Porque sus ojos desbordan hacia mí, el amor más puro que alguien sobre la faz de la tierra pueda sentir.
— Tú me harás caer en la perdición. —Pienso en voz alta, pérdida en su hipnotizante mirada y veo como su vista se nubla.
— Yo hace mucho que estoy perdido sin ti...
Y sin más, después de semejante confesión, su boca demandante se apodera de la mía seguido de sus embestidas llenas de pasión y lujuria.
Nuestros jadeos vuelven a invadir la sala de estar, haciendo nuestro concierto algo más emocionante y excitante. Sus manos rodeandome en un abrazo mientras me embiste sin piedad me hace abrazarlo con la misma intensidad y solo minutos después, lo escucho gemir sin miramientos contra mi cuello.
Supe en ese instante, que su excitación era tan grande, que no pudo resistirse más.
El se dejó ir antes de que nuestra función tan siquiera llegase a la mitad.
Thomas acaba de tener, una eyaculación precoz.
Y no puedo evitar sonreír ante ello.
Estuvo apunto de hacerme el amor, estuve a punto de entregarme a él por completo y no sucedió.
Todo quedó a medias.
— Rayos... —El gime avergonzado— Soñaba tanto con este momento, lo deseaba desesperadamente. Perdóname.
No puedo evitar sentirme conmovida por sus palabras, de alguna manera y un tanto peculiar, él me ha dejado saber lo mucho que me ha deseado todo este tiempo.
No solo me ha amado a escondidas, sino que también me ha deseado.
Confirmar eso me pone el corazón a mil.
— Está bien, Thomas. No pasa nada... Tranquilo.
— No me pidas que me tranquilice. —Susurra— Este momento era el oportuno.
— Aún lo es... No todo está perdido. Yo lo disfruté. —Trato de hacerlo sentir bien.
— Te dije que no podría resistir...
— Lo sé, pero no pasa nada.
— No tienes idea de lo mucho que soñaba con este momento —Dice con pesar, pero luego alza la mirada y espeta— Pero voy a arreglar eso, ahora.
— ¿Qué...? —Pierdo la voz cuando siento sus dedos nuevamente sobre mi intimidad, reiniciando la tortura que hace unos minutos atrás habían abandonado.
Sus besos en mi cuello, sus caricias, sus cuchicheos en mi oído, sus palabras tiernas y al mismo tiempo cargadas de deseo me hicieron volar a un profundo orgasmo cinco minutos después.
— Thomas... —Gimo profundamente contra su cuello.
Oh sí, realmente necesitaba llegar al clímax.
Aún siento que lo necesito. Aún siento que necesito más.
Pero lo dejaré ser, pues creo que llegamos demasiado lejos. Y esto no es lo correcto.
Nada de lo hecho es correcto, pero no hay reversa y tampoco es que me arrepienta.
No sé cuánto tiempo pasó después de mi orgasmo, pero sus manos rodeando mi cuerpo, aferrándome a su lado y contra su pecho, nunca me soltaron.
Su abrazo intenso y fuerte me hizo sentir protegida y muy querida.
Él es un chico tan atento y dulce.
Desde mi fallida relación con Johan, ningún otro hombre me había tocado, hace mucho que no me sentía así de querida.
Me prohibi darme la oportunidad de salir, de aventurarme y conocer nuevas personas, decidí enfocarme en el trabajo y con ello abandonar la vida amorosa y sexual. No me apetecía, no quería salir nuevamente herida.
Y miren las cosas del destino, me cuidé tanto de no salir herida y ahora dejé entrar en mi vida a un adolescente locamente enamorado y desde su repentina llegada, mi vida está patas arriba.
Pues estoy segura que después de esta noche y de todo lo que sentí, me dolerá como el infierno alejarlo de mí.
Sí, a pesar de no concluir nuestro concierto de placer como era debido, sufriré cuando deba apartarlo porque lo nuestro no es correcto.
Otra vez, nada de esto lo fue.
Media hora después...
No hablamos durante estos largos minutos, no era necesario. La sensación ha sido tanta... Que solo estuvimos abrazados hasta que nos cansamos y él se alejó.
— Debo irme... —Musita contra mi boca y asiento—. Mañana tienes tu exhibición y yo un examen. Ya no quiero ser más inoportuno.
— Está bien. —Digo en un hilo de voz mientras lo veo ponerse los zapatos— ¿Irás a la exhibición con tus abuelos?
— No lo sé... —Dice al ponerse la chaqueta y voltear a verme— ¿Realmente quieres que vaya?
— Independientemente de si quiera o no, creo que sería bueno para ti. Tu abuela mencionó que necesitas ayuda con tus estudios y yo podría presentarte algunos colegas y...
Thomas resolpla frustrado y pasándose ambas manos por el pelo, se da la vuelta dándome la espalda.
— ¡Rayos! Le dije que dejara esa tema por la paz... ¡Porqué se tiene que meter en mis asuntos!
Sonrojada, pues hablé demás, trato de hacerlo razonar.
— No te enojes con ella, solo quiere ayudarte.
— Eso no le da derecho a hablar por mí, le pedí encarecidamente que no te molestara con mis cosas.
— Thomas...
— Lucey. —Responde con un tono de advertencia y, me deja en claro su disgusto al darse vuelta y enfrentarme con su temple serio.
— Está bien... Solo piénsalo, si puedo ayudarte en algo no dudes en decirme, no me molesta. Tienes mucho talento, Thomas y, sería un honor ayudarte en lo que pueda.
Las facciones en su rostro se relajan ante lo que dije y ladeando una sonrisa, lo veo acercarse a mí, por instinto retrosedo unos dos pasos, pero me detengo al ver como su mirada y la mía lidian una batalla tan intensa, que me abruma y congela.
Sin darme cuenta, Thomas se apodera de mi cintura con sus grandes manos y me aprieta contra su pecho.
— ¿A dónde vas? —Gime contra mi boca— ¿Por qué te alejas?
Ladeando mi cabeza, mi cuello queda al descubierto y, ante el sentimiento doloroso, muerdo mi labio inferior.
— No me alejo. —Logro decir después de contener un gemido.
Su boca hace un camino de besos en mi cuello hasta llegar a mi boca para besarme con una pasión que me enciende y acelera en todos los sentidos.
— ¿Podemos vernos después de la exhibición? —El susurra contra mi boca y sus manos aprietan con fuerza mi cintura.
— No lo sé, Thomas —Gimo en respuesta— Esto no está bien. Y si voy a ayudarte con tus clases de arte, lo mejor es que paremos con esto.
— Yo no he dicho que acepto tú ayuda... —Dice mientras me besa el lóbulo de la oreja.
— Por favor... Se razonable.
El resolpla al mismo tiempo en que niega con la cabeza.
— Sí sabes que sin importa lo que digas, ¿Vendré a verte? —Deja de besarme y me mira fijamente— Si lo sabes, ¿Verdad?
— No estaré en casa...
Thomas frunce el ceño y aleja su rostro del mío lo suficiente como para que pueda verlo completamente, aunque sus manos no abandonan mi espalda.
— ¿Dónde y con quién estarás?
— No tengo porqué responder a esas preguntas.
El asiente de mala gana y frunce los labios.
— Al menos, ¿Dime dónde estarás?
— No lo sé, puede ser en cualquier lugar. No tengo idea de a dónde planean llevarme.
Lo veo tragar con fuerza y la tensión en su rostro regresa.
— ¿Si te llamo, vendrías conmigo?
— No te he dado mi número, y no. Irme contigo no suena racional y mucho menos conveniente.
Su mandíbula se tensa y mi corazón se acelera al ver la frustración en su rostro.
Oh Dios, cuanto me está costando tratarlo así.
— Lo mejor es que no vaya a la exhibición. —Dice al fin y un suspiro pesado lo abandona.
— Esta bien, como gustes. —Susurro en un hilo de voz y lo veo asentir.
— Cuídate, por favor. Buenas noches... —Dice después de besar mi frente y se marcha.
Un nudo en mi garganta se fomenta y mi corazón acelerado me hace saber que no está feliz con lo ocurrido. Al tocar mi pecho para tratar de calmar la ansiedad que se me avecina, el corazón de cristal roza mis dedos y un suspiro me abandona.
— M****a...
Ahora solo quiero llorar, pues debo aceptar que no me gusta verlo así. No me gusta herirlo.
Yo no soy una persona que se la pase hiriendo a las personas. Yo no soy así.
Pero no sé que más hacer para alejarlo de mí, no sé que más hacer para hacerle entender que esto no está bien, cuando ni yo misma puedo con el sentimiento de verlo sufrir.
Quiero llorar, mucho. Muchísimo. Pero me contengo.
He pasado por cosas peores y aún no sé con exactitud lo que estoy sintiendo por él. Solo sé que no quiero herirlo y, que me gusta.
No, no voy a llorar.
Encontraré una solución, aunque me rompa el corazón.