Capítulo 155. El renacer de la esperanza.

Por varios segundos, Alejandro y Amelia se congelaron, incrédulos por un momento. La emoción les inundó el corazón y las lágrimas brotaron instantáneamente de los ojos de ambos. Alejandro corrió hacia ella, levantándola en el aire, riendo con una mezcla de incredulidad y pura felicidad.

—¡Dios mío, Anaís! ¡Lo hiciste! ¡Hablaste! —profirió, su voz rota por la emoción.

—¡Mi amor! ¡Nuestra pequeña está hablando! —exclamó Amelia, su voz quebrada por la emoción.

Se cubrió el rostro con sus manos, sin poder contener ese tumulto de emociones que se agitaban en su interior y las lágrimas que corrían libremente por su rostro.

Se acercó a su hija, tomándola entre sus brazos y susurrando palabras de amor.

—Hola, mi princesa. Hemos esperado este momento —dijo entre sollozos.

Amelia y Alejandro la besaban, la abrazaban, no sabían si llorar o reírse, así que en momentos lloraban y en otros reían, y es que la emoción era indescriptible. Escuchar la voz de su hija, esa que creyeron que nunca tendrían
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